Tribuna:

Un cuento ministerial

Para empezar habría que decir que el búho, aparte de un pajarraco que mira mucho y de manera contundente, es también un grupo de teatro, escrito así, Búho, con mayúscula y esforzado ánimo. Un grupo que hoy engloba a más de una treintena de personas, pero que en los comienzos de la cosa estaba limitado a seis; a saber: Gerardo Malla, Amparo Valle, Lola Gaos, Gerardo Vera, Abel Vitón y José María González. Estos señores meditaron durante un largo año hasta encontrar un proyecto teatral sensato y coherente; un proyecto que comprendía la puesta en marcha de tres laboratorios de investigación y el ...

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Para empezar habría que decir que el búho, aparte de un pajarraco que mira mucho y de manera contundente, es también un grupo de teatro, escrito así, Búho, con mayúscula y esforzado ánimo. Un grupo que hoy engloba a más de una treintena de personas, pero que en los comienzos de la cosa estaba limitado a seis; a saber: Gerardo Malla, Amparo Valle, Lola Gaos, Gerardo Vera, Abel Vitón y José María González. Estos señores meditaron durante un largo año hasta encontrar un proyecto teatral sensato y coherente; un proyecto que comprendía la puesta en marcha de tres laboratorios de investigación y el montaje de cuatro obras, la primera de las cuales era De San Pascual a San Gil, de Domingo Miras, premio Lope de Vega del año 1975, justo el primer Lope de Vega que se quedó sin estrenar en el Español (como está estipulado en el propio premio), porque aquel fue año especialmente propicio en cuanto a pérdida de instituciones y, entre otras, perdimos también ese teatro nacional abrasadito por los fuegos.El caso es que corría el mes de octubre pasado cuando los seis búhos potenciales se llegaron al Ministerio de Cultura con el proyecto bajo el brazo y hablaron con el director general de Teatro de entonces, Pérez Sierra,. por ver de conseguir alguna subvención. Díjoles el director que hay que ver, que qué bueno, que qué idea tan genial, que sí, que habría subvención, que tiraran adelante. Y tiraron. Desdichados. Salieron los buhíbles del despacho bailando en esperanzas, pidieron un crédito de un millón para pagar adelantos de los decorados, se pusieron ahítos de trabajo. Llega enero; la obra está preparada; hay que comenzar a ensayar; el dinero se ha acabado. Es necesario pedir un nuevo crédito, esta vez de dos millones: pero en la Caja de Ahorros desconfían de pitarrosos, teatreros y marginados. Así es que el sexteto intenta hablar de nuevo con Pérez Sierra, pero el hombre está siempre muy ocupado. Al fin -es el 15 de marzo ya, las deudas se acumulan-, el director general, acosado por la perseverancia, manda una carta sublime a Gerardo Malla, una misiva breve pero asaz jugosa: "Mi querido amigo:", comienza el panfletillo con tono amorosamente burocrático, "aunque dificultades técnicas nos impiden formalizar el expediente de subvención para el Búho, deseo hacer patente por estas líneas nuestra intención de subvencionar dicha campaña para terminar después con un "te envía un abrazo tu amigo" ardoroso y confianzudo. Así, es que, con esta carta, se les apuntala el optimismo, y la Caja de Ahorros concede el nuevo crédito, avalado, eso sí, por el esfuerzo sobrehumano y diminuto de los amiguetes, gente del mundillo, paupérrimos solidarios, teatreros independientes con telaraña en la cartera, o sea, gente como Margallo o Gloria Berrocal, que ofrecieron el aval de su única pertenencia; a saber: unos pisitos a medio pagar, cochambrosos y modestos. Pero, al fin, el montaje se termina, ni el sexteto inicial ni los treinta actores que llevan ensayando desde enero han cobrado nunca un duro y, como no hay teatro disponible, ansiosos de enseñar lo trabajado porque la angustia es mucha, se lanzan al Carlos III, un local a inaugurar en El Escorial, aun que ya se sabe que actuar por esas periferias supone un gasto fijo de noventa mil pesetas diarias para el desplumado Búho. Total: que, entre unas cosas y otras, deben los dos créditos y dos millones y medio más de ensayos, figurines y materiales sin terminar de pagar, y están acosados por la inquietud de que la Caja desaloje de sus casas a los amigos avalistas o de que los acreedores se incauten de los decorados cualquier día. Y para consolarse, mientras tanto, sólo cuentan con la respuesta de Campos Borrero, el subdirector de Teatro, que, ante sus quejas tensas y angustiadas, contestó hace dos días: "No os pongáis nerviosos; vamos, no os pongáis nerviosos". Y lo dijo con fría sangre ministerial, como siempre.

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