Tribuna:

Garrincha y Sabino

La semana, que ha tenido en Madrid todo el ambiente de las grandes jornadas a costa del enfrentamiento entre Atlético y Real, nos ha proporcionado las tristes noticias de la desaparición de dos jugadores históricos. Para el fútbol brasileño ha habido magno dolor con la muerte del pobre Garrincha. Para el español casi ha habido silencio e indiferencia cor el fallecimiento del viejo Sabino, uno de los jugadores que contribuyó al nacimiento del viejo mito de la furia española.Garrincha desapareció tras una de sus múltiples crisis alcohólicas. En el fútbol, el puesto de extremo tiene una negra his...

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La semana, que ha tenido en Madrid todo el ambiente de las grandes jornadas a costa del enfrentamiento entre Atlético y Real, nos ha proporcionado las tristes noticias de la desaparición de dos jugadores históricos. Para el fútbol brasileño ha habido magno dolor con la muerte del pobre Garrincha. Para el español casi ha habido silencio e indiferencia cor el fallecimiento del viejo Sabino, uno de los jugadores que contribuyó al nacimiento del viejo mito de la furia española.Garrincha desapareció tras una de sus múltiples crisis alcohólicas. En el fútbol, el puesto de extremo tiene una negra historia. Quienes ocupan esa demarcación tienen, por tradición, una chispa de locura, como los porteros. Los hay sin fortuna y mueren jóvenes, como Epi, Chus Herrera y Becerra. Hay extremos a quienes la vejez les alcanza en la indigencia, los hospitales o los modestos oficios, tras haber despilfarrado fortunas, como Gorostiza, Canario y Czibor. Los extremos no suelen ser gente con suerte.

Sin que casi nadie se diera por enterado, ha fallecido en Las Arenas el hombre a quien Belauste gritó aquella frase de "Sabino, a mí el pelotón, que los arrollo". Con Sabino ha desaparecido el segundo protagonista de la furia. Sabino no fue el autor de aquel gol de Amberes a Suecia; simplemente fue quien envió la pelota hacia la cabeza de Belauste, pero será imposible rememorar aquel característico estilo del balompié español sin recordar su nombre. Belauste le inmortalizó con un grito. Dicen que el fútbol tenía más emoción cuando se jugaba de oído.

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