El desenlace del asesinato de la esposa del industrial Enrique Salomó

Una frase de la carta en la que se pedía el rescate puso a la policía sobre la pista

Una frase contenida en la carta en la que el presunto asesino de María Teresa Mestre suplantaba la personalidad de un grupo de afectados por el aceite de colza desnaturalizado y pedía un rescate por liberar a la mujer, indujo a la policía a sospechar que el autor del asesinato era un hombre joven que no actuaba por dinero, sino por móviles pasionales o debido a algún desequilibrio mental. Esta pista llevó a sospechar, entre otros, de Ángel Emilio Mayayo, aunque la investigación tuvo que aparcarse durante varios días, mientras los esfuerzos policiales se centraban en la resolución del secuestro...

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Una frase contenida en la carta en la que el presunto asesino de María Teresa Mestre suplantaba la personalidad de un grupo de afectados por el aceite de colza desnaturalizado y pedía un rescate por liberar a la mujer, indujo a la policía a sospechar que el autor del asesinato era un hombre joven que no actuaba por dinero, sino por móviles pasionales o debido a algún desequilibrio mental. Esta pista llevó a sospechar, entre otros, de Ángel Emilio Mayayo, aunque la investigación tuvo que aparcarse durante varios días, mientras los esfuerzos policiales se centraban en la resolución del secuestro del industrial barcelonés Raimundo Gutiérrez.

"Jefe, estoy seguro. Esta carta es auténtica y la ha escrito un hombre joven. La ha escrito el asesino". Agustín Linares, jefe superior de Policía de Barcelona, vaciló. No podía creer que la sospecha de Víctor Cuñado, el jefe del grupo de homicidios de la Brigada Regional de Policía Judicial, fuera cierta, pero el aplomo y la firmeza que mostraba el inspector le convenció. Hace de eso 20 días.El propio responsable de la investigación recuerda ahora aquella conversación con Linares que puso en marcha el cerco policial alrededor de Ángel Emilio Mayayo y otros jóvenes amigos de la familia Salomó. El inspector de primera Victor Cuñado, sin embargo, tuvo que abandonar su línea de investigación por unos días: un industrial textil barcelonés, Raimundo Gutiérrez, había sido secuestrado. Las pesquisas llevaron a Cuñado y a otros inspectores de la Brigada Judicial hasta Toulouse (Francia), donde lograron rescatar con vida a Raimundo Gutiérrez.

Durante los días que duró el secuestro del propietario de la firma textil Ramani, el jefe del grupo de homicidios, que llevó también el peso de la investigación, siguió pendiente del caso de María Teresa Mestre. Recuerda ahora que noche tras noche, casi durante dos meses, estuvo pensando en descubrir una pista. A veces, rechazaba las hipótesis que él mismo construía y estaba "casi convencido" de que la clave del caso estaba en la carta.

"Jefe, no lo sé, pero creo que del contexto de estas frases se desprende que la persona que la ha escrito tiene un nivel cultural de preuniversitario y que pretende desviar las investigaciones, creo que esta carta no intenta pedir un rescate y que el que la ha escrito conocía a la víctima". El jefe superior seguía, en silencio, el relato del jefe de homicidios, que había confeccionado ya una lista de sospechosos compuesta única y exclusivamente por jóvenes amigos de la familia de la víctima, entre los que se encontraba Ángel Emilio Mayayo Pérez.

Víctor Cuñado, sin embargo, interrogó a otros muchos jóvenes antes que a Ángel Emilio. El inspector no quiere revelar cómo desarrolló su investigación, pero parece seguro que indagó en la vida de los interrogados, sobre el posible consumo de estupefacientes, los antecedentes policiales, las verdaderas vinculaciones con la familia Salomó-Mestre, la situación financiera, laboral, personal y familiar... El pasado lunes, el jefe de homicidios viajó a Reus.

"Ángel Emilio respondía perfectamente al simil que me había imaginado. Era un estudiante que había dejado las aulas desde hacía dos años, tenía un carácter dificil y era amigo y vecino de la familia", afirma Cuñado. "Cuando llegué a Reus, no estaba en casa", añade, "sólo encontré a su madre. Cuando apareció Ángel Emilio, le dije que quería hablar con él y me lo llevé a un bar. Decidí jugar fuerte e intenté acorrararle. Se contradijo. Le había descubierto, pero aún faltaba un detalle, la pista definitiva".

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Cuñado pidió al joven que le acompañara a la comisaría y Ángel Emilio no opuso resistencia. Allí, en las dependencias policiales, ante su sopresa, el sospechoso se encontró a su madre, a la que el policía había hecho llamar, y la Olivetti Lettera 35 de su padre, ya fallecido.

El inspector ordenó que se volviera a escribir en un papel, también propiedad del sospechoso, la misma carta recibida en el domicilio de la víctima el pasado día 16 de enero. Inspectores del Gabinete de Identificación confirmaron lo que el jefe de homicidios sospechaba. Los tipos de letra coincidían, las dos cartas habían sido escritas por la misma máquina. El presunto asesino se derrumbó ante la evidencia. "No me atrevo a decir que he sido yo, por vergüenza a lo que digan de mí", se limitó a afirmar Ángel Emilio Mayayo sin levantar la cabeza.

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