Repercusiones de la reunión del Comité Central del PCE

La linea Sartorius obtuvo menos apoyo de lo esperado frente a las posiciones defendidas por Carrillo

La maratoniana reunión del comité central del Partido Comunista concluyó en la madrugada del domingo con una constatación: Santiago Carrillo continúa dominando el máximo órgano del partido entre congresos. El dimitido vicesecretario general del PCE, Nicolás Sartorius, se vio desasistido de muchos de sus fieles y, a la hora de la verdad, la resolución emanada del comité central e inspirada, de alguna manera, por Carrillo, obtuvo muchos más votos de lo esperado: 67 a favor, 4 en contra (todos ellos inspirados en razones más personales que colectivas) y 12 abstenciones, entre las que se mezclaban...

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La maratoniana reunión del comité central del Partido Comunista concluyó en la madrugada del domingo con una constatación: Santiago Carrillo continúa dominando el máximo órgano del partido entre congresos. El dimitido vicesecretario general del PCE, Nicolás Sartorius, se vio desasistido de muchos de sus fieles y, a la hora de la verdad, la resolución emanada del comité central e inspirada, de alguna manera, por Carrillo, obtuvo muchos más votos de lo esperado: 67 a favor, 4 en contra (todos ellos inspirados en razones más personales que colectivas) y 12 abstenciones, entre las que se mezclaban la del propio Sartorius y las de los hombres de Comisiones.

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Los miembros del comité que, a su vez, pertenecen al Partido Socialista Unificado, de Cataluña (PSUC), se mostraron mucho más tibios en su apoyo a los renovadores de Sartorius de lo que los observadores hubiesen esperado al iniciarse la sesión. Antoni Gutiérrez, que actuó como negociador entre ambas partes, no pudo olvidar, sin duda, que había sido Carrillo, con su apoyo, quien "purificó" el PSUC. Y, al final, acabó inclinándose del lado mayoritario.Culto a la personalidad

Ello constituye una buena muestra de las dificultades que supone una auténtica renovación del PCE a partir de sus órganos de gobierno. La reunión del comité ejecutivo, a comienzos de la pasada semana, en la que dimitió Marcelino Camacho y en la que el sector más duro atacó furibundamente a Sartorius, fue un toque de alerta para el secretario general del partido. Y, cuando Camacho pidió la dimisión de Carrillo, éste se lanzó a una más de sus huídas hacia adelante, presentando la dimisión ante un comité central que de antemano ni podía ni quería aceptarla. No podía, primero, por la falta de nombres de recambio y, segundo, ante la inminencia de las elecciones generales. Ni quería, porque, como se demostraría hasta la saciedad, la inmensa mayoría del comité central es carrillista.

Gran parte de los tres días de agotadoras sesiones del comité central se consumió con turnos de oradores que cantaban las excelencias del secretario general dimitido y la necesidad de que tal dimisión no fuese aceptada. Y, así, lo que pudo haber sido un verdadero debate de fondo sobre los aspectos que fallan en el PCE y que le llevan a presentarse como derrotado de antemano ante las elecciones, quedó para mejor ocasión. Esta fidelidad de la "vieja guardia", algunos de cuyos componentes no son tan viejos, tendrá, sin duda, su premio. Ya se rumorea que el secretario del PC asturiano, el duro Gerardo Iglesias, podría ver recompensadas sus ardientes intervenciones a favor de Carrillo ocupando el lugar dejado vacante por Sartorius.

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Ello significa que la crisis no está cerrada y que la dirección comunista se encuentra cada vez más separada de las bases del partido, que muestran su rechazo con una creciente desafiliación: seis mil militantes quedan hoy en Madrid, cuando este número era casi cinco veces mayor hace cinco años. Carrillo no puede desprenderse fácilmente de esta "vieja guardia", compañera en tantas circunstancias heroicas, pero escasamente válida en la hora política actual. Ni sabe desprenderse de quienes, menos veteranos, consolidan una posición en el partido a base de adhesiones incondicionales. Paralelamente, el veterano líder del PCE acusa a diestra y siniestra de prosovietismo -una peligrosa arma arrojadiza hoy en el PCE- a sus rivales. Y así, con cada nueva victoria sobre éstos, Carrillo se va dejando jirones del partido.

Esta vez, los jirones han consistido, por un lado, en Nicolás Sartorius, tantas veces definido como la esperanza blanca del PCE, una de las grandes bazas a la hora de intentar consolidar un eurocomunismo "a la italiana"; por otro, en una irritación cada vez más patente en el seno de Comisiones Obreras, que ve cómo la dependencia del partido contribuye a que unas derrotas sucedan a otras: Seat, Fasa, Ensidesa, La Camocha ... El enfrentamiento Sartorius-Camacho roza ya los límites de lo personal y la imagen del dimitido vicesecretario general negándose a aplaudir a Carrillo tras su discurso final, con puertas abiertas -al fin- a la prensa, es todo un símbolo de la imposibilidad de que las cosas vuelvan a ser lo que eran.

Con estos datos en la mano, la valoración de la sesión del comité central del pasado fin de semana no puede ser sino negativa. Los principales temas a debate -análisis de la campaña andaluza y preparación de las generales, ampliación del comité ejecutivo y del secretariado- quedaron para una posterior sesión del comité, a celebrar dentro de unos diez días. Se ha perdido la colaboración de Marcelino Camacho en el ejecutivo y, sobre todo, se ha dado un paso más hacia la pérdida de credibilidad.

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