Yugoslavia penalizará económicamente a los que viajen al extranjero

El Ministerio yugoslavo de Finanzas ha sometido a la asamblea federal un proyecto de tasa de viajes por el que todo yugoslavo que cruce la frontera hacia el extranjero tendrá que abonar un impuesto de 1.500 dinares (unas 4.000 pesetas) cada vez. La medida intenta aliviar el plan de estabilización yugoslavo, puesto en cuestión entre otras muchas cosas por la sangría de divisas que le causa al país la fiebre viajera de los yugoslavos, que, según estadísticas de Belgrado, ocupan el tercer lugar del mundo en salidas al extranjero, después de canadienses y suizos.No todos están de acu...

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El Ministerio yugoslavo de Finanzas ha sometido a la asamblea federal un proyecto de tasa de viajes por el que todo yugoslavo que cruce la frontera hacia el extranjero tendrá que abonar un impuesto de 1.500 dinares (unas 4.000 pesetas) cada vez. La medida intenta aliviar el plan de estabilización yugoslavo, puesto en cuestión entre otras muchas cosas por la sangría de divisas que le causa al país la fiebre viajera de los yugoslavos, que, según estadísticas de Belgrado, ocupan el tercer lugar del mundo en salidas al extranjero, después de canadienses y suizos.No todos están de acuerdo con ese proyecto de ley. «No hay que perder de vista sus implicaciones políticas», declaraba un diputado de Eslovenia, zona yugoslava fronteriza con Italia. La frontera italo-yugoslava, diariamente franqueada por miles de italianos en busca de artículos alimentarios y por otro tanto de yugoslavos en pos de la última moda y equipos electrotécnicos, podría sufrir un colapso económico.

Ya hace años, el puerto de Trieste vive una imparable decadencia económica. No obstante, su muelle VII es capaz de cargar y descargar simultáneamente en tres minutos dos contenedores de trece metros. Si en 1938 el 10% del tráfico portuario triestino venía de la URSS y los ahora países socialistas de la Europa central y balcánica, hoy ese porcentaje se ha reducido al 3%. Los países socialistas se orientan hacia los puertos de YugosIavia, país con el que el CAME tiene un acuerdo especial muy desarrollado.

Sólo la soja húngara proporciona anualmente a los transportes de Croacia (una de las seis repúblicas yugoslava) y al puerto de Rijeka quince millones de dólares. El diarío croata Vijesnik clamaba hace poco, en un editorial contra una política demasiado estabilizadora, que tentara a elevar los derechos portuarios. Ello espantaría la soja húngara hacia otros puertos europeos, quizá hacia Trieste.

Entre tanto, los comerciantes triestinos languidecen. Más de la mitad de las tiendas de la ciudad más oriental de Italia sobran si a ellos no acuden los consumidores y contrabandistas de Yugoslavia. De Trieste arranca una de las redes más curiosas del contrabando de vaqueros, chicle, oro y bisutería hacia Bulgaria, Hungría y Rumanía. Los contrabandistas yugoslavos o italianos vienen vendiendo hasta la fecha a los de esos países sus mercancías en suelo yugoslavo, dado que los ciudadanos del CAME tienen un acceso más fácil a la no alineada Yugoslavia que a países de la CEE, como Italia.

Hace unos días, la Prensa yugoslava publicó una foto del siempre bullicioso centro comercial de Trieste, ahora desierto a mediodía. Además, ha salido otra ley por la que los yugoslavos no pueden sacar más de 4.000 pesetas en moneda nacional al año. El reflejo normal del yugoslavo viajero será cambiar en divisas sus dínares nacionales, meterlos en una cuenta a su nombre en cualquier banco yugoslavo y acceder así al derecho a sacarlas del país. Ello provocará una fuerte demanda sobre los marcos alemanes de las remesas de emigrantes y sobre los dólares turísticos, fenómeno que a decir de todos los observadores, sólo puede desembocar en el florecimiento del mercado negro en Yugoslavia, único país socialista de Europa que no lo conocía.

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