Próximo relevo del delegado del Gobierno en el País Vasco

Marcelino Oreja, martillo de peneuvistas y suaristas

Duramente criticado y desautorizado por los nacionalistas del PNV, con quienes ha tenido innumerables enfrentamientos, todos coinciden en que el balance, en lo que a relaciones entre los dos Gobiernos se refiere, ha sido negativo. Marcelino Oreja se queja de haber sido víctima de un permanente desprestigio por parte de los nacionalistas. Estos, a su vez, acusan al delegado de haber intentado crear un contrapoder centralista en una autonomía recién nacida.La asignatura pendiente de las transferencias que la Administración central debía realizar al País Vasco, en un complicado proceso de negocia...

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Duramente criticado y desautorizado por los nacionalistas del PNV, con quienes ha tenido innumerables enfrentamientos, todos coinciden en que el balance, en lo que a relaciones entre los dos Gobiernos se refiere, ha sido negativo. Marcelino Oreja se queja de haber sido víctima de un permanente desprestigio por parte de los nacionalistas. Estos, a su vez, acusan al delegado de haber intentado crear un contrapoder centralista en una autonomía recién nacida.La asignatura pendiente de las transferencias que la Administración central debía realizar al País Vasco, en un complicado proceso de negociaciones; el plan de establecer una verdadera aproximación entre los dos Gobiernos, mediante la presencia de representantes del Estado en la comunidad autónoma, entre las que destacan las visitas del ex presidente Suárez y de los Reyes, y la vigilancia del estricto cumplimiento de la Constitución y del Estatuto fueron las causas que llevaron a Marcelino Oreja a aceptar el cargo de delegado del Gobierno, cuando el presidente Suárez prescindió de sus servicios como ministro de Asuntos Exteriores.

El diplomático donostiarra, procurador en las Cortes franquistas y consejero del Movimiento y ministro de Asuntos Exteriores en el Gabinete de Suárez, tomó posesión de su cargo en octubre de 1980. A pesar de que la calificación de su cargo como gobernador general desagradó profundamente a los nacionalistas vascos, porque en esa denominación veían un aumento del aparato del Estado en la comunidad autónoma, Marcelino Oreja, como persona, fue muy bien recibido en un principio en el Gobierno de Vitoria.

Fue el propio lendakari, Carlos Garaikoetxea, el que dijo congratularse por el nombramiento de una persona como Marcelino Oreja, por sus condiciones políticas y humanas. La "evidente cualificación y experiencia política", sumada al "conocimiento profundo de esta tierra, en donde tiene hundidas sus raíces", fueron destacados por el presidente del Gobierno vasco, quien, en aquellas fechas, señaló que el nombramiento de Oreja debía contribuir al desarrollo estatutario.

El primer incidente serio, con el viaje real

Cuando el ex ministro de Asuntos Exteriores puso el pie en el País Vasco como delegado del Gobierno, estaba en pleno auge la campaña de ETA Político-Militar contra militantes de UCD, campaña que se cobró dos vidas, y Marcelino Oreja, aunque intentaba distanciarse de las tareas de su partido, vivió muy de cerca las tensiones de las filas centristas, que luego desencadenarían las más furibundas críticas del sector moderado contra Adolfo Suárez, por no haberse desplazado hasta el País Vasco para asistir a los funerales de sus militantes.

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La primera gestión de coordinación, plasmada en el viaje del presidente Suárez, que consiguió acelerar las negociaciones sobre los conciertos económicos; la constitución del Cuerpo de la Policía Autónoma y de la Junta de Seguridad y el continuo desplazamiento de representantes del Estado a Euskadi fueron las primeras tareas del delegado del Gobierno, que, en su etapa inicial, despachaba habitualmente con el presidente del Gobierno vasco para tratar la problemática general de la comunidad autónoma.

