Investigación sobre la muerte de una niña en una guardería

Ayer fue enterrado el cadáver de la niña Eva María González Nieto, de seis meses de edad, que había fallecido de una bronquitis capilar, según consta en su certificado de defunción. Su padre, José González Martos, aseguró a EL PAÍS que la niña había ingresado a las seis de la madrugada del día 3 en la guardería preescolar Belén, en el paseo de Puerto Rico, de Fuenlabrada; entonces, su estado de salud era, aparentemente, normal. En el curso de la jornada, la niña sufrió un ataque y el personal que atiende la guardería la trasladó al ambulatorio de la Seguridad Social de dicha localidad, ...

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Ayer fue enterrado el cadáver de la niña Eva María González Nieto, de seis meses de edad, que había fallecido de una bronquitis capilar, según consta en su certificado de defunción. Su padre, José González Martos, aseguró a EL PAÍS que la niña había ingresado a las seis de la madrugada del día 3 en la guardería preescolar Belén, en el paseo de Puerto Rico, de Fuenlabrada; entonces, su estado de salud era, aparentemente, normal. En el curso de la jornada, la niña sufrió un ataque y el personal que atiende la guardería la trasladó al ambulatorio de la Seguridad Social de dicha localidad, centro médico en el que se certificó su fallecimiento. A instancias de José González, un abogado ha iniciado las gestiones precisas para esclarecer el suceso en todos sus términos.José González Martos, que acudió a EL PAÍS para ofrecer su versión, desempeña el trabajo de conductor de una furgoneta de reparto en una empresa expendedora de quesos. A las seis de la madrugada del día 3, su mujer entregó en la guardería a su hija de seis meses y a un hijo de dos años y medio. La niña iba a pasar su segundo día como pensionista en el jardín de infancia.

A las nueve de la noche, José González regresó a casa, donde su mujer le dio malas noticias: cuando había vuelto a la guardería para recoger a los niños, allí le habían dicho que la pequeña había sufrido un ataque y que, a consecuencia de él, había sido ingresada en el ambulatorio. En el centro médico, y según manifestación propia, no le permitieron ver a su hija.

En contra de lo que le había sucedido a su mujer, a José González sí le permitieron ver a su hija. La niña presentaba lo que él llama «arañazos en las proximidades del cuello y otros hematomas, como si se hubiese asfixiado». Las especiales circunstancias en que había muerto motivaron una posterior autopsia.

Algún tiempo después, José González retiraba del Juzgado un papel con el nombre de su hija y el enunciado del diagnóstico: «bronquitis capilar.» Antes de volver a casa, José creyó oír que la funcionaria le decía: «¿Bronquitis capilar? ¡Caramba! Este diagnóstico se ha repetido últimamente en Fuenlabrada.» Por ello, José González se dio prisa en marcar el número telefónico de la única persona con la que deseaba seguir hablando del caso: el de un abogado.

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