Tribuna:

Depósitos pequeños, grandes problemas

La restricción en la capacidad de los depósitos de combustible, introducida por la Federación Internacional para esta incipiente temporada, es una medida considerada como absurda por la casi totalidad de los componentes del circo de la Fórmula 1. Hasta este año, la capacidad de los depósitos de gasolina era de 250 litros. Este año es de 220, y, según la FISA, la próxima temporada se recortará aún más, para bajar hasta 190 litros de capacidad máxima.La normativa no está inspirada por la crisis energética. El conjunto total de los coches que forman parte del circo de la Fórmula 1, durante...

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La restricción en la capacidad de los depósitos de combustible, introducida por la Federación Internacional para esta incipiente temporada, es una medida considerada como absurda por la casi totalidad de los componentes del circo de la Fórmula 1. Hasta este año, la capacidad de los depósitos de gasolina era de 250 litros. Este año es de 220, y, según la FISA, la próxima temporada se recortará aún más, para bajar hasta 190 litros de capacidad máxima.La normativa no está inspirada por la crisis energética. El conjunto total de los coches que forman parte del circo de la Fórmula 1, durante toda la temporada, consume menos combustible que un Jumbo que, realice el vuelo de Madrid a Nueva York. Pretender ahorrar 30 litros por cada coche y carrera sería absurdo.

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La idea de la vigente restricción, que tantos problemas va a crear esta temporada -que se agravarán aún más la próxima, hasta poder hacerse insoportables-, surgió hace años, cuando los motores turboalimentados eran una pequeña minoría frente a la amplia mayoría formada por los de admisión convencional. Para intentar equipararse, la mayoría quiso castigar exclusivamente a los Turbo, que consumen más que los convencionales, a base de reducir la capacidad de los depósitos. Esa medida no alcanzaría a los convencionales, a los que con 220 litros les sobra para terminar holgadamente una carrera.

Pero es que, en el tiempo transcurrido desde el origen de la idea hasta ahora, la casi totalidad de los equipos ha equipado sus coches con motores turboalimentados. En esas condiciones, el castigo alcanza a todos por igual, pero no deja de ser castigo. Tanto más absurdo por cuanto atenta a la idea básica de las competiciones de velocidad pura, en las que se trata de ir más rápido que los demás.

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