Sin embargo, la preparación de la visita de los Reyes al País Vasco, en febrero de 1981, provocó las primeras tensiones serias entre el Gobierno vasco y Marcelino Oreja. La visita fue preparada, en un principio, por el delegado del Gobierno, en colaboración con el entonces ministro de Administración Territorial, Rodolfo Martín Villa, y ambos se la comunicaron al lendakari confidencialmente. Garaikoetxea y el Partido Nacionalista Vasco se mostraron muy sorprendidos por la urgencia de las fechas, ya que, cuando fueron consultados con anterioridad, se manifestaron partidarios de que el viaje de los Reyes coincidiera con la aprobación en las Cortes de los Conciertos Económicos, que se produciría cuatro meses después.

Al Gobierno vasco le molestó mucho la preparación del viaje a iniciativa de Oreja, a quien puenteó, en el último momento, tratando directamente con la Casa Real los detalles del itinerario. El ejecutivo autónomo y el PNV, que criticaron el protagonismo que se había arrogado el delegado del Gobierno en la decisión de preparar el viaje, cambiaron el programa según su criterio, ya que Marcelino Oreja, en su plan de visita, había olvidado "que el Parlamento vasco, junto al Gobierno de esta comunidad, debía ser el anfitrión por excelencia".

A partir del momento en que Leopoldo Calvo Sotelo fue elegido presidente de Gobierno, Marcelino Oreja fue mucho más rígido en la vigilancia del cumplimiento constitucional y protagonizó las primeras pugnas políticas con el Gobierno vasco.

Así, cuando el Gabinete de Carlos Garaikoetxea se mostró dispuesto a asumir el mando efectivo de la lucha antiterrorista, Marcelino Oreja respondió que el deber del Gobierno vasco era respaldar directamente a las fuerzas del Estado. Mientras los nacionalistas no han dejado de reclamar poderes en la lucha antiterrorista, el delegado de Madrid ha insistido en que tal competencia es exclusiva de la Administración central y ha emplazado constantemente al Gobierno vasco para que muestre un espíritu solidario con las fuerzas de seguridad del Estado.

Arzallus, su 'bestia parda'

Si hay que mencionar una sola persona de todo el espectro político vasco que haya desautorizado desde siempre a Marcelino Oreja como representante del Estado en la comunidad autónoma, ése es Javier Arzallus, el presidente del Consejo Nacional del PNV.

Precisamente el conocimiento de la trayectoria política anterior de Marcelino Oreja y su celo en potenciar la presencia del Estado en la comunidad autónoma provocaron tal reticencia en el líder nacionalista que, aún en estas fechas, no le ha recibido ni una sola vez. Las constantes misivas que le ha enviado Oreja han obtenido, por parte de Arzallus, la callada por respuesta. Dicha actitud se extendió rápidamente al conjunto de los dirigentes del mencionado partido.

Cuando dos días después de que el lendakari Garaikoetxea convocara a partidos y sindicatos para comunicarles el mensaje de Leopoldo Calvo Sotelo, tras el primer encuentro de los dos políticos, Marcelino Oreja hizo lo propio en su residencia de Los Olivos, el único partido que no acudió a intercambiar impresiones con el delegado fue el PNV. Sin embargo, Arzallus ha mantenido a lo largo del año diversos contactos con el ahora ex presidente de la UCD vasca, Jesús María Viana, cuyos enfrentamientos con Oreja son de todos conocidos.

Javier Arzallus explicaba a EL PAIS las razones de su actitud en los siguientes términos: "Cuando Oreja dejé, de ser, sorpresivamente, ministro de Asuntos Exteriores, vino a Vitoria con los ojos puestos en Madrid. Yo entiendo en política las ambiciones personales, pero su actuación en el País Vasco ha sido funesta".

Para el líder nacionalista, el delegado del Gobierno hubiera debido tender un puente entre los dos Gobiernos, "explicar realmente la problemática de Euskadi en Madrid; intentar crear una verdadera corriente de comprensión, pero no sólo en Madrid o sólo aquí, sino recíprocamente; establecer un verdadero diálogo entre los partidos políticos vascos y Madrid e incluso intentar crear un puente de negociación hasta con ETA. Pero ha cometido el error de reivindicar tan sólo, la presencia de Madrid, intentando crear un contrapoder en una autonomía recién nacida, llena. de suspicacias y problemas internos. Su obsesión ha sido defender a España por encima de todo, como si esto fuera Guinea Ecuatorial. Esto es imperdonable".

