Editorial:

El Congreso de Alianza Popular

HOY SE inaugura el IV Congreso de Alianza Popular, en la estela de su victoria en las urnas gallegas y con la perspectiva de un alza de sus votos en los comicios andaluces y las próximas elecciones generales. La figura contradictoria de Manuel Fraga, perdedor de todas las batallas políticas a las que se lanzó como favorito desde la muerte de Franco pero infatigable corredor de fondo y correoso encajador de derrotas en la vida pública, desempeña en su partido un papel tan predominante y absorbente que hace inimaginable la supervivencia de Alianza Popular, con sus actuales características, sin s...

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HOY SE inaugura el IV Congreso de Alianza Popular, en la estela de su victoria en las urnas gallegas y con la perspectiva de un alza de sus votos en los comicios andaluces y las próximas elecciones generales. La figura contradictoria de Manuel Fraga, perdedor de todas las batallas políticas a las que se lanzó como favorito desde la muerte de Franco pero infatigable corredor de fondo y correoso encajador de derrotas en la vida pública, desempeña en su partido un papel tan predominante y absorbente que hace inimaginable la supervivencia de Alianza Popular, con sus actuales características, sin su omnipresente liderazgo. De los cansinos y rutinarios siete magníficos de la campaña electoral de 1977, seis jinetes acampan ya en la incierta frontera que separa al golpismo de la derecha autoritaria; pero Manuel Fraga, ponente de la Constitución de 1978 y encabezador de la gigantesca manifestación popular madrileña del 27 de febrero de 1981, ha pasado el punto de no retorno de la lealtad a las instituciones democráticas. Así como Santiago Carrillo es acreedor de gratitud por haber conducido a una parte considerable de sus bases sociales hacia la legalidad constitucional, así el presidente de Alianza Popular se halla en condiciones de pasar a la historia su factura por haber realizado una tarea similar con un sector de su electorado. Conviene, en cualquier caso, recordar que Alianza Popular no se presentó las urnas, en los comicios generales de 1979, con sus siglas sino que buscó un escoramiento hacia el centro mediante la fórmula de Coalición Democrática, en la que se integraron personas tan poco afines con la clientela natural de Fraga como son José María de Areilza y Antonio de Senillosa.Este Congreso coincide con el comienzo del juicio del 23 de febrero y con el aniversario del golpe de Estado frustrado, acontecimiento que marca y potencia la estrategia futura de Alianza Popular. Manuel Fraga se presenta ante la opinión pública como un demócrata conservador o como un conservador demócrata. Como demócrata, rechaza -manteniéndose las cosas iguales- el recurso a la fuerza y el golpe militar, a la vez que critica los supuestos excesos de libertad y las presuntas faltas de autoridad que allanan, en su opinión, el terreno a la ultraderecha. Como conservador, se presenta como el justo medio ideal entre reforma y tradición, entre libertad y orden, entre unidad nacional y descentralización autonómica, entre Sociedad y Estado, mientras que augura graves y negativas consecuencias para cualquier proyecto que pretendiera instrumentar esos objetivos al margen de la Constitución y contra los mecanismos electorales.

Desde esa doble afirmación y ese doble rechazo, Fraga lanza sus venablos contra UCD y PSOE, culpables ambos, a su juicio, de no haber sido capaces, como partido del gobierno y como primer partido de la oposición, de construir un sistema democrático a la vez estable y eficaz. La pesadilla que le quita el sueño parece- precisamente la visión de un gobierno de coalición entre centristas y socialistas después de las próximas elecciones. Dado que esa combinación desplazaría del terreno de juego y de las proximidades del poder tanto a los aliancistas como a los comunistas, se entiende la batalla en dos frentes de Manuel Fraga contra ambos partidos. Sin embargo, también es lógico que los ataques contra los socialistas, con los que Alianza Popular nunca podría formar gobierno en el futuro, sean mucho mas virulentos y contundentes que las críticas a los centristas, únicos candidatos para un pacto parlamentario y un condominio del Poder Ejecutivo con los que Manuel Fraga puede contar en serio.

Todas las tensiones y conflictos internos de Alianza Popular, ahora en gran medida contenidos y remansados por su actual papel opositor pero visibles parcialmente a través de la dimisión de Pastor Ridruejo, se relacionan con sus relaciones de amor y odio, de atracción y rechazo, de necesidad y despecho, con el partido del Gobierno. Al igual que le sucede al PCE con el PSOE, Alianza Popular piensa, en sus momentos de mayor arrogancia, que UCD le ha sustraído unas bases electorales que son suyas. Y en estados de ánimo menos pasionales, postula que la identidad ideológica, política y social entre los sufragios emitidos a favor de Alianza Popular y los depositados en provecho de UCD legitima su teoría de la mayoría natural, y exige acuerdos electorales, parlamentarios y de gobierno entre ambas formaciones políticas. El paso al grupo parlamentario presidido por Fraga de tres diputados de UCD, y el ronroneo dentro de algunos sectores del partido del gobierno en favor de esa tesis, no han hecho sino confirmar la bondad de esa estrategia, frente a las tendencias, seguramente minoritarias dentro de Alianza Popular pero tal vez mayoritarias en su electorado, que sueñan con un dramático desplazamiento del cuerpo electoral que permitiera a Manuel Fraga gobernar en solitario.

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Este IV Congreso, en suma, es un simple paréntesis entre el ascenso electoral en Galicia de Alianza Popular y los próximos comicios generales, con el intermedio de las elecciones andaluzas como útil bando de prueba. Solo el resultado de las urnas constituirá ese hecho nuevo que someterá a prueba al inestable equilibrio de Alianza Popular.

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