La colección 'Tebeos de entonces' nace para recuperar a los grandes maestros de la historieta

Los fantásticos héroes que nutrieron la imaginación de los niños de la posguerra reviven en la colección Tebeos de entonces, cuya edición acaba de ser acometida por Ibercomic, una empresa editorial que recupera así la obra de los grandes maestros de la historieta de los años cuarenta: Emilio Freixas, Juan García Iranzo, Blasco, José Laffón o Eugenio Giner. Fuera de la ley, una aventura del Oeste, El pirata desconocido y La ciudad del Gong, son las tres historias de Iranzo que aparecen en los dos primeros números de la colección.

Todas estas series se publicaron por capítulos en el s...

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Los fantásticos héroes que nutrieron la imaginación de los niños de la posguerra reviven en la colección Tebeos de entonces, cuya edición acaba de ser acometida por Ibercomic, una empresa editorial que recupera así la obra de los grandes maestros de la historieta de los años cuarenta: Emilio Freixas, Juan García Iranzo, Blasco, José Laffón o Eugenio Giner. Fuera de la ley, una aventura del Oeste, El pirata desconocido y La ciudad del Gong, son las tres historias de Iranzo que aparecen en los dos primeros números de la colección.

Todas estas series se publicaron por capítulos en el semanario juvenil Chicos que salía a la calle en los años cuarenta y han sido reproducidas mediante un delicado procedimiento fotográfico, respetando el formato original y la calidad del papel. Se estima que esta costosa elaboración, casi artesanal, justifica el elevado precio, 900 pesetas de cada número de la colección. Por otra parte, las tiradas son muy cortas y la distribución restringida, como es habitual en las publicaciones de este tipo destinadas un número limitado de lectores entre especialistas, coleccionistas y viciosos del comic.En la misma línea de recuperación de los padres de la historieta Ibercomic lanza una serie de ediciones facsimilares, en breves tiradas de quinientos ejemplares, de aquellos tebeos que se vendían en los quioscos por 25 céntimos. En ella reaparecen algunos personajes inolvidables para los niños lectores de entonces; Antonio Barbas, especie de ácrata furibundo entre la delincuencia y la marginalidad, creado por Iranzo; Kosman, el hombre de los espacios, en el estadio más primitivo de la ciencia ficción; el aventurero indio Rajcobra, de Laffón, o El espadachín de hierro, de Gago.

Malvados sanguinarios y crueles o esforzados paladines, caballeros ennoblecidos por el afán de la aventura, la conquista del honor o la venganza, capaces de arrostrar las hazañas más increíbles por el triunfo de la justicia, la verdad o la coronación de la gloria. Así, en contraste maniqueo de buenos y malos, de blanco y negro, se perfilan los personajes del comic de posguerra, un documento sociológico plagado de claves que permiten interpretar los sueños y temores colectivos de una sociedad convaleciente.

En las creaciones de la nómina de dibujantes que acuñaron un estilo en el mundo de la historieta existe, sin embargo, un vigor plástico y expresivo digno de mérito, sobre todo teniendo en cuenta que trabajaban compulsivamente, a instancias de la necesidad de subsistencia.

Casi todos ellos, además partían de cero, aprendiendo sobre la marcha como auténticos autodidactas deudores de sus predecesores preferidos. Sin ser buenos dibujantes, ni buenos escritores, en la mayoría de los casos, llegaron a ser con el tiempo y la experiencia verdaderos virtuosos de la historieta; autores que saben contar una historia en imágenes y hacen disfrutar con ella.

Todos ellos fueron incansables inventores de peleas, duelos a espada, riñas a puñetazos, furiosas cabalgadas, luchas con fieras y aventuras que produjeron un impacto imborrable en la imaginación de los niños que hoy ya han cumplido los cuarenta.

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