Cartas al director

Empeñados en frenar la verdad

De un tiempo acá vienen sucediendo una serie de cosas que suponen la más seria represión de nuestra cultura, condenándola abiertamente a una, al parecer, aceptada mediocridad. Podríamos titular este proceso, como si de una película en vez de algo real se tratase, «La mafia legalizada contra la cultura»; o si lo prefiere con matices publicitarios: «Cómo acabar con la cultura en cómodos plazos».Son del dominio público, aunque la tendencia es amplísima, dos «edictos» concretos. Uno, ya consumado; el otro, no lo dude, al caer.

1. Sólo los licenciados en la insigne ciencia de la información,...

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De un tiempo acá vienen sucediendo una serie de cosas que suponen la más seria represión de nuestra cultura, condenándola abiertamente a una, al parecer, aceptada mediocridad. Podríamos titular este proceso, como si de una película en vez de algo real se tratase, «La mafia legalizada contra la cultura»; o si lo prefiere con matices publicitarios: «Cómo acabar con la cultura en cómodos plazos».Son del dominio público, aunque la tendencia es amplísima, dos «edictos» concretos. Uno, ya consumado; el otro, no lo dude, al caer.

1. Sólo los licenciados en la insigne ciencia de la información, o aquellos otros cuyo nombre suena o ha sonado, tienen algo que decir en la prensa (esa conocida escuela de la clase media). Si usted, paciente ser de la raza humana, que no tiene alguno de esos dos títulos, osa enviar un artículo a cualquier revista o diario, se le remitirá con la siguiente esquela mortuoria: «Nos ha sido imposible proceder a su publicación debido al exceso de originales recibidos. » Entonces, no debe usted caer en el juego y tomárselo como algo personal, cual Dalí cualquiera suspendido en su examen de ingreso a Bellas Artes. Todavía tiene dos opciones: comérselo bien sazonado, previa ingestión de dos carbonatos, o matricularse en la facultad de Ciencias de la Información. Es cortesía concedida en una reunión democrática en la que estaban todos los que tenían que estar y donde, al parecer, dudaron seriamente de su valía. Y es que estaba sucediendo algo peligroso: como la gente gusta de la calidad, algunos se estaban quedando sin trabajo.

2. Usted, sufrido conciudadano, que en el fondo es optimista, y que siente la necesidad de la comunicación intelectual, elige, ya repuesto del pasado contratiempo, otra arte creativa. ¿Por qué no la fotografía? Pues porque no. Porque va a acabar con su estómago. Que ésta, además de celulosa, tiene plata.

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¿Sabe? Cuando yo era pequeño y aún no me habían enseñado a pensar, creía en los valores intelectuales del hombre libre; ahora, sólo sueño con paredes empapeladas de lindos títulos. Títulos cuadrados, circulares, rómbicos, títulos verdes, títulos.

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