Cartas al director

Evitar la muerte en las minas

El 21 de octubre del pasado año EL PAÍS recogía may acertadamente la impresionante manifestación de duelo habida en Caboalles de Abajo (León) con motivo del entierro de los diez mineros muertos por el grisú en el pozo María de la Minero Siderúrgica de Ponferrada. Desgraciadamente hay que volver, tan sólo noventa días después a utilizar la tinta y el papel para informar de más muertos en la misma compañía minera, y lanzar un nuevo grito -uno más- aún más potente, si cabe, en favor del minero español, que de seguir así por los venenos del carbón, plomo o potasa, se nos va a ir muriendo tr...

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El 21 de octubre del pasado año EL PAÍS recogía may acertadamente la impresionante manifestación de duelo habida en Caboalles de Abajo (León) con motivo del entierro de los diez mineros muertos por el grisú en el pozo María de la Minero Siderúrgica de Ponferrada. Desgraciadamente hay que volver, tan sólo noventa días después a utilizar la tinta y el papel para informar de más muertos en la misma compañía minera, y lanzar un nuevo grito -uno más- aún más potente, si cabe, en favor del minero español, que de seguir así por los venenos del carbón, plomo o potasa, se nos va a ir muriendo trágicamente en las entrañas de la tierra con más frecuencia que en el propio lecho. Desde aquel doloroso y solidario 18 de octubre, la empresa en cuestión, ligada al Banco Central, ha vuelto a estremecernos con idénticos sucesos: -El 2 de noviembre, en el pozo Calderón, de Caboalles. resultó muerto el productor Francisco de Oliveira.

-El 12 de enero, en el pozo Lumajo. murió José Corredeira. -Y el pasado día 18, otros cuatro mineros cayeron en la legendaría Camocha.

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Siento por los mineros de la Minero Siderúrgica una amargura excepcional, toda vez que, en el programa televisivo La clave, vimos al presidente del consejo de administración de tal empresa jactarse, sin ningún pudor, de la seguridad prestada hacía «sus mineros». Diecisiete muertos en ocho meses (otro en junio) no pasan. pues, de anécdota para el conde de Gaitanes.

Pero aunque la mina se preste al lamento y al poema, caben soluciones. Tiene que legislarse de una vez el estatuto del minero, a fin de unificar el sector: actualizar la legalidad. adelantar la jubilación: rebajar la jornada en la mina, sin revisar desde 1931: valorar la enfermedad profesional y atender a su profilaxis, y, por último, dar a los comités de seguridad un auténtico poder ejecutivo y preventivo, del que ahora carecen. Por el contrario. si el estatuto del minero no es un hecho, la minería no sólo va a seguir siendo la cenicienta y el pordiosero de la Administración, sino también un matadero de hombres.

(Secretario general del Sindicato Unitario de Minería)Pamplona

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