Tribuna:

Sobre la 'mayoría natural'

La fórmula mayoría natural para expresar un acuerdo del centro y de la derecha, cerrando filas contra una posible mayoría socialista en las próximas elecciones, suscita, desde que se planteó, mi interés intelectual. No se trata de una curiosidad inmediatamente política, como la que ha conducido a su rechazo por la UCD de Landelino Lavilla, aunque, naturalmente, sí es indirecta o mediatamente política. La concreción de esa curiosidad, en una reflexión sobre el concepto mayoría natural, sugiere consideraciones con influencia en la política, pero que trascienden al coyunturalismo de...

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La fórmula mayoría natural para expresar un acuerdo del centro y de la derecha, cerrando filas contra una posible mayoría socialista en las próximas elecciones, suscita, desde que se planteó, mi interés intelectual. No se trata de una curiosidad inmediatamente política, como la que ha conducido a su rechazo por la UCD de Landelino Lavilla, aunque, naturalmente, sí es indirecta o mediatamente política. La concreción de esa curiosidad, en una reflexión sobre el concepto mayoría natural, sugiere consideraciones con influencia en la política, pero que trascienden al coyunturalismo de unas elecciones y de una lucha por el poder, para insertarse en problemas más generales de la mentalidad conservadora de la derecha española imprescindibles para explicar muchos acontecimientos de nuestra historia enraizados en su protagonismo. La primera reflexión constata que esa derecha que utiliza el término abandona posiciones autoritarias para aceptar el juego democrático de las mayorías y las minorías. No rechaza el sufragio niversal. Los que lo rechazan, dirá agudamente Kelsen, son los que nunca pueden ganar unas elecciones por ese sistema. Aceptan las reglas del juego y la reversibilidad del poder. Me parece que la valoración debe ser positiva. Es indudable que la Alianza Popular de Manuel Fraga ha contribuido a la consolidación y a la estabilidad de la democracia española atrayendo a su seno a sectores conservadores que antes no pensaban así, quizá porque su mentalidad no había sido, hasta entonces, manchada por el pensamiento. El tiempo dirá si esa inserción es duradera y sincera en algunos sectores que abandonan la ultraderecha, quizá por el voto útil.

Por otra parte, que cualquier opción política pretenda alcan-

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Gregorio Peces-Barba es catedrático de Derecho en la Universidad de Madrid y militante del PSOE.

Sobre la 'mayoría natural'

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zar la mayoría es igualmente razonable, porque su meta es el poder para aplicar su concepción del individuo, de la sociedad y del Estado. Lo que empieza a resultarme poco comprensible es la calificación de natural con la que el profesor Fraga y sus compañeros la adjetivan. Me resulta un término ambiguo, confuso y que incluso puede resultar, en sus raíces últimas, contradictorio con la misma relación mayoría-minoría y con los principios de pluralismo y de tolerancia imprescindibles en una sociedad democrática.

En primer lugar, la calificación de natural a una mayoría política evoca aquella imposible empresa de escalar el cielo, de pretender deducir de la naturaleza en general, y de la naturaleza humana en particular, verdades o normas de conducta aplicables a la vida social humana, como las leyes físicas que describen los fenómenos.

La mayoría natural parece responder al imposible idealismo de considerar la agrupación de hombres -la mayoría- en torno a verdades políticas incontrovertibles, basadas en la naturaleza. La vieja doctrina del derecho natural perdió su crédito científico por la falta de acuerdo entre los distintos autores respecto a la norma fundamental de la que se deducirían los contenidos materiales de ese llamado derecho natural, es decir, porque habría tantas doctrinas del derecho natural como autores que las sostuvieran. Esta idea de la mayoría natural carece del impulso que tuvo el viejo ¡usnaturalismo e incide en los mismos errores de fondo. Una norma o un criterio de agrupación política no pueden deducirse de la naturaleza, sino del libre juego de la razón y de la voluntad en un momento histórico, teniendo en cuenta el conjunto de factores sociales que operan en ese momento. Hablar de mayoría natural niega la historia y supone que esa mayoría es idéntica en cualquier tiempo, en el siglo XVIII o en el XX, en 1950 o en 1982, y eso es un sinsentido. Y si no es eso, ¿qué se pretende decir?

