Cartas al director

Dietas para gatos

He leído con profundo interés las observaciones que Francisco Umbral hace en su Herrero de Miñón acerca de la alimentación de los gatos. Asegura Umbral que a los gatos les gusta más el friskis de perro que el de gato, y eso es una verdad tan verdadera y tan grande como poco reconocida en España. Es muy de agradecer que Umbral lo diga. Llevaba ya mi gato varios meses haciendo ascos a la croqueta de hígado y pescado y rehusando olfatear siquiera el aparentemente delicioso friskis de laterío para gatos propiamente dichos. Pero sucede que mi gato es una persona espartan...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

He leído con profundo interés las observaciones que Francisco Umbral hace en su Herrero de Miñón acerca de la alimentación de los gatos. Asegura Umbral que a los gatos les gusta más el friskis de perro que el de gato, y eso es una verdad tan verdadera y tan grande como poco reconocida en España. Es muy de agradecer que Umbral lo diga. Llevaba ya mi gato varios meses haciendo ascos a la croqueta de hígado y pescado y rehusando olfatear siquiera el aparentemente delicioso friskis de laterío para gatos propiamente dichos. Pero sucede que mi gato es una persona espartana y valiente que no rehúsa un rancho porque sí. Probé, por consiguiente, yo mismo la citada croqueta, y aquello era una asquerosidad inigualable que, en mi ignorancia, yo achaqué al 14,5% de fibras y cenizas que, según el análisis aproximado ofrecido en el envase, forma parte del producto. Pero cuál no sería mi indignación y mi asombro al descubrir ese mismo sábado por la tarde, al hacer la compra, guiado por la sugerencia de Umbral, toda la inmensa gama de exquisiteces y delicias que, bajo especie de lata y de croqueta, se ofrecen para el cachorrillo y para el perro. Mi gato devoró de una sentada un cierto Rin-Tín-Tín que le llevé, para cachorros, bien jugoso y rico en vitaminas que se veían a ojos vista, con, inclusive, su poquito de zanahoria y su arroz blanco para civilizar a la carnaza. Y eso, sin toques funerarios de mementos de polvo ni cenizas. Los dos únicos polvos que el producto citado contenía eran la leche en polvo -que es un polvo ya tradicional- y la levadura de cerveza -que es discreto-. El gato es el gran marginado de la dietética posfranquista. Es muy de agradecer que Umbral lo diga./

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En