La Carta Europea de la Ordenación Territorial, primer compromiso internacional sobre el tema

La conferencia de ministros de Ordenación Territorial de los 21 países miembros del Consejo de Europa, que culminó ayer en Torremolinos (Málaga), logró la aprobación unánime del texto de la Carta Europea de la Ordenación Territorial, que si bien no es vinculante para los Gobiernos signatarios, cuando menos es el primer compromiso internacional que se alcanza a efectos de coordinar dicha materia.

Los miembros de la Asamblea Parlamenta del consejo solicitaron que la carta a aprobar acentuara la cooperación transfronteriza y la solidaridad con las regiones periféricas, en tanto que los alc...

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La conferencia de ministros de Ordenación Territorial de los 21 países miembros del Consejo de Europa, que culminó ayer en Torremolinos (Málaga), logró la aprobación unánime del texto de la Carta Europea de la Ordenación Territorial, que si bien no es vinculante para los Gobiernos signatarios, cuando menos es el primer compromiso internacional que se alcanza a efectos de coordinar dicha materia.

Los miembros de la Asamblea Parlamenta del consejo solicitaron que la carta a aprobar acentuara la cooperación transfronteriza y la solidaridad con las regiones periféricas, en tanto que los alcaldes europeos, entre los que se encontraba el de Lérida, Antonio Ciurana, pidieron que el texto garantizase la participación de los ciudadanos en la elaboración de la ordenación territorial a través de la Administración local. Julián Campo, ministro español de Obras Públicas y Urbanismo, replicó que no se trataba de un texto óptimo, sino del posible, y anunció que se realizarán en España seminarios para la divulgación a los ciudadanos en lo referente a dicha materia. También se solicitó de los ministros o responsables de Ordenación Territorial que trasladen los acuerdos de la citada carta y demás conclusiones de la conferencia a los titulares de otros departamentos cuyas áreas incidan sobre esta materia.Esta primera fase no estuvo exenta de pequeñas escaramuzas diplomáticas: el alcalde Lugger de Innsbruck (Austria), máximo responsable en materia de ordenación territorial de la Conferencia de Poderes Locales y Regionales de Europa, apostilló la intervención del representante turco afirmando que cualquier clarificación sobre dicha materia exige necesariamente el respeto de los derechos de los ciudadanos y de los pueblos.

La Carta Europea de la Ordenación Territorial fue redactada y presentada conjuntamente por España y Bélgica (veáse EL PAÍS del pasado miércoles). El ministro belga, Melchior Whathelet, resumió en los siguientes principios la filosofía inspiradora del texto: la ordenación territorial debe ser una preocupación de toda la sociedad; tiene que ser tratada desde una perspectiva interdisciplinar; debe ser democrática y, consecuentemente, facilitar la participación ciudadana, y, finalmente, debe reforzar la solidaridad e identidad europea. Como objetivo de la misma, citó el aseguramiento de un desarrollo equilibrado y justo de las distintas regiones, el mejoramiento de la calidad de la vida, la generación de empleo, la dotación de equipamientos sociales y la administración correcta de los recursos naturales. Whathelet recordó que en otra conferencia celebrada en 1980 en Londres fue rechazado el texto de la carta por entender ciertas naciones que la misma iba dernasiado lejos e interfería en su soberanía.

En su presente redacción, según el ministro belga, se han producido dos modificaciones en tal sentido: la carta no es un compromiso para los Estados, sino para los ministros, a quienes se insta a recomendar a sus Gobiernos respectivos que apliquen dicho texto; y se precisa que, si bien la ordenación territorial ha de ser democrática, cada país articulará conforme a sus particulares métodos el proceso de canalización de la participación ciudadana. Asimismo, se matiza la referencia a las regiones periféricas, a petición de Italia, por entender esta delegación que el anterior texto consagraba las diferencias en grado de desarrollo entre ciertos países europeos.

Julián Campo no ocultaba su satisfacción tras la aprobación de la tarta, que consideraba un éxito, toda vez que se venía discutiendo infructuosamente desde hacía cuatro años y que su redacción final había sido obra de España y Bélgica. No ocultó, sin embargo, que "hasta el último momento había habido objeciones y problemas frente a la misma por parte de varios países".

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