Tribuna

Los sondeos y las urnas

Una y otra vez, durante la campaña electoral, los políticos candidatos o no, los comentaristas, los periodistas que sólo sirven a una causa, los estados mayores y los gabinetes de prensa de los partidos, se entregan con denuedo a un obsesivo trabajo: despreciar los sondeos de opinión, demoler sus resultados cuando les son desfavorables.Tarea vana, casi siempre. Porque las urnas, una y otra vez, acaban ofreciendo similares resultados que los pronosticados por sondeos.

En muchas ocasiones me he preguntado por qué este empeño, por qué este afán de atacar a una digna profesión y a este medi...

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Una y otra vez, durante la campaña electoral, los políticos candidatos o no, los comentaristas, los periodistas que sólo sirven a una causa, los estados mayores y los gabinetes de prensa de los partidos, se entregan con denuedo a un obsesivo trabajo: despreciar los sondeos de opinión, demoler sus resultados cuando les son desfavorables.Tarea vana, casi siempre. Porque las urnas, una y otra vez, acaban ofreciendo similares resultados que los pronosticados por sondeos.

En muchas ocasiones me he preguntado por qué este empeño, por qué este afán de atacar a una digna profesión y a este medio de conocimiento de la realidad política. ¿Hasta cuándo vamos a soportar que se quiera callar la voz de los sondeos de opinión, incluso de los correctamente realizados?.

En la última campaña, un columnista de Abc se atrevió a decir que si los encuestados, "en vez de trabajar en España, aventurasen sus profecías en Italia, ya les habrían diagnosticado el mal de jettadura". ¿No les correspondería a muchos encuestadores responderle a este señor que, además de no poseer ese mal, se les hacen intragables los articulos dogmáticos y farragosos que él escribe y que muy pocos llegan a terminar de leer?

Y no es esto lo peor. También hay que contemplar cómo algunas instituciones gubernativas se arrogan la disponibilidad exclusiva de encuestas oficiales (¿qué quiere decir encuesta oficial?), cuyos datos nunca revelan ni explican suficientemente, y que, sin embargo, desdicen o rectifican las que se publican y financian con medios privados.

En estos últimos años no han salido a la luz pública encupstas preelectorales, financiadas con dineros públicos. Sólo han servido a una de las formaciones políticas y no a todas, como hubiera sido lo equitativo. El sondeo publicado (y financiado) por EL PAIS el día 22 de octubre de 1982, realizado por Sofemasa, ha sido la piedra de escándalo durante una semana. Montañas de artículos se han escrito para desprestigiarlo, decenas de declaraciones públicas hemos oído calificándolo de manipulado. En justicia, habría que pedirles a todas esas personas que se tomaran el mismo trabajo para reconocer su equivocación, y que: reflexionen sobre el daño inferido durante estos siete días a un equipo de doscientas personas, que no hicieron otra cosa que trabajar con independencia y objetividad sin importarles que los resultados dieran ganador a uno u otro partido.

La encuesta de Sofemasa ofrecía, además, el pronóstico electoral para cada uno de los 52, distritos electorales, con indicación de votos y escaños. Las urnas han demostrado que en 34 provincias el acierto fue pleno y en las dieciocho restantes hubo sólo ligeras desviaciones.

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¿Alguien podría atreverse ahora a acusar a Sofemasa o a EL PAIS de haber manipulado la encuesta en favor de algún partido?

Me pregunto si en las próximas elecciones (legislativas o municipales) se repetirá este delirante baile de acusaciones y descréditos.

Quiero creer que en 1986, los que no saben lo que es un sondeo de opinión, callen su lengua o guarden su pluma, y quienes lo sepan aprendan para siempre la dura lección de oírlos y respetarlos.

Ginés Garrido es director de estudios de mercado y opinión de Sofemasa y vicepresidente de la Asociación Española de Estudios de Opinión y Marketing (AEDEMO).

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