Tribuna:

El pacifismo y el PCE

La aproximación entre el pacifismo y el movimiento obrero abre, en opinión del autor de este trabajo, nuevas perspectivas a la distensión y el desarme. De ahí que sean desafortunadas las reticencias e irritaciones ante la presencia de banderas rojas al lado de las blancas y las verdes en las manifesta ciones pacifistas.

Las recientes y nutridas manifestaciones que se han celebrado en España durante la semana por la paz y el desarme han suscitado numerosos comentarios acerca de la relación entre el movimiento pacifista y los partidos políticos, y, en concreto, entre este movimiento y el ...

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La aproximación entre el pacifismo y el movimiento obrero abre, en opinión del autor de este trabajo, nuevas perspectivas a la distensión y el desarme. De ahí que sean desafortunadas las reticencias e irritaciones ante la presencia de banderas rojas al lado de las blancas y las verdes en las manifesta ciones pacifistas.

Las recientes y nutridas manifestaciones que se han celebrado en España durante la semana por la paz y el desarme han suscitado numerosos comentarios acerca de la relación entre el movimiento pacifista y los partidos políticos, y, en concreto, entre este movimiento y el PCE. La derecha, como era de suponer, ha abordado el tema con un único propósito: desacreditar las acciones por la paz presentándolas no como lo que son -una negativa a la dinámica de bloques-, sino como una supuesta expresión-propagandística del bloque oriental. En este caso, la versión ibérica de las conocidas tesis de Luns y Weinberger, según las cuales los movimient os pacifistas europeos son juguetes en manos del Pacto de Varsovia, pretende aprovechar aquí viejos reflejos franquistas enquistados todavía en sectores de nuestra sociedad y alentados por el renacer de -la guerra fría. Para la derecha española, para algunos medios de comunicación y, desgraciadamente, para algunos dirigentes del PSOE, como Guillermo Galeote, desorbitar eL-protagonismo del PCE en las mánifestaciones del día 23 no tenía otro propóÍsito que el de frustrar el desarrollo de un amplio: movinuento, por-, la paz, unitario y plural, semejante al que recorre una buena parte de Europa.

La relación entre pacifismo y partidos políticos adopta a veces otro enfoque más sutil,que me parece más digno de comentario. Se trata de una tendencia basada en exaltar el pacifismo en casa ajena -sin duda alguna, positiva en orden a crear una conciencia colectiva-, acompañada de reiteradas objeciones acerca de las características que adoptan en nuestro país los movimientos por la paz.

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La idea es la siguiente; apoyar él paáfismo en Alemania Occidental, en el Reino Unido o en Bélgica (suele citarse con menos frecuencila a Italia) como movimiento diverso y espontáneo que discurre; por lo general, en estos países, al margen del sistema de partidos establecidos y, en contraste con este apoyó al pacifismo europeo, manifestar reservas crecientes hacia el que se expresa en nuestro país. Estas reservas suelen ir acompañadas de irritación por el empeño de los pacifistas españoles en coexistir y coincidir con Comisiones Obreras con el PCE; esto es, con expresiones sindicales y políticas del movimiento obrero organizado.

Nada habría que objetar a lo que este argumento supone de preocupación por la necesaria afirmación de la autonomía de un movimiento, como el de la paz, cuyas formas y objetivos sería sluicidá encorsetar en esquemas propios de los partidos políticos. Estamos efectivamente, ante un fenómeno distinto del de los años cincuenta, y cuya, potencialidad reclama para realizarse plenamente, de una dinámica propia y de la inde pendencia de los bloques, los Esta dos y los partidos políticos. Sin embargo, en la irritación que provoca entre algunos observadores la presencia de la bandera roja al lado de estandartes blancos o verdes de la paz me parece advertir algo más que preocupación legítima por el peligro que tiene todo movimiento social de quedar fagocitado por fuerzas políticas. Hay un empeño en presentar como anomalía española lo que, en mi opinión, constituye, al contrario, una de las principales virtudes del movimiento por la paz que co noce nuestro país. Es como si esa convergencia entre colores que re presentan procedencias sociales y tradiciones culturales diversas, pero complementarias, nos impidiera, una vez más, ser tan europeos como los alemanes occidentales, los holandeses o los británicios. Aquello, se dice, es pacifismo. Lo de aquí, es y no es. Y para ser auténtico se insinúa que el movimiento por la paz debeiría perder el lastre que supone su cohabitación con fuerzas sociales y políticas de extracción obrera y de inspiración marxista.

