Hora y media en el suelo, entre la indiferencia general

Era una mañana como otra cualquiera. Varias decenas de personas trabajaban afanosamente para cargar en las furgonetas las cajas de frutas y verduras cuanto antes. Al cabo de hora y media se abrirían las tiendas y el género debía estar para esa hora en los establecímientos. Y en medio de este ambiente de trabajo, una persona, Jesús Alcocer, estaba tendido en el suelo, cubierto por una manta de automóvil. Unos minutos antes había sido asesinado por dos terroristas.Pasada la sorpresa inicial del hecho, todos volvieron a sus quehaceres habituales. Y nadie se ocupó de él. Solamente dos policías mun...

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Era una mañana como otra cualquiera. Varias decenas de personas trabajaban afanosamente para cargar en las furgonetas las cajas de frutas y verduras cuanto antes. Al cabo de hora y media se abrirían las tiendas y el género debía estar para esa hora en los establecímientos. Y en medio de este ambiente de trabajo, una persona, Jesús Alcocer, estaba tendido en el suelo, cubierto por una manta de automóvil. Unos minutos antes había sido asesinado por dos terroristas.Pasada la sorpresa inicial del hecho, todos volvieron a sus quehaceres habituales. Y nadie se ocupó de él. Solamente dos policías municipales permanecian en la zona. Mientras tanto, los que pasaban a su lado, con sus carritos llenos de frutas, a lo más dirigían una mirada hacía el cadáver. Jesús Alcocer Jiménez, muy conocido en este mercado mayorista, al que iba todos los días desde hace varios años, yacía tendido en el suelo. Ni un gesto. Ni una palabra. Ni un grito. Todo lo más, una mirada. Hora y media después, el juez ordenaba el levant,Miento del cadáver.

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