Los pactos autonómicos o la guerra fría

En cuanto se plasmó en un papel la firma de UCD y PSOE en relación los pactos autonómicos, se desencadenó una guerra fría entre el Gobierno vasco y el delegado del Gobierno central, guerra que, en algunas ocasiones, ha repercutido en incidentes protocolarios.

Desde entonces se acabaron las visitas habituales de Oreja a Garaikoetxea, a quien sólo ve ahora en las visitas con Calvo Sotelo o en actos públicos.

Marcelino Oreja, que reconoce la dificultad de su papel en un cargo cuyas funciones no están claramente delimitadas, admite que, desde la firma de los pactos autonómicos, el Gobierno vasco le ha ignorado por completo. En su opinión, la. lucha contra la LOAPA es "un nuevo símbolo de la mitología vasca".

No obstante, el delegado del Gobierno tiene la convicción de que él, u otra persona en este cargo, siempre tendrá problemas con un "Gobierno nacionalista radicalizado", ya que se da la circunstancia de que el partido que gobierna en la comunidad autónoma no es el mismo que el que ostenta el poder en el Estado. "Aquí hay vocación de nación", señala Oreja; "se está pensando en un modelo de Estado federal como otros que existen, sin la figura del delegado. Por eso mi papel siempre será problemático".

Marcelino insiste en que su puesto, en una comunidad como la vasca, con un gobierno nacionalista, es "tremendamente duro" y que, ante las constantes críticas que ha recibido, tenía dos opciones: la automarginación o la radicalización. Indudablemente, según él mismo reconoce, ha optado por ésta última.

Más enemigos como presidente de UCD

Cuando Marcelino Oreja decidió presentar su candidatura a la presidencia de UCD en el País Vasco, con el ánimo explícito de dar un giro de 180 grados a la etapa suarista, que hasta entonces había caracterizado al partido centrista, sabía que se iba a encontrar con grandes dificultades.

La lucha abierta por el poder en la UCD del País Vasco, meses antes de la celebración del congreso de enero, alcanzó las cotas más agrias cuando el entonces presidente de los centristas, Jesús María Viana, pidió públicamente la dimisión de Marcelino Oreja como delegado del Gobierno, por haber invitado a cenar en su residencia oficial a Manuel Fraga Ir¡barne, junto con otros representantes de Alianza Popular y personalidades significativas de la banca. Ya entonces, Viana señaló que el hecho le parecía sumamente grave, porque sospechaba que un sector de UCD del País Vasco buscaba establecer pactos con Alianza Popular.

Tras el congreso centrista, que supuso una clara victoria de Oreja, éste tuvo que continuar en el cargo de delegado del Gobierno, porque así se lo aconsejó Calvo Sotelo. Esta doble función le ha provocado tensiones con la mayoría de las fuerzas políticas del País Vasco -a excepción de los socialistas, que nunca se han planteado una lucha abierta contra su actuación-, entre las que cabe destacar la beligerancia de los nacionalistas y la de los propios centristas de tendencia suarista.

Oferta antinacionalista

Desde que asumió su papel como presidente de la UCD vasca, el Gobierno nacionalista ha prescindido todavía más de su función de delegado del ejecutivo central en el País Vasco. Por su parte, Oreja se ha preocupado más de concretar su oferta electoral antinacionalista, lo cual ha provocado aún más tensiones con el PNV.

Con la mayoría de las transferencias cumplidas, la visita de los representantes del Estado consumadas y cierta normalización del país, podría parecer que el papel del delegado del Gobierno en la comunidad autónoma pasaría a segundo plano. Sin embargo, tanto él como sus principales opositores, Gobierno vasco y PNV, ven necesaria su existencia. Acaso la diferencia resida en la concreción de sus funciones: para unos, sobre todo, garantizar la presencia del Estado en la comunidad autónoma; para otros, la clave de la normalización reside en que la voz del delegado se oiga en Madrid y en Euskadi, indistintamente.

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