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Hay mejor manera de pasar los años que recorriéndolos aprisa. Esto debió pensar una centenaria filósofa de la ciudad francesa de Mulhouse, que cumplió los cien años a 260 kilómetros por hora, a bordo de un tren ultrarrápido que le llevó desde la localidad citada a la capital parlamentaria de Europa, Estrasburgo. La anciana, Hilda Malinowski, comparó, aterrada, aquella velocidad con los sesenta kilómetros por hora que eran capaces de desarrollar los trenes de la época de su padre, que era ferroviario. Al término de tan extraordinario viaje, la centenaria afirmó, con melancolía: «Los homb...

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Hay mejor manera de pasar los años que recorriéndolos aprisa. Esto debió pensar una centenaria filósofa de la ciudad francesa de Mulhouse, que cumplió los cien años a 260 kilómetros por hora, a bordo de un tren ultrarrápido que le llevó desde la localidad citada a la capital parlamentaria de Europa, Estrasburgo. La anciana, Hilda Malinowski, comparó, aterrada, aquella velocidad con los sesenta kilómetros por hora que eran capaces de desarrollar los trenes de la época de su padre, que era ferroviario. Al término de tan extraordinario viaje, la centenaria afirmó, con melancolía: «Los hombres van hoy demasiado deprisa; fabrican máquinas fabulosas, pero cada vez son más dependientes de sus propias máquinas.»

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