Tribuna:

'Llámame'

Es un eslogan intolerable, peligrosísimo, que puede cambiar tu vida a poco que te descuides. Por todas las partes ese letrero suplicante de la Telefónica, ese llámame desesperado en los carteles, en el tubo catódico, en las cabinas, en las camisetas abultadas y punzantes, en las vallas, al lado de las colas, las burbujas, las nicotinas y los palcolores. Lo ves y te entra mala conciencia telefónica. Nunca has llamado lo suficiente y siempre hay alguien, al otro lado, que espera junto al chisme de baquelita. Es un eslogan diabólico, un imperativo categórico que puede amargarte el día: te ...

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Es un eslogan intolerable, peligrosísimo, que puede cambiar tu vida a poco que te descuides. Por todas las partes ese letrero suplicante de la Telefónica, ese llámame desesperado en los carteles, en el tubo catódico, en las cabinas, en las camisetas abultadas y punzantes, en las vallas, al lado de las colas, las burbujas, las nicotinas y los palcolores. Lo ves y te entra mala conciencia telefónica. Nunca has llamado lo suficiente y siempre hay alguien, al otro lado, que espera junto al chisme de baquelita. Es un eslogan diabólico, un imperativo categórico que puede amargarte el día: te recuerda los olvidos imperdonables, pero te amenaza con las llamadas indeseables. No satisfechos de haber sembrado los, hogares de supletorios, de suprifflir la función intermediaria y ahorradora de aquellas señoritas del 009 que avisaban a los tres minutos de conversación interurbana, de complicar la lectura de los recibos bimensuales con signos no alfabéticos para encubrir el grosor incesante de las tarifas, ahora salen los de la Telefónica prepotente y renovada con ese llámame angustioso, con ese mensaje para náufragos del asfalto, con ese golpe bajo al olvido freudiano. Así es muy fácil convertirse en la primera empresa del país, así se explican esos fabulosos dividendos anuales. Primero nos meten a todos en el listín, después nos en ganchan automáticamente por encima de las fronteras urbanas, autonómicas, estatales y continentales, y ahora el llámame conminatorio. Y para que no hay a dudas, te dicen que todo se podrá hacer por teléfono si lo conectas a la pantalla del televisor, desde negociar y zascandilear hasta escribir cartas, provocar orgasmos y consultar al médico.

Hay un teléfono para cada nece-. sidad humana, un contestador automático para cada interrogante, un número para cada urgencia, un supletorio para cada deseo insatisfecho. Es evidente que pretenden sustituir las relaciones sociales por las relaciones telefónicas. En una democracia telefónica la verdadera libertad consistiría en llamar cuando te apetece y en ser llamado sólo cuando te apetece a ti. Este patético eslogan de la Telefónica es una intolerable intromisión en los derechos del hombre abonado.

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