Estas reticencias me parecen francamente desafortunadas, pues donde aprecian supuestas hipotecas no veo sino una de las virtudes del movimiento pacifista en nuestro país, y allí donde éste se acerca a la izquierda realmente existente. Efectivamente, por,mucho que se pueda pensar lo contrario, la lucha por la paz no es posible, ni en España ni en generalén los países del sur de Europa, si el. movimiento contra la guerra no encuentra formas de articulación con el movimiento obrero. Digo de articulación, no de supeditación. Es decir, sí ambos movimientos no definen un terreno de enriquecimiento mutuo que permita al pacifismo conectar con la lucha de clases, y,a los sindicatos Y partidos de base obrera recomponer buena parte su pensamiento y de su estrategia política en función de las exigencias que plantea hoy la lucha por la paz.

Esto es, tener en cuenta aquella advertencia de Einstein, según la cual en el advenimiento de la era nuclear todo debe cambiar, incluso la forma de pensar de los hombres".

Esta necesaria articulación podría objetarse desde el pacifismo si todos los partidos de la izquierda mantuvieran. una política de alineamiento incompatible con la acción por la paz. En ese sentido, a nadie debe extrañar que en las manifestaciones arrecien con fuerza las críticas al Gobierno por el atlantismo del que hace gala el propio presidente, y al PSOE, por la actitud desafortunada de muchos de sus dirigentes ante las últimas demostraciones. Estoy convencido de que la coexistencia con el PCE se ha hecho posible por la actitud decidida que hemos adoptado últimamente (en contraste con lo que fue nuestra política antes del 28 de octubre, sobre' todo en lo que se refiere a las bases norteamericanas) y porque el PCE aparece, de modo inequívoco, contra todas las manifestaciones de la política de bloques.

Me parece mucho más inteligente la posición de E. P. Thompson, historiador británico y uno de los máximos inspiradores del movimiento por la paz en Europa, cuando afirma en la introducción a la opción cero (no conffindir con la de Reagan): "En lo que respecta a la vinculación (del pacifismo) con grupos políticos, la confluencia es notable: los verdes en Alemania occidental y el Plaid Cymru en Gales, los eurocomunistas en Europa meridional y los socialdemócratas en la septentrional, el PASOK en Grecia, el Partido Progresista en Islandia...". ¿Por qué presentar como una limitación lo que otros, como Thompson, con toda,su autoridad, señalan como virtud? ¿Acaso la participación de Willy Brandt en el mitin de culminación de la semana por la paz y el desarme en la República Federal de Alemania no es un factor extraorr dinariamente positivo que revela indicios de acercamiento entre la izquierda política y el movimiento pacifista?

Más allá de los partidos

Esta confluencia tiene bases obtjetivas que van más allá de aspiraciones partidarias electorales.

Basta con observar los efectos ne gativos de la carrera de armamentos sobre la inflación, el empleo e incluso el desarrollo tecnológico.

Lo reconocía recientemente en Madrid un economista aséptico como Christian Schmidt, al afirmar que "el aumento desmesurado de los presupuestos militares provoca efecto indirectos negativos sobre la economía mundial". O con leer, en un informe de las Naciones Unidas, que mientras son necesarios 20.000- dólares para crear un puesto dé trabajo en la industria militar, basta con 80 dólares para crear un nuevo empleo en la agricultura.

Se dan, pues, condiciones objetivas para una aproximación éntre el nuevo pacifismo y el movimiento obrero, en beneficio de una acción que contribuya de verdad a la distensión, abra la perspectiva del desarme y atienda al desmantelamiento progresivo y simultáneo de todos los bloques militares.

El medio millón de manifestan- tes que concluyó en Roma el pasado día 23 es todo un indicio acerca de las posibilidades que se ofrecen si la izquierda sabe plantear la lu cha por la paz al margen de alineamientos esterilizantes, y si quienes llegan a ella desde fuera de los partidos y de nuestra tradición entienden que la independencia del movimiento no tiene por qué ser sinóni mo de confrontación con los partidos ni tiene por qué suponer, a priori un rechazo de lo político.

Como dice E. P. Thompson en un artículo publicado en 1981: "No les estoy invitando a meterse en política, les estoy diciendo que deben po nerse en cabeza de la política e in tentar reunificar la cultura europea: de otra forma dejaría de existir toda política y toda. cultura".

es miembro del Comité Ejecutivo del PCE.

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