No hay una política cristiana ni una economía cristiana"

«No hay una política cristiana, porque lo temporal tiene su propio campo», afirma el cardenal Tarancón, arzobispo de Madrid-Alcalá, en la carta cristiana que publica esta semana Iglesia en Madrid. El cardenal añade, en otro momento, que tampoco existe una economía cristiana, aunque política y economía «deben subordinarse al hombre, hijo de Dios, para que éste pueda llegar a su perfección humana»,

El cardenal Tarancón escribe, entre otras cosas: «La fe cristiana es comprometida. Y ese compromiso no tan sólo se refiere a Dios, al que hemos de amar sobre todas las cosas. Encierra un compro...

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«No hay una política cristiana, porque lo temporal tiene su propio campo», afirma el cardenal Tarancón, arzobispo de Madrid-Alcalá, en la carta cristiana que publica esta semana Iglesia en Madrid. El cardenal añade, en otro momento, que tampoco existe una economía cristiana, aunque política y economía «deben subordinarse al hombre, hijo de Dios, para que éste pueda llegar a su perfección humana»,

El cardenal Tarancón escribe, entre otras cosas: «La fe cristiana es comprometida. Y ese compromiso no tan sólo se refiere a Dios, al que hemos de amar sobre todas las cosas. Encierra un compromiso muy serio en el orden temporal humano. Hasta tal punto, que la única garantía de que se cumpla el compromiso que tenemos para con Dios es el compromiso en favor del hombre, como dice San Juan.»«Nada humano es ajeno al cristiano. El hombre con sus necesidades espirituales y materiales, la organización de la sociedad supeditada al bien de la persona humana, el cumplimiento de la justicia y el establecimiento de la paz, la convivencia fraterna, el reconocimiento de la dignidad de las personas y de los derechos de todos los horribles, la valoración ética de todas las actividades individuales y sociales, la política, la economía.... nada es ajeno al cristiano.»

« La fe cristiana no sólo orienta la relación del hombre con Dios, sino que debe orientar toda la vida del hombre en sus distintas esferas: individual, familiar y social. No hay, es verdad, una política cristiana, una economía cristiana, porque lo temporal tiene su propio campo y sus leyes peculiares. Pero la política y la economía deben subordinarse al hombre, hijo de Dios, para que éste pueda llegar a su perfección humana, liberándose de todas las esclavitudes, y pueda alcanzar su dimensión divina, a la que le ha ordenado la mano providente de Dios.»

«Supuesta, pues, la existencia de la religión y la pervivencia del cristianismo, que desde hace casi 2.000 años está vinculado muy íntimamente a la historia de la humanidad -ha influido decisivamente en alguna civilización y aun dejando su simiente en la vida de la humanidad- y es profesado por millones y millones de hombres en todos los continentes, creo que es interesante -y en estos momentos indispensable, a mi juicio- enfrentarse con el problema de la privatización que algunos están planteando entre nosotros, con la intención -así parecen demostrarlo, al menos, los argumentos que utilizan- de salvaguardar la pureza del sentimiento religioso y de deslindar claramente los dos campos: el del César y el de Dios. El primero, de carácter externo y social; el segundo, de carácter íntimo y privado.»

«Y es necesario afirmar, ante todo, de una manera rotunda, que dada la naturaleza del hombre y el carácter específico del cristianismo, tal como ha sido proclamado por el mismo Cristo y ha sido entendido siempre por sus discípulos a lo largo de muchos siglos, nuestra religión tiene una dimensión comunitaria que le es esencial -San Pablo ha podido emplear el símbolo del Cuerpo Místico para subrayar ese talante comunitario- y ha de proyectarse ineludiblemente en la vida social. No sólo porque la celebración de la fe que le es consustancial desborda por necesidad el ámbito de la conciencia y aun de la familia, sino porque su doctrina ha de proyectar su luz y encierra unas exigencias propias en la vida familiar, social y política del hombre.»

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