Tribuna:

Patentes de corso

La rebelión de los presidentes de las federaciones nacionales es más que sospechosa. En unos casos porque abogan por la despolitización del deporte cuando han llegado a él a través de instituciones políticas antidemocráticas; en otros, porque las auditorías revelan hasta qué punto son capaces de despilfarrar el dinero público y, en algunos, porque su incapacidad les impide afrontar los problemas actuales.La primera gran incongruencia del deporte español es el hecho de que en el Comité Olímpico figuren presidentes de federaciones no olímpicas. La segunda, que existan federaciones deportivas de ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La rebelión de los presidentes de las federaciones nacionales es más que sospechosa. En unos casos porque abogan por la despolitización del deporte cuando han llegado a él a través de instituciones políticas antidemocráticas; en otros, porque las auditorías revelan hasta qué punto son capaces de despilfarrar el dinero público y, en algunos, porque su incapacidad les impide afrontar los problemas actuales.La primera gran incongruencia del deporte español es el hecho de que en el Comité Olímpico figuren presidentes de federaciones no olímpicas. La segunda, que existan federaciones deportivas de actividades cuyo ejercicio practican palomos y perros, pongamos por caso. La mayor de todas, que estén subvencionadas y que encima el secretario de una de ellas perciba una salario superior a la subvención y que el presidente de los billaristas pida un sueldo por ocupar el sillón.

Al señor Soriano, presidente del motociclismo, no le debe absolutamente nada Ángel Nieto; a Pablo Lloréns no tiene nada que agradecerle José Higueras; Severiano Ballesteros existe a pesar de su federación; José Luis González, José Marín y Jordi Llopart no son un producto de Juan Manuel de Hoz, y la mayor gloria de Enrique Landa, presidente de Natación, es que en los Juegos Olímpicos los nadadores no se ahoguen. Lo que los presidentes desean suena a patente de corso. Y lo que sí les llenaría de gozo sería volver a la ley de Elola.

Archivado En