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Concordia sindical frente a la crisis y el desencanto

En el momento de elaborar este artículo (mediados de diciembre), las elecciones sindicales han entrado ya en fase de extinción; prácticamente han concluido.Un primer balance de resultados arroja datos más que preocupantes sobre esas elecciones: se han elegido escasamente el 30% de los delegados (algo más de 100.000 sobre unos 330.000 elegibles); otro tanto pasa con las empresas en las que debían celebrarse elecciones (no más de 40.000 de un total de 170.000 previstas); el número de trabajadores que han elegido representantes se sitúa por debajo del 50% de los que tienen derecho a hacerlo (casi...

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En el momento de elaborar este artículo (mediados de diciembre), las elecciones sindicales han entrado ya en fase de extinción; prácticamente han concluido.Un primer balance de resultados arroja datos más que preocupantes sobre esas elecciones: se han elegido escasamente el 30% de los delegados (algo más de 100.000 sobre unos 330.000 elegibles); otro tanto pasa con las empresas en las que debían celebrarse elecciones (no más de 40.000 de un total de 170.000 previstas); el número de trabajadores que han elegido representantes se sitúa por debajo del 50% de los que tienen derecho a hacerlo (casi seis millones); el clima de confusión en el seguimiento parcial de los resultados y el papel interesado de ciertos medios de comunicación, así como el casi absoluto descontrol y la falta de criterios homogéneos en los IMAC son aspectos resaltables de estas elecciones.

Pero, sin duda, el dato más negativo de estas elecciones y el que nos acarreará peores consecuencias ha sido el clima de agresividad y de violenta confrontación dialéctica y de la otra, a veces, que ha caracterizado la campaña. Nosotros, la USO, sabemos especialmente de ese clima por cuanto hemos estado en el disparadero permanente de ciertos sindicatos que han heredado del antiguo sindicalismo vertical sus peores vicios antidemocráticos. Ciertamente, si en nuestro país una de las causas importantes. del desencanto y la apatía sindical son la falta de respeto mínimo y la profunda división que caracteriza la convivencia de los sindicatos democráticos, después de estas elecciones esa tasa de desencanto puede llegar al límite.

No hay grandes convulsiones

En cuanto al espectro sindical que han dibujado estas elecciones respecto a las de 1978, no hay grades convulsiones; más bien la confirmación de unas previsiones latentes en los últimos meses. CC OO mantiene una relativa mayoría cuantitativa, seguida de UGT, que experimenta un considerable ascenso (ya habrá tiempo de analizar las causas de ese ascenso); USO triplica sus resultados respecto a 1978, supera el 10% de delegados electos y se consolida como alternativa sindical a pesar de una campaña en la que, menos de responsabilidad en la muerte de García Lorca y José Antonio, se nos ha acusado de casi todo. Desciende notablemente en estas elecciones el porcentaje de independientes y no afiliados, fruto lógico del ascenso de USO y, en buena medida, de UGT (esperamos, no obstante, que esa franja de independientes y no afiliados siga descendiendo en virtud de los trasvases de delegados hacia USO, que ya estamos haciendo y que seguiremos haciendo, pues no hay razón jurídica ni política que púeda impedir esos trasvases).

Por último, estas elecciones aportan el dato inquietante del ascenso del ING en Galicia (segunda fuerza electoral) y la primacía de ELA en Euskadi (una vez más, la capacidad de planificación y ejecución del Euskadi Buru Batzár y del Adegui Buru, Batzar se ponen de manifiesto. ¡Oh milagro!, nadie ha invocado allí el fantasma del amarillismo). Estos dos datos últimos son sin duda los más sorpresivos de las elecciones sindicales. Sorpresa que notaremos pronto todos, especialmente CC OO y UGT, que, obcecadas en asfixiar la presencia de una tercera fuerza sindical de ámbito estatal, olvidan los efectos de la aparición de cuartas y quintas fuerzas sindicales periféricas, poniendo de manifiesto su deficiente perspectiva de clase, y de Estado.

Las elecciones son ya agua pasada. Falta, eso sí, el cómputo definitivo de resultados que debe presentar el Ministerio de Trabajo, y puede ser una auténtica traca final según los resultados que asigne a cada cual y se bucee seriamente en los IMAC provinciales; aunque será una traca con la pólvora mojada si ese cómputo se produce en febrero o marzo de 1981, como se comenta por ahí.

