Tribuna:

Reciclaje

La principal consecuencia de las medidas contra la crisis económica es la siguiente: ha nacido una nueva raza de españoles. O sea, dos tipos opuestos de ciudadanos, los reconvertibles y los reciclables. Todavía es demasiado pronto para saber con certeza si estamos ante una versión inédita de la famosa lucha de clases o se trata de simple folklore posindustrial. Los sociólogos callan; los economistas únicamente tienen ojos para la abstracción estadística; los historiadores andan muy ocupados con el análisis pormenorizado del No-Do, y los intelectuales de letras, además de no diferenciar entre e...

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La principal consecuencia de las medidas contra la crisis económica es la siguiente: ha nacido una nueva raza de españoles. O sea, dos tipos opuestos de ciudadanos, los reconvertibles y los reciclables. Todavía es demasiado pronto para saber con certeza si estamos ante una versión inédita de la famosa lucha de clases o se trata de simple folklore posindustrial. Los sociólogos callan; los economistas únicamente tienen ojos para la abstracción estadística; los historiadores andan muy ocupados con el análisis pormenorizado del No-Do, y los intelectuales de letras, además de no diferenciar entre el acto funerario de reconvertir y el acto bautismal de reciclar, consideran que es un intolerable barbarismo lingüístico, indigno de nuestro muy agravista diccionario.Para entendernos: los españoles de cuello blanco se reciclan, y a los españoles de mono azul los reconvierten. Ambos son hijos de la misma catástrofe industrial, la que un día eliminó del Occidente cristiano la esbelta arquitectura de las chimeneas humeantes. Pero mientras el reconvertible se dirige en manifestación autorizada hacia el paro, el reciclable va camino de ingresar en la nómina de una multinacional relacionada con el cilicio.

El gran interés que levanta la figura dramática del reconvertible no debe hacernos olvidar la muy cómica realidad del español a punto de reciclarse. Deambula por los aeropuertos agarrado al abecedario Basic, introduce torpemente en sus charlas familiares los mágicos vocables tecnológicos que le iluminarán las pantallas del porvenir, asiste con docilidad parvularia a esos cursillos acelerados de adaptación al nuevo paradigma, y en apenas una semana de intenso reciclaje al tipo le cambia la mirada, el vocabulario, la ambición, el modelo de peinado y la marca de loción para después del afeitado.

Basta seguir de cerca uno de estos fabulosos procesos de reciclaje para sospechar con fundamento que también el milagro es factor a tener muy en cuenta en las leyes biológicas de la evolución de la especie. Al menos, de la especie española.

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