Editorial:

El revés de la trama

LA VICTORIA de la izquierda en las elecciones municipales de abril abrió una perspectiva de difusión del poder dentro del Estado y de entrenamiento en las tareas públicas de los partidos de izquierda. Ambas consecuencias parecían ofrecer no pocos aspectos positivos para la consolidación de la democracia en España. Tras cuarenta años de dictadura de partido único, el copo por UCD del aparato del Estado no hubiera podido por menos de crear incómodas analogías con el Movimiento Nacional y de evocar el recuerdo de la célebre cita de lord Acton sobre los efectos corruptores del poder. De otro lado,...

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LA VICTORIA de la izquierda en las elecciones municipales de abril abrió una perspectiva de difusión del poder dentro del Estado y de entrenamiento en las tareas públicas de los partidos de izquierda. Ambas consecuencias parecían ofrecer no pocos aspectos positivos para la consolidación de la democracia en España. Tras cuarenta años de dictadura de partido único, el copo por UCD del aparato del Estado no hubiera podido por menos de crear incómodas analogías con el Movimiento Nacional y de evocar el recuerdo de la célebre cita de lord Acton sobre los efectos corruptores del poder. De otro lado, no sólo los electores de la izquierda, sino todos los ciudadanos responsables, están interesados en que los partidos de la oposición, eventuales -aunque sólo sea hipotéticamente- sustitutos de UCD en el Gobierno, vayan aprendiendo las complicadas técnicas de la gestión pública, aunque sea en los niveles de la Administración local, a fin de que la cristalización de una alternativa de poder no tenga que implicar los desbarajustes, errores y arbitrarismos asociados a la inexperiencia y a la improvisación.No se puede decir que los 180 primeros días de administración municipal de la izquierda hayan producido grandes logros o estado siquiera a la altura de las expectativas creadas durante la campaña electoral. Sin embargo, es todavía demasiado pronto para formular juicios definitivos o para cerrar el crédito de confianza a los nuevos ayuntamientos. Ordenar la casa, familiarizarse con el manejo de los resortes de poder y estudiar los dossiers lleva tiempo.

En la valoración, en cualquier caso, es preciso tener en cuenta la actitud del partido en el poder, que, municipalmente, se encuadra en la oposición. La confusa lucha librada en el Ayuntamiento de Madrid en torno a las juntas municipales de distrito, y la utilización por UCD como un arma de chantaje de su contribución a la mayoría cualificada de los dos tercios necesaria para la aprobación del presupuesto de la Gerencia de Urbanismo, constituyen dos ejemplos de una estrategia obstruccionista, a nuestro juicio poco oportuna.

Si bien no faltan razones a UCD en su pretensión de ocupar las presidencias de algunas juntas de distrito en Madrid, la argucia de retrasar indefinidamente la aprobación del presupuesto de la Gerencia de Urbanismo -más de 2.000 millones de pesetas, destinados a solventar algunos de los urgentes problemas del vecindario madrileño- y de condicionar la entrega de los votos imprescindibles para alcanzar la mayoría de los dos tercios al cumplimiento de sus exigencias es un suceso que sienta precedentes alejados de las costumbres políticas democráticas. Esa mayoría cualificada, establecida por la legislación del anterior régimen para ayuntamientos donde no existían ni mayorías ni minorías, es incongruente, por ejemplo, con los mecanismos parlamentarios para la aprobación por mayoría simple de los Presupuestos Generales del Estado. En todo caso, ese procedimiento obsoleto podría estar formalmente justificado tan sólo para negociar las partidas del presupuesto de la Gerencia de Urbanismo. Pero nunca debería ser esgrimido como arma para arrancar reivindicaciones en otros terrenos.

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Las juntas de distrito están destinadas a convertirse en una pieza clave de la vida municipal. Las esperanzas de una gestión descentralizada, pegada al terreno y próxima a los vecinos, descansan, sobre todo, en la atribución de funciones, competencias y recursos a esos miniayuntamientos de barrio, única institución capaz de afrontar con éxito los tremendos problemas del Madrid mastodóntico e ingobernable que amenaza con destruir los nervios, la salud y el humor de sus habitantes.

Tiene un sentido que UCD pueda aspirar a mantener su presencia -si bien limitada, de acuerdo con los resultados electorales- en algunas de esas juntas de distrito, pero lo que no tiene sentido es bloquear la acción municipal como elemento definitorio de esta opción. El partido del centro, que puso en boga la técnica del consenso, debería aprender algunos modales de la izquierda a la hora de comportarse en la oposición. Pues tan importante como saber ganar es saber perder. Lección que algunos líderes centristas no han asumido todavía desde los comicios locales.

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