Una muerte anunciada

Si parafraseamos a Talleyrand cabría decir que lo sucedido en la capital de Filipinas es peor que un crimen, es un error. El asesinato del líder de la oposición, cuando regresaba del exilio, reviste todas las características de crueldad y prepotencia que definen a la dictadura de Ferdinando Marcos. Benigno Aquino había recibido numerosos avisos sobre cuál iba a ser su fin si se atrevía a pisar de nuevo suelo filipino. Su obstinación democrática le ha costado la vida. La crónica de este asesinato anunciado ha terminado, incluso, antes de lo que era previsible; el guionista dictatorial ha decidi...

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Si parafraseamos a Talleyrand cabría decir que lo sucedido en la capital de Filipinas es peor que un crimen, es un error. El asesinato del líder de la oposición, cuando regresaba del exilio, reviste todas las características de crueldad y prepotencia que definen a la dictadura de Ferdinando Marcos. Benigno Aquino había recibido numerosos avisos sobre cuál iba a ser su fin si se atrevía a pisar de nuevo suelo filipino. Su obstinación democrática le ha costado la vida. La crónica de este asesinato anunciado ha terminado, incluso, antes de lo que era previsible; el guionista dictatorial ha decidido quemar etapas y cortar por lo insano.El crimen es evidente, pero el error lo es y será todavía más. Bepigno Aquino encarnaba la posibilidad de una salida moderna y pactada de la autocracia de Ferdinando Marcos, hostigado por la acción violenta de diversos grupos revolucionarios o musulmanes que operan en distintos puntos del archipiélago. Su desaparición quiebra la opción democrática y potencia la tensión y crispación de la sociedad filipina. Error que se duplica cuando se tiene en cuenta su posible coste internacional: la situación geoestratégica de Filipinas. Pocas veces tantos intereses, filipinos y occidentales, estuvieron tan amenazados por la cerrazón de un grupo dictatorial que se agrupa junto a Ferdinando Marcos.

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