Editorial:

El bello Chirac

HAY YA unos cincuenta candidatos declarados a la Presidencia de la República Francesa. Esta abundancia de vocaciones no es extraordinaria, representa la utilización por parte de partidos menores y de tendencias ideológicas de una máquina de -propaganda que se pone en marcha cada siete años, y que puede dar ocasión, a los que traspasen unas condiciones mínimas, de entrar en contacto con el público por medio de la televisión y la radio. La sociedad está menos dividida de lo que indica esa cifra, que, en último caso, representa sólo una riqueza de pensamiento político y de opciones que van a ser ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

HAY YA unos cincuenta candidatos declarados a la Presidencia de la República Francesa. Esta abundancia de vocaciones no es extraordinaria, representa la utilización por parte de partidos menores y de tendencias ideológicas de una máquina de -propaganda que se pone en marcha cada siete años, y que puede dar ocasión, a los que traspasen unas condiciones mínimas, de entrar en contacto con el público por medio de la televisión y la radio. La sociedad está menos dividida de lo que indica esa cifra, que, en último caso, representa sólo una riqueza de pensamiento político y de opciones que van a ser tamizadas. Pero la división real de los grandes sectores políticos con posibilidades de alcanzar el poder sigue siendo considerable. La candidatura de Chirac, alcalde de París, representa. la ruptura de la mayoría actual apoyada en la derecha: no sólo por la fuerza de su oposición de Giscard d'Estaing -que aún no se ha presentado y pretende mantener hasta el último momento la duda de si aspira o no a otros siete años de poder-, sino porque dentro del grupo menor que mantiene la idea de la herencia de De Gaulle hay ya otros candidatos: Michel Debré y Marie France Garaud. Probablemente se verán forzados a retirarse. Chirac aparece con todos los mitos de la grandeur de su jefe espiritual reconvertidos en la fraseología del «rearme moral » de la gran derecha: conocer el proceso de «degradación», recuperar para Francia una posición en el mundo, luchar contra la «duda», insuflar en los franceses «la ambición del rango y la voluntad del esfuerzo». En el vocabulario de su brevísima declaración están las palabras «grandeza», «comunidad», «esperanza», «dignidad», «seguridad», «orgullo», «voluntad». Es decir, la clásica llamada patriótica y nacionalista que tan buen resultado dio a Reagan en Estados Unidos.En la izquierda, una vez más, Nfitterrand. Las encuestas de opinión pública le son hoy relativamente favorables. El intento de Mitterrand es el de asumir todos los votos de la izquierda, pero sin la menor intención de rehacer la unidad con los comunistas. Trataría de inclinar hacia él un centro que está inquieto por el autoritarismo de Giscard y dudoso ante el derechismo integral de Chirac. La mano levemente tendida a los comunistas consiste en prometerles unas elecciones generales si fuera elegido presidente: disolvería la Asamblea -es, evidentemente, necesario: se ve difícilmente cómo un presidente socialista podría gobernar con una Asamblea Nacional con mayoría de derechas- y les escucharía en el programa de gobierno, pero sin incluir ministros comunistas en el Gobierno.

Pero Mitterrand sigue arrastrando la pesada sombra de gran dubitativo -de hombre humanista, de letras-, eterno candidato a perder siernpre en el ballotage. Rocard habría tenido más posibilidades que Mitterrand, pero su sentido de la lealtad y de la espera le obligan a no copar una figura de primer plano Iectoral. Ya llegará su hora, que, presumiblemente, sera la buena para la izquierda francesa.

En tanto se agiganta la figura de Chirac, sobreimpresa sobre la deteriorada imagen de un Giscard receptor de regalos suntuarios provenientes de un sátrapa caníbal como Bokassa. Un Giscard encerrado en sí mismo, que rechaza preguntas en las conferencias de Prensa y que desata una campaña de poder contra una institución periodística europea como Le Monde, amplificador solvente de las primeras revelaciones sobre la supuesta corrupción del actual presidente dadas a la opinión pública por Le Canard Enchaîné.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Así, entre Giscard y Miterrand puede aparecer el nuevo Chirac -remodelado, por sus expertos en imagen pública- en la alternativa- real para Francia entre el socialismo y la soberbia y medio-reareza que ahora detenta Giscard. Los primeros sondeos de opinión ya apuntan hacia las serias posibilidades de Chirac, cuyo triunfo entroncaría con todo el giro occidental hacia la dérecha que se detecta en sociedades como la estadounidense, la británica, la portuguesa o la española. Black is beatifeaul fue un eslogan de la negritad americana en la pasada década, asumido en parte por los inovimientos progresistas occidentales. La década de los ochenta parece abrirse bajo la consigna de que la derecha es también bella y apetecible.

Archivado En