Tribuna:TEMAS PARA DEBATE : DESTRUCCIÓN Y REIVINDICACIÓN DEL CENTRO

El andamio

Los que pudieron evitarlo no supieron hacerlo de otro modo. UCD ha desaparecido. El centro político español, tal como fue concebido, no existe más. La historia no se repite y ni siquiera se asemeja, y ahora habrá nuevas fórmulas que configurarán, poco a poco, el nuevo mapa político español de inclinada pendiente y sujeto, como todo lo humano, a constante mutación, especialmente por su flanco derecho y por el antiguo espacio que ocupó el centro.El final de UCD ha sido lento y llamativo, como corresponde a toda gran obra que sé va acabando pausadamente hasta remachar los pequeños remates. Despué...

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Los que pudieron evitarlo no supieron hacerlo de otro modo. UCD ha desaparecido. El centro político español, tal como fue concebido, no existe más. La historia no se repite y ni siquiera se asemeja, y ahora habrá nuevas fórmulas que configurarán, poco a poco, el nuevo mapa político español de inclinada pendiente y sujeto, como todo lo humano, a constante mutación, especialmente por su flanco derecho y por el antiguo espacio que ocupó el centro.El final de UCD ha sido lento y llamativo, como corresponde a toda gran obra que sé va acabando pausadamente hasta remachar los pequeños remates. Después, lo único que queda por retirar es el andamio. Eso es lo que ha sucedido.

Ahora se entiende mejor, lejos de toda indignación y desde visiones parciales, el paulatino abandono de algunos de sus más destacados forjadores. Primero, Francisco Fernández Ordóñez, con el PAD; luego, las bajas de UCD y altas simultáneas en AP; después, la creación del PDP, con los democristianos de Oscar Alzaga; más tarde, irreversiblemente, la creación del CDS, con Adolfo Suárez, y, por último, los liberales que ingresan de nuevo en lo que fue su antiguo Partido Demócrata Liberal, que fundó en su día Joaquín Garrigues, y que ahora dirige su hermano Antonio. Todos por separado, y como correspondía, una vez acabado el edificio, dejaron la obra.

Sin embargo, hoy, cuando sólo quedan los restos del andamio, no hay razones para aires de velatorio, ni ficciones funerarias, sino motivo de gallarda dignidad y de propia satisfacción para todos aquellos que activamente participaron en obra tan ingente durante el quinquenio democrático. Justo es reconocerlo.

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La reforma emprendida durante 1976 tuvo como fin el cambio del sistema político español. El paso de una dilatada dictadura a una democracia se hizo, como por milagro, sin ruido ni polvo, casi de puntillas, ante el asombro generalizado, rompiendo con los normales hábitos, por otra parte, tan nuestros. Meses antes de las primeras elecciones, los españoles se sentían confundidos ante más de 130 partidos políticos registrados. La sopa de letras, la jungla de las siglas, como se dijo entonces, nos invadía. Fue éste, entre otros motivos, los que indujeron a socialdemócratas, liberales, democristianos, reformistas y personas independientes afines a las anteriores ideologías a presentarse coaligados a las elecciones, conectando así con una gran parte de la sociedad española que les dio el triunfo, primero, y se lo ratificó más tarde, en 1979.

UCD supo desarrollar una ingente tarea. Huyó de las frases grandilocuentes, pero lo cierto es que el trabajo realizado por UCD tiene pocos precedentes históricos. Raras veces en España la derecha ha tomado la iniciativa del cambio y de la reforma. Efectuada la transición en paz, que supo dirigir magistralmente, pone en ejercicio un régimen de libertades y de derechos humanos como no los habíamos conocido nunca. Promulga una amnistía ejemplar en nuestra historia, en virtud de la cual desaparecen los exiliados y los presos políticos por vez primera en nuestro milenario devenir. Como dice Antonio Fontán, significó el final de nuestras guerras civiles. Deroga la pena de muerte. No sólo ratifica la convención europea de los derechos y las libertades, sino que acepta el recurso individual ante la Comisión Europea de Derechos Humanos. Reconoce a todos los pueblos del mundo. Elabora una reforma fiscal avanzada y progresista, que muchos la tildaron como propia de un partido socialista. Como el pluralismo no sólo se debe dar en la política, sino también en la sociedad, impulsa todo tipo de asociaciones y logra que los sindicatos y los empresarios sean interlocutores válidos frente al Gobierno y representantes auténticos de los intereses de sus afiliados, mejorando, hasta altas cotas, el entendimiento social. Empieza la gran labor de la construcción de una sociedad civil tan necesaria todavía entre nosotros. Llega a través del compromiso -lo que ahora se llama el consenso- a una Constitución pactada que consagra las libertades y los derechos de la persona y engrandece el campo de los mismos (informática, medio ambiente, etcétera). Crea, en fin, una nueva organización del Estado a través de las autonomías.

Moderación y tolerancia

Algunos piensan, no sin cierta ironía,' que UCD estableció la moderación y la tolerancia como ejes claves de toda política, y que dieron como resultado un mayor asentamiento del eurocomunismo en el PC y que el PSOE abandonara sus tesis marxistas para convertirse en una socialdemocracia moderada. Al mismo tiempo que por su derecha convertía a AP en un partido menos integrista y reaccionario. Procuró, tenazmente, diluir la nostalgia del antiguo régimen y de sus querencias involucionistas y golpistas, aunque algunos vestigios todavía quedan vivos.

Ese es, a vuela pluma, con un largo etcétera, el gran trabajo realizado por UCD, del cual sus afiliados y electores pueden sentirse satisfechos. Y luego, y además, hay que entender que los grandes pueblos, como alguien dijo, tienen la memoria corta. Los electores nunca miran al pasado. Por eso aquí no hay rencores ni malos gestos.

Quedan lejos y como anécdota las rencillas personales y las luchas por el poder. En toda comunidad humana éstas existen y nada trascendental sucede. Para sobrevivir, UCD debió articularse de otra manera. He ahí lo que no supieron hacer ninguno de sus más destacados dirigentes o de sus consejeros más fervorosos. Por una parte, UCD, quiérase o no, disguste a unos, plazca a otros, era la gran derecha española, con más de seis millones de votos. Nunca el centro ha gobernado tan ampliamente en un país. La palabra centro fue utilizada más como atracción de voto que como realidad social. Lo cual no quiere decir que no hubo ideas avanzadas por el progreso y las libertades.

Algunos dirigentes de UCD olvidaron que en el mundo europeo de hoy, al que decimos pertenecer, el mapa político se configura de forma diferente. En general, aunque existen raras excepciones, la alternativa a los partidos socialistas, cada vez más fuertes en toda Europa, normalmente se consigue articulando en coalición los partidos liberales, democristianos y conservadores. No existe, por tanto, el bipartidismo, tan cacareado, sino una cierta tendencia a la bipolarización electoral.

UCD pudo ser una agrupación de partidos, y quizá hubiera así permanecido en el futuro político, pero eligió la unificación, convirtiéndose al final en un andamio, costoso y valioso, que hay que retirar al final de la obra. En este caso, de una gran obra.

Joaquín Muñoz Peirats es miembro del Partido Demócrata Liberal.

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