También me parece un error importante para la derecha española mantener ese punto de vista de la llamada mayoría natural, que empaña y oscurece la apuesta por la democracia que ha hecho, por ejemplo, Alianza Popular y que valoro tan positivamente en este artículo. Creo que empaña y oscurece ese paso adelante de la derecha española que Fraga representa, clave para la democracia y para la Constitución material que sostiene a la Constitución formal, como lo son también el mantenimiento en el centro de la UCD de Lavilla y el gigantesco esfuerzo de adaptación del socialismo del PSOE de Felipe González a las condiciones actuales de nuestro país. Supone, hablar de mayoría natural, rasgos de inseguridad en su propia oferta, de dogmatismo, y puede implicar una radicalización de los enfrentamientos entre las diversas opciones políticas y un aumento innecesario de las tensiones, hasta ahora no presentes en la vida de la democracia española.

Me parece que mayoría natural expresa una cierta inseguridad en el valor de sus propuestas programáticas, que se pretenden reforzar intentando extraerlas de una hipotética naturaleza que las hace verdaderas. Con eso se pretende también tranquilizar y asegurar a sectores sociales conservadores que buscan ese valor seguridad como supremo. Sin embargo, muchas veces he dicho que la seguridad no es mercancía que se pueda expedir en el mercado de la inteligencia que persigue la verdad posible, en este caso política. Es un esfuerzo inútil y una ilusión imposible que desorienta al ciudadano conservador, o de derechas, y le puede llevar a actitudes intransigentes o dogmáticas. Un programa se debe justificar por su utilidad para defender los valores o intereses que asume afrontando limpiamente su confrontación con otros programas diferentes, expresión todos ellos del pluralismo existente en la sociedad democrática, sin escudarse en un fundamento natural que no existe.

¿Qué consecuencias puede traer en los ciudadanos normales, por supuesto deseosos de seguridad, un planteamiento político que pretende establecer una mayoría que se considera natural? Probablemente, en muchos casos, una creencia dogmática en ese programa y una defensa intransigente del mismo, cerrándose a las partes de verdad que toda opción política distinta aporte. Estamos así en la hipótesis que maneja Bentham, que conduce a un fanatismo armado de un dogma natural, que no es para él un error inocente, sino que pasa de la especulación a la práctica y es causa de guerras y violencias en muchos países. En nuestro país ese talante, que ha existido también en otras perspectivas del espectro político, es causante de muchas páginas negras de nuestra azorosa historia.

Ese dogmatismo, que deriva necesariamente de la afirmación de la naturalidad de una mayoría, se potencia en España, donde somos muy dados a las afirmaciones absolutas y tajantes, apoyadas, en este caso, por la citada apelación a la naturaleza. Refuerza el espíritu de cruzada que el juez Holmes caricaturizó con buen humor:

"... No le basta al caballero de la novela que convengáis con él que su dama es una muchacha muy bonita; si no admitís que es la criatura más bella que Dios haya creado o que jamás creará, tendréis que concurrir al desafío. Todos los hombres sienten la necesidad del ideal, tanto que el pobre diablo que no tiene otro camino para alcanzarlo, lo consigue con la embriaguez...".

La mezcla de seguridad y de dogmatismo que produce la creencia de que se defienden unas posiciones políticas naturales, es decir, verdaderas, acentúa una tendencia entre los partidarios de la mayoría natural que no pasan por el tamiz de la crítica esas afirmaciones similar a la del caballero de la novela. Todas las restantes opciones políticas serán artificiales, es decir, falsas, y en ese supuesto todo está justificado. Los que no faciliten la construcción de la mayoría natural pueden ser enemigos a exterminar. El miedo a la libertad podría exacerbar el amor a la muerte, en esos supuestos, frente a la necesidad de reafirmar el amor a la vida propio de una vida democrática sana, y se podría llegar a una auténtica situación patológica. Ese temor absurdo que algunos manifiestan a una victoria socialista es expresión de ese planteamiento y justificación de esa dramática llamada a la, formación de un frente antisocialista. El dogmatismo, la creencia radical en la verdad propia, y el desprecio anti por las posibles verdades ajenas es una puerta a la violencia.

Me parece que estos resultados no son queridos por quienes han lanzado, un poco irreflexivamente, el término mayoría natural. Creo que Alianza Popular y los grupos políticos que coincidan con sus planteamientos tienen todo el derecho de defender el programa que consideren más adecuado para sus intereses y para sus fundamentos filosóficos e ideológicos y de intentar ganar las elecciones con él. El prescindir de esa terminología no puede perjudicar esas intenciones y, sin embargo, puede ayudar a evitar malas consecuencias y alejar la potenciación del dogmatismo, del fanatismo y del enfrentamiento civil.

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