Tribuna:

La portugalización del espíritu

Desde allí, "donde la tierra acaba y el mar comienza" (Camoens), nos llegan ondas suavísimas de tristeza lírica que estremecen la impavidez serena, objetiva del espíritu. "Hay que portugalizar España", decía José Bergamín, y añadía que Juan Ramón Jiménez era el primer poeta portugués, por su honda tristeza meditativa opuesta al seco y cristalino rigor del espíritu español. Así establecía un nexo entre el alma recogida en sí y la universalidad ubicua del espíritu.Ya se había hablado de "Ia morada interior" del alma frente a la impersonalidad espiritual. Se ama con el alma y se piensa con el esp...

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Desde allí, "donde la tierra acaba y el mar comienza" (Camoens), nos llegan ondas suavísimas de tristeza lírica que estremecen la impavidez serena, objetiva del espíritu. "Hay que portugalizar España", decía José Bergamín, y añadía que Juan Ramón Jiménez era el primer poeta portugués, por su honda tristeza meditativa opuesta al seco y cristalino rigor del espíritu español. Así establecía un nexo entre el alma recogida en sí y la universalidad ubicua del espíritu.Ya se había hablado de "Ia morada interior" del alma frente a la impersonalidad espiritual. Se ama con el alma y se piensa con el espíritu. Esta dualidad implícita la convierte en antagonismo abierto Ludwig KIages, para quien el espíritu es adversario del alma y trabaja sin cesar por debilitarla, destruirla con imágenes, ideas, teorías y objetivaciones que son formas petrificadas, enemigas de la vida. Luego, Scheler descubre la debilidad del espíritu frente a la potencia del alma, y dice: "Lo que en el hombre es propiamente creador y poderoso no es lo que llamamos espíritu, sino las oscuras y subconscientes potencias impulsivas del alma". No es de extrañar que al leer estas líneas Rafael Díeste, en Hora de España, se estremeciese de pavor ante la agresividad dinámica del alma frente a la pasividad inerme del espíritu. Más tarde, Lukacs, en su obra La destrucción de la razón, señaló como origen del mal el irracionalismo del alma alemana, oculto tras los grandes sistemas filosóficos del espíritu racional.

¿Corresponde a la realidad esta antinomia entre alma irracional, pero enérgica, viva, y espíritu racional, universal, pero inerte? ¿El alma es sólo alma y el espíritu puramente espiritual?

No lo creemos. Alma y espíritu son formas distintas de manifestar las impresiones, sensaciones y percepciones de los sentires corporales. La ciencia psicofisiológica demostró la unidad psicofísica del hombre y tanto el alma como el espíritu no poseen una existencia independiente de las actividades del cuerpo material. El alma es vegetativa, perezosa, se va formando de sensaciones, visiones e impresiones que la sensibilizan, la abren al mundo exterior, animándola. Por estos actos progresivos mínimos, oscuros, llega a conocer, y al objetivarse el alma es. En consecuencia, no nacemos con un alma, la constituimos por acumulación de vivencias y datos objetivos extraídos de la mecánica del universo. Es nuestra forma particular de sentir.

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El alma es refleja, al orientarse por los sentidos, y receptiva, acogedora, pues se deja impresionar por los ojos e impresionar por los oídos. Quieta, absorbiendo riquezas sensitivas es pura receptividad corpórea. Este sentir-pasivo soñando, que interioriza la emoción, es el origen del sentimiento. Pero el alma no sólo siente en sí misma el mundo exterior, sino que se refleja objetivamente, se ve en su espejo como un objeto entre otros de la percepción interna. En efecto, el alma reflexiona, es el espíritu subjetivo, es el cuerpo materializándose o viviéndose a sí mismo, por dentro, sucesivamente. "Hay que crear un sistema que analice los procesos fisiológicos concretos, sobre los cuales se basan las formas complejas de la actividad psíquica", dice el psicólogo soviético Luria. El alma conoce la actividad febril, eléctrica, nerviosa del cuerpo. Nada existe con mayor conciencia reflexiva que el alma.

Resulta, pues, falsa la oposición entre alma irreflexiva, disparada, y espíritu racional, sereno. Sabemos que el alma existe porque la sentimos vivir dentro del cuerpo. Este sentir pasivo que se manifiesta más aguda mente en la tristeza y en la melancolía, son reflexiones, pensamientos, el espíritu real del alma. Por esta razón, cuando Bergamín nos invitaba a portugalizarnos, no era para lanzarnos a la ir racionalidad, sino a concentrar nos grave y perezosamente en la profunda e iluminativa melancolía portuguesa.

Con motivo de la exposición Alfar, también Mariano Tudela recordaba la influencia de Teixeira de Pascoaes y su cultura del alma sobre el espíritu de la vanguardia española. Cuando este gran poeta portugués canta a Galicia como la tierra madre de la saudade invoca siempre el alma: "só alma, num deslumbramento". El alma sola, sí, pero iluminando o pensándose. La saudade, esa manifestación soñadora de la melancolía, es un sentir reflexivo sobre una ausencia siempre presente que desgarra el alma. Entonces, si el alma es ya espíritu, "¿dónde se encuentra ese mozo?", como preguntaba Schopenhauer. El espíritu está en el cuerpo mismo, en sus actos dirigidos hacia un fin, en la vida social, en el lenguaje, en el pensamiento abstracto- simbólico. El espíritu se localiza dinámicamente en los lóbulos frontales del cerebro. Allí, según el fisiólogo M. N. Livánov, se desarrolla la actividad intelectual. ¿Es el espíritu el reino de la universalidad, de la pura acción cerebral? No, el espíritu también tiene alma, pues quiere la realidad ajena y extraña del que amamos. El espíritu objetivo es la conciencia colectiva, el "yo" objetivado, el "nosotros" que se manifiesta, como dice García Bacca, encarnándose en el mundo al transformarlo. Esta actividad espiritual se manifiesta en la creación literaria, artística, poética, científica, actos de realizaciones del alma o de amor del espíritu que superan el sentimiento individual del que lo realiza.

Podemos afirmar sin ambigüedades, que se ama con el espíritu y se piensa con el alma. Debemos combinar las operaciones abstractas, simbólicas del pensamiento, propias del espíritu, con las saudades dolorosas del sentimiento, exclusivas del alma y, de cuando en cuando, volver la mirada a esa tierra extática vestida en macerada luz: "Toda sonho, luar, melancolía".

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