Una joven heroinómana busca en Madrid, sin éxito, un centro donde pueda recibir un tratamiento

Una joven heroinómana de veintitrés años, María Antonia Muñoz Velasco, natural de Algeciras, ha sufrido la dura experiencia de chocar contra la burocracia hospitalaria. Después de pasar quince días en el Hospital Provincial de Madrid bajo un tratamiento de desintoxicación, el sábado pasado intentó cortarse las venas. A los dos días pidió el alta e, inexplicablemente, le fue concedida. Veinticuatro horas después, su estado era crítico, pero en todos los hospitales que visitó se negaron a ingresarla. Ayer, la joven continuaba todavía recorriendo Madrid en busca de un centro donde pueda ser recib...

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Una joven heroinómana de veintitrés años, María Antonia Muñoz Velasco, natural de Algeciras, ha sufrido la dura experiencia de chocar contra la burocracia hospitalaria. Después de pasar quince días en el Hospital Provincial de Madrid bajo un tratamiento de desintoxicación, el sábado pasado intentó cortarse las venas. A los dos días pidió el alta e, inexplicablemente, le fue concedida. Veinticuatro horas después, su estado era crítico, pero en todos los hospitales que visitó se negaron a ingresarla. Ayer, la joven continuaba todavía recorriendo Madrid en busca de un centro donde pueda ser recibida. La historia de María Antonia ocurre diariamente.

A los diecisiete años comenzó a pincharse, y hasta ahora no ha podido dejar la heroína. Su padre es un albañil que no ha dispuesto de excesivos recursos para mantener a sus diez hijos. María Antonia no ha trabajado nunca y, después de seis años bajo la dependencia de la droga, decidió trasladarse a Madrid para que la trataran adecuadamente."Tuve que salir de Algeciras", dice, "porque allí conozco a todos los que trafican con caballo (heroína), y yo quiero dejarlo". María Antonia estuvo internada en varios centros para toxicómanos, pero no logró salir de ello. En las Navidades pasadas fue ingresada en la residencia sanitaria Punta Europa, de Algeciras, donde los equipos médicos certificaron en febrero pasado el siguiente juicio clínico: endocarditis aguda, hepatitis aguda reactiva, embolismos múltiples pulmonares, dudosa valvulopatía residual y trastornos del ritmo".

Voluntariamente, María Antonia ingresó en el Hospital Provincial de Madrid y fue internada en los servicios psiquiátricos del centro, donde tuvo que compartir la habitación 279 con una mujer de cincuenta años que sufre fuertes desequilibrios psíquicos. Le prohibieron el régimen de visitas y no pudo soportarlo. El pasado sábado intentó cortarse las venas, y el lunes pidió el alta voluntaria, que le fue concedida, sin más, a pesar de su grave estado.

'Colgados' de tranquilizantes

A las venticuatro horas, María Antonia se encontraba tirada. Sin un duro y sin probar bocado, tuvo la suerte de encontrar en un bar del barrio madrileño de Malasaña a un joven, Carlos Fominaya, que comprendió su estado y está haciendo todo lo posible para ayu darla. La llevó a su casa, pero no pudo dormir en toda la noche "porque cada vez que me despistaba se metía un par de pastillas de Valium 10, y me dijo que ya se había tragado varias de golpe antes de encontrarme".A la mañana siguiente, Carlos se dedicó a buscar centros donde pudieran atender a la muchacha convenientemente, pero el resultado fue negativo. En ningún centro oficial de Madrid existen unidades especiales para el tratamiento de toxicómanos que sufren el primer período del síndrome de abstinencia. Su única solución es un centro psiquiátrico, donde los colgados (saturados de droga) tienen que convivir y compartir sus habitaciones con enfermos mentales. "Reci ben grandes dosis de tranquilizantes", dice Carlos, "y a los quince días les sueltan y ya no están colgados de caballo, pero sí de pastillas y de Valium".

En un centro de la Cruz Roja es pecializado en el tratamiento de toxicómanos, María Antonia tampoco pudo ser atendida. Allí no puede internarse a nadie, sólo se pasan consultas, y ya hay una larga lista de espera. Carlos comenzó a desesperarse, porque nadie le hace caso. Tuvo que pedir un taxi, meter como pudo a María Antonia en el automóvil y llevársela de nuevo al punto de partida: urgencias del Hospital Provincial.

María Antonia pasó la tarde en el centro. Algunos análisis, varias pruebas y un nuevo certificado que unir a su larga colección fue todo el resultado de la desesperante búsqueda. Carlos no podía más que sonreír irónicamente ante las explicaciones del doctor de guardia. Ayer la carrera continuó en el Primero de Octubre y en el hospital psiquiátrico Alonso Vega. Los resultados fueron también negativos. La búsqueda continúa.

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