Josefa Casas

Es la única ciega de España matriculada en Medicina

La carrera universitaria de Josefa Casas, la única invidente que ha logrado en España matricularse en una facultad de Medicina, se inició en 1979 entre el escepticismo de sus familiares y amigos y las bromas crueles de algún que otro alto funcionario de la Organización Nacional de Ciegos de España -ONCE-, que, con cierta soma, le preguntaba con insistencia: ¿Qué, cuántas operaciones piensas hacer?". Hoy, la carrera universitaria de esta invidente de 25 años de edad está a punto de verse frustrada por culpa de una legislación desfasada que impide otorgarle un título parcial y por la negativa de...

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La carrera universitaria de Josefa Casas, la única invidente que ha logrado en España matricularse en una facultad de Medicina, se inició en 1979 entre el escepticismo de sus familiares y amigos y las bromas crueles de algún que otro alto funcionario de la Organización Nacional de Ciegos de España -ONCE-, que, con cierta soma, le preguntaba con insistencia: ¿Qué, cuántas operaciones piensas hacer?". Hoy, la carrera universitaria de esta invidente de 25 años de edad está a punto de verse frustrada por culpa de una legislación desfasada que impide otorgarle un título parcial y por la negativa de la facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona a admitir que se matricule en quinto curso.

Josefa Casas no es ciega de nacimiento. Perdió la vista a los siete años de edad, cuando recibió un golpe en la cabeza. Después, a lo largo de dos años, fue perdiendo la visión progresivamente, hasta llegar a la ceguera total. De aquella época la muchacha guarda el recuerdo de algunas imágenes y, sobre todo, no olvida los colores básicos. Sin embargo, Josefa reconoce que, con el paso del tiempo, se han ido desvaneciendo algunos conceptos y ahora ya le es imposible evocar los colores intermedios y con matices.Recuerda también que en los años inmediatamente anteriores al accidente sus padres vendieron el bar que tenían en Córdoba y decidieron trasladarse a Sant Joan Despí, en el cinturón industrial de Barcelona, donde han vivido durante todo ese tiempo. Josefa evoca con una cierta indignación los años pasados en ese colegio del paseo de San Joan de Barcelona, subvencionado por La Caixa de Pensiones, donde se mezclaban en las aulas los invidentes y los sordomudos.

"No se nos integraba en la sociedad. Lo que se nos hacía era marginarnos aún más y prepararnos para esas salidas tradicionales que son las de acabar trabajando de telefonista o la de vender cupones de ciegos", explica la muchacha.

El colegio de invidentes de Esplugues (Barcelona) no supuso un cambio cualitativo importante, ya que proseguía la actitud marginadora del profesorado y la enseñanza se centraba sobre todo en torno a los libros transcritos en braille. El gran salto lo realizó cuando empezó a estudiar BUP en un instituto de Cornellá donde ella era la única alumna invidente.

"Allí empecé a integrarme. Me vi obligada a tomar apuntes, o a transcribir los textos en cintas magnetofónicas o a relacionarme con asiduidad con compañeros que no tenían ningún tipo de incapacidad. ¿Y qué pasaba, cómo reaccionaban? Lo típico. Quiero decir que no sabían cómo tratarme. Eso me ponía muy nerviosa. En la universidad ha continuado pasando igual, y en muchas ocasiones hay que educar a los profesores, demostrándoles que, en definitiva, y salvo esta incapacidad, eres una persona normal".

Estudio para ejercer

Cuando acabó de estudiar el bachillerato se planteó la posibilidad de estudiar Medicina o Biología. Optó finalmente por Medicina, a pesar del escepticismo de sus padres y de sus familiares e incluso de las bromas crueles de sus compañeros. Desde un primer momento pensó especializarse en Psiquiatría. Ahora, después de haber cursado cuatro años de carrera, se reafirma en su antigua decisión."Estoy estudiando la carrera de Medicina con la intención de ejercerla y no para acabar de telefonista o vendiendo cupones. Sin embargo, hay días que me levanto de la cama y pienso que será imposible que pueda practicarla".

Pero, aun así, Josefa Casas continúa insistiendo en su proyecto, no sólo por que así ve cumplida su vocación, sino porque "de esta manera se abre una puerta para los inválidos de este país. Que en la Universidad de Barcelona haya sólo 15 invidentes es un porcentaje muy bajo y demostrativo de la marginación en que vivimos".

Hoy, Josefa Casas se muestra aturdida por las llamadas telefónicas y las muestras de solidaridad que recibe por parte de quienes se sienten indignados por las trabas burocráticas que se ciernen sobre su carrera.

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