Ahora queda harer frente a los problemas que tiene planteados el país y la clase trabajadora, y frente a los cuales, conviene no olvidarlo, el movimiento sindical democrático español (CC OO, UGT y USO en concreto) tiene una responsabílidad inexcusable. Compendio de problemas y objetivos que, a, criterio de la USO, se resume en los siguientes:

1. Forzar al Gobierno, desde el sindicaligino, al desarrollo de una política económica progresiva frente al azote del paro, el hundimiento de los principales sectores industriales y el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y las clases populares. Y todo ello en la perspectiva irrenunciable de un compromiso histórico para salir de la crisis, que implique en la negociación y el acuerdo a las fuerzas sociales políticas y económicas de mayor significación.

Renegociación del AMI

2. Relanzar coherentemente la negociación colectliva en puertas, haciendo de ésta un instrumento coyuntural válido en lógica con los objetivos globales frente a la crisis. Para nosotros esta se traduce en una renegociación constructiva y abierta del AMI, con un talante de equilibrio y solidaridad en la política salarial, de rentabilizar al máximo sus previstones cara a la estabilidad y el fomento del empleo desde los convenios, de afrontar con decisión los problemas de productividad, absentismo, situación real de determinados sectores y empresas, desarrcllo de los derechos sindicales, etcétera. Para nosotros, el AMI sigue siendo válido, y es conveniente que UGT lo asuma como algo más que un trampolín de protagonismo y exento de cualquier trasfondo político; asimismo es conveniente que CC.OO entienda que el AMI no puede ser la diana contra la que dirigir los dardos de sus frustraciones internas y errores de cálculo sindical (asumir el AMI sigue siendo posible para CC OO, y no sería lógico que un estrecho prurito le impidiera hacerlo: todo el mundo reconoce el valor de la autocrítica y de la rectificación a tiempo).

3. Desarrollar y completar el marco democrático de relaciones laborales (extraer al estatuto lo mejor que tiene en la práctica, lucha por la reforma de sus aspectos más regresivos, imponer el funcionamiento operativo de los institutos socioeconómicos y autentificar la presencia sindical en ellos, creación del Consejo Económico y Social y del Servicio de Canalización .de Inversiones con control sindical, impedir una regulación restrictiva del derecho de huelga, tal como acaba de ocurrir en el Ayuntamiento de Madrid, forzar al Estado y al Gobierno a un proceso negociador serio sobre el futuro del patrimonio sindical y sobre la urgente potenciación institucional del sindicalismo democrático -artífice y fundamento cualificado de la democracia- frente a la indigencia o el oscurantismo en que se desenvuelven actualmente los sindicatos en cuanto a recursos, fuentes financieras, etcétera).

Restituir la confianza

4. Fortalecer la presencia del sindicalismo de ámbito estatal en lasinstituciones autonómicas, ¡inpulsando y aportando a éstas la dimensión de clase y el sentido de solidaridad inherente a los procesos autonómicos, desde una óptica sindical.

5. Emplazar decididamente las causas, del desencanto y la apatía social y hacerlas frente, conscientes de que la desesperanza y la desilusión democrática están en la base misma de la grave crisis que nos envuelve, hasta el punto de que será imposible superarla sin restituir la confianza y la fe del cuerpo social en los valores de libertad, participación, seguridad, honestidad en la gestión política o social, etcétera, consustanciales a una sociedad democrática sana y en constante progreso.

Innecesario sería resaltar que frente al cáncer del desencanto la responsabilidad y las tareas del sindicalismo son primordiales. Yo las resumiría diciendo que se trata de acercar y abrir el sindicato a los trabajadores, prestar mayor y mejor oído a sus aspiraciones reales, ser intransigentes en la defensa y en la práctica de los valores democráticos de cada día y marcar con decisión la frontera natural entre los intereses del sindicalismo y de los trabajadores de a pie -intereses que han de acabar siendo indivisibles- y cualquiera otros.

Por último, al límite del espacio disponible, todo lo anterior será papel mojado una vez, más si los sindicatos democráticos no somos capaces de lograr algo que tuvimos no hace tanto tiempo: un clima básico de concordia, de respeto y diálogo abierto a la cooperación. Obstinarse, como algunos preten den, en el hegemonismo y en el sectarismo, o en la dialéctica de la aritmética y el porcentaje, como únicas formas de relación entre los sindicatos, seguirán siendo el motivo de que se cierre cada vez más el horizonte de los trabajadores, de que se debilite smi más remedio la fuerza del movimiento sindical, de que se aplacen las soluciones pro gresistas a los graves problemas socioeconómicos de nuestra patria y de que el margen de maniobra e iniciativa de la derecha real se en sanche a la misma velocidad que se estrecha nuestra capacidad de ser y estar como expresión del protagonismo y de la hegemonía natural y democrática que a la clase trabajadora corresponde en una sociedad industrial avanzada, como es, a grandes rasgos, la nuestra.

Manuel Zaguirre es secretario general de la Unión Sindical-Obrera.

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