Reportaje:

Charlie Brown ya tiene treinta años

Charlie Brown, más conocido por Carlitos, el perro Snoopy, la niña Lucy, Linus y otros personajes de la serie Peanuts, creada por Charles P. Schulz, cumplieron esta semana treinta años. Son como sesenta segundos, porque los personajes de los humoristas viven más allá del tiempo. El cumpleaños fue anteayer. Schulz, en su habitual tira del Herald Tribune europeo, no hizo alusión a esta fecha conmemorativa. Pero los dibujantes del mundo y sus innumerables seguidores guardan memoria del hecho y la relevancia que implica para toda una generación.

Me dice Juan Cruz que Charlie Brown tiene tre...

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Charlie Brown, más conocido por Carlitos, el perro Snoopy, la niña Lucy, Linus y otros personajes de la serie Peanuts, creada por Charles P. Schulz, cumplieron esta semana treinta años. Son como sesenta segundos, porque los personajes de los humoristas viven más allá del tiempo. El cumpleaños fue anteayer. Schulz, en su habitual tira del Herald Tribune europeo, no hizo alusión a esta fecha conmemorativa. Pero los dibujantes del mundo y sus innumerables seguidores guardan memoria del hecho y la relevancia que implica para toda una generación.

Me dice Juan Cruz que Charlie Brown tiene treinta años y que yo tengo treinta minutos para escribir algo al respecto. Me dice Juan Cruz que el Times publica un algo sobre el tema, que comienza así: «Ya eres un hombre, Charlie Brown». Siento disentir del Times, pero si Charlie Brown fuese un hombre, sería Woody Allen, y está claro que, afortunadamente para él, no lo es.Sometido Charlie Brown a un choque vitamínico de compuestos culturalistas y hormonas urbanas, en los treinta años transcurridos habría terminado por tocar el clarinete y el culo a las chicas, además de usar gafas, leer a MacLuhan y andar desorientado por la vida.

Continua plenitud

La desorientación de Charlie Brown es evidente y magnífica, pero también campestre y matinal y suspendida sobre el kilómetro cero de una metafísica en absoluto autocontemplada. Woody Allen sería un Charlie Brown degenerado por la droga impresa, la reflexión masturbada, el psicoanálisis tardío y el síndrome del cinéfilo; es decir, por el irreversible y pluriforme error de hacerse adulto y no ignorarlo.Por extraño fenómeno o milagro, Charlie Brown no ha crecido un centímetro en los citados treinta años, quizá porque nació ya con la estatura exacta de los llamados arquetipos, esos raros sujetos que no describe el Génesis.

Quizá Charlie Brown tiene el secreto del crecimiento cero o plenitud continua, como Woody ha logrado, con lucidez umbría, eso que los economistas llaman, con humorismo involuntario, crecimiento negativo.

El caso es que Charlie Brown, nacido para fracasar y habitante del tedio, ni se aburre nunca ni fracasa del todo, ya que no espera nada (fabuloso) de la vida ni logrará jamás terminar el BUP, puesto que no lo empieza.

¿Qué hay de laicamente angélico en este chico, o de extravagantemente humano que, sin esperar, no desespera nunca; que, sin jamás tocar bola, no renuncia al béisbol. Sus depresiones son crónicas y, sin embargo, la crónica de su depresión constituye uno de los frisos más divertidos de la melancolía contemporánea.

Tierra de nadie

No tiene Charlie Brown treinta años, como recuerda el Times y el mismo Schulz, padre de Peanuts. El gran acierto de Schulz, entre otros varios, es la edad perenne de Charlie Brown, exactamente seis años, tierra de nadie de la razón, entre la gracia perdida de la infancia automática y el declive inevitable de la primera comunión.Esta es la edad explícita de Charlie Brown (al preguntarle en una tira cuánto tiempo ha estado deprimido, Charlie Brown contesta: «Seis años»). Por ahí se andarán Lucy, la implacable; Linus, el de la frazada; Schroeder, el ensimismado intérprete de un mítico Beethoven. Si acaso sea algo más «viejo», aunque no mucho más, el indescriptible Snoopy, perro de Charlie Brown, si no es que Charlie Brown es el «niño» de Snoopy.

Ignoro bastante quién es Schulz, aunque algo ha de haber de estos monstruos, de estos seres tiernísimos, de estos antológicos tipos en el creador de las tiras, como sin duda Hamlet y Desdémona, Otelo y Ofelia habitaron bajo el esqueleto de un tal Shakespeare. ¿Cuántos años tiene Schultz? ¿Cómo consiguió detener en un punto perfecto su filosofía de las nubes y el césped? ¿Cómo es que sus magistrales líneas y maneras mantuvieron esa asombrosa cristalización invariable sin perder la frescura ni incurrir en amaneramiento? He aquí un pequeño enorme artista que le hizo un impagable regalo a nuestro tiempo. Yo me asombro, además, por mi cuenta, de dos hallazgos gráficos: la sonrisa de los chicos mediante esa aculebrada línea de infinitas variantes y la maravillosamente impertinente manera de sentarse, ante el piano de Schroeder, de la inequívoca Lucy.

Humor para aleccionar a los adultos

Curioso este niño Charlie Brown, por cuya voz y aventuras discurre un mundo adulto, sin que lo que dice y hace pierda jamás la naturalidad de la infancia. Es quizá un caso único en el humor que utiliza niños para aleccionar a los mayores, niños siempre repelentes, que se producen corno su autor quiere, y no como niños auténticos. Charlie Brown, inimitable y puro, resiste la comercialización masiva de sus clichés y la epiconía inútil de quienes «le copian».Charlie Brown es un representante inmerecido e insólito del hombre-niño que deberíamos seguir siendo. Por extraño que nos resulte, habita con nosotros en el mismo planeta. No es probable que sus pies salten sobre los charcos felices de la tierra prometida. Ni que sus ojos contemplen algún día revolución alguna. Cuando le preguntaron dónde se siente fuera de lugar, contestó dulcemente: «En la tierra». Pero su sonrisa, yo estoy por asegurarlo, sobrevivirá a los desastres.

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