Editorial:

La crisis de la izquierda francesa

PROBABLEMENTE LAS líneas generales de la crisis de los partidos de izquierda en Europa se inscriben en la contradicción entre la necesidad de un cambio y la sospecha de que hay que fortalecer los orígenes básicos. En Francia, el Partido Comunista y el Socialista preparan sus congresos. El XXIII Congreso del PCF está fijado para el 9 de mayo; el del Partido Socialista se ha convocado para el 6 de abril, en Metz. Las dos fechas han sido elegidas, entre otras razones, por la necesidad de fijar la situación concreta de cada uno de los partidos antes de las elecciones generales para el Parlamento E...

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PROBABLEMENTE LAS líneas generales de la crisis de los partidos de izquierda en Europa se inscriben en la contradicción entre la necesidad de un cambio y la sospecha de que hay que fortalecer los orígenes básicos. En Francia, el Partido Comunista y el Socialista preparan sus congresos. El XXIII Congreso del PCF está fijado para el 9 de mayo; el del Partido Socialista se ha convocado para el 6 de abril, en Metz. Las dos fechas han sido elegidas, entre otras razones, por la necesidad de fijar la situación concreta de cada uno de los partidos antes de las elecciones generales para el Parlamento Europeo, que se celebrarán en junio.El PCF está sufriendo, desde la ruptura del programa común con los socialistas y la pérdida de las elecciones por el bloque de izquierda, una serie de disensiones internas. El secretario general, Marchais, basado en su propia personalidad, ha vuelto a la idea de la intangibilidad de su poder, en la que en realidad no han cedido nunca los secretarios generales de los otros partidos eurocomunistas -Carrillo, Berlinguer-; puesta en duda esa autoridad por los periodistas que le interrogaban ante los micrófonos de la radio, llegó a acusarles de estar vendidos al Gobierno, y llamó a uno de ellos -con los micrófonos cerrados- «canalla». Frente a la tendencia intelectual a la apertura, Marchais parece recoger viejos temas del partido que habían sido más o menos soslayados en la búsqueda de la unidad a regañadientes con los socialistas, tales como la oposición al Mercado Común, a la OTAN, los ataques al «revanchismo alemán» y al imperialismo americano, que fueron en otros tiempos la gran fuerza del partido y que podrían volver a serlo hoy en una determinada crisis de la sociedad; lo cual se convierte, en las críticas de los comunistas disidentes -incluso de los que permanecen dentro del partido-, en acusaciones de un «regreso a la URSS», que tampoco faltan en las consideraciones adversas al comunismo que se hacen en Italia y España. Eso no favorecerá, como es lógico, a los comunistas en las elecciones europeas, donde se les concede un 8% de la totalidad de los votos.

En cuanto al Partido Socialista, el congreso de Metz tendrá que dirimir la contienda entre Mitterrand y el candidato Rocard -apoyado por Mauroy-, que vienen a representar, aun en otros términos, una dialéctica parecida a la del PCF: Mitterrand, con la fuerza del secretario general, prefiere un partido inclinado a la izquierda y la continuidad de la alianza electoral con el PCF; mientras Rocard y Mauroy buscan una fórmula socialdemócrata. El riesgo que corre el PS es más grave que el que corre el PCF: en este último prevalece la noción de disciplina, y quizá haya algunas expulsiones o algunas dimisiones; en el PS podría suceder una auténtica escisión.

Como dice el profesor Duverger, «un partido que reúne varías personalidades capaces de dirigirle y aspiran a hacerlo» es más vivo que los que se limitan a rodear a «un guía inamovible y omnipotente». Dentro de una democracia los partidos son como microcosmos de esa democracia misma. Esta, que es su fuerza, es, en momentos decisivos, también su debilidad. La izquierda francesa se sintió claramente decepcionada de la imposibilidad de unir propósitos y programas entre el PCF y el PS; su decepción crece cuando ve que dentro de cada uno de estos partidos hay también rupturas. Los partidarios de la discusión abierta en el seno de los partidos entienden que, una vez dirimidas estas contiendas internas, cada partido puede volver al monolitismo, una vez decidida por los congresos la «línea general». Los secretarios generales no lo creen así. Creen que la disciplina es previa. Pierre Mauroy -que ha optado por la tendencia de Rocard a la socialdemocracia- estima que el partido debe hacer todos los esfuerzos de síntesis, porque el agravamiento de la situación política y social no permiten decepcionar a la base.

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Mientras, la hostilidad entre el PS y el PCF sigue creciendo. Marchais ataca simultáneamente a Giscard, la derecha y al PS. El PS se muestra «asombrado» de la actitud del PCF: «¿Es que la izquierda, cuya ambición es construir una sociedad nueva, fraternal, no tiene otro lenguaje posible?», se pregunta Mauroy.

Sin duda lo tiene. Pero parece más bien que está en quienes se ven rechazados por las grandes tendencias de la dirección, en uno y otro partido: en los intelectuales y en los pensadores, no en los políticos.

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