Tribuna:

La nueva emoción deportiva

La emoción del deporte cada día está menos en quién gana y más en quién resulta agredido. Esta lamentable frase se ha convertido, una semana sí y otra también, en la triste actualidad del deporte competitivo español.Por si ya fueran pocos los problemas de los árbitros de fútbol, sin que las vallas hayan solucionado más que en parte sus golpes, el baloncesto, tras los gravísimos incidentes registrados el domingo en, Badalona, también reclama medidas urgentes y drásticas. Las vallas en fútbol han impedido e impedirán -si no las derriban- linchamientos de colegiados, pero sólo en las categorías n...

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La emoción del deporte cada día está menos en quién gana y más en quién resulta agredido. Esta lamentable frase se ha convertido, una semana sí y otra también, en la triste actualidad del deporte competitivo español.Por si ya fueran pocos los problemas de los árbitros de fútbol, sin que las vallas hayan solucionado más que en parte sus golpes, el baloncesto, tras los gravísimos incidentes registrados el domingo en, Badalona, también reclama medidas urgentes y drásticas. Las vallas en fútbol han impedido e impedirán -si no las derriban- linchamientos de colegiados, pero sólo en las categorías nacionales, donde son obligatorias. En regional, donde la desgracia se ronda cada vez con más certitud, desde luego que no. En la última jornada, que parecía haber sido tranquila, también fue agredido el árbitro que dirigió el Bañeres-Catarroja, de la preferente valenciana, al invadir los energúmenos habituales el terreno. De todas formas, esa desgracia no está tampoco desterrada en el futuro de un Balaídos cualquiera, de primerísima división, si el Gumersindo Bernárdez de rigor se cuela de rondón y, en lugar de dar un puñetazo al Pes Pérez de turno, le dispara un tiro -estilo Brasil- o lo atraviesa de un navajazo. El tal Gumersindo, al margen de la querella presentada por el agredido, se ha queda do, por ahora, simplemente, con su expulsión como socio del Celta y 30.000 pesetas de multa del gobernador civil de Pontevedra. Podrá, pues, volver a Balaídos y a «querer» que gane «su» equipo al precio que sea.

El Joventut-Madrid de baloncesto ha venido a sumarse a este panorama de sucesos que degradan el deporte y, lo que es más grave, dan tema a directivos y medios de comunicación para «distraer» la atención de lo mal estructurada y planificada que continúa esta parcela. En baloncesto se conoce aún más que en fútbol a quiénes provocan o agreden, verbal o físicamente en Badalona, Madrid o Barcelona, y si no se quiere cortar a nivel de clubs o federativo, hora es ya de que las fuerzas de orden público y la Justicia, tan discretas en el campo deportivo, tomen con toda dureza cartas en estos asuntos intolerables. Desde luego, empezando por los jugadores que provocan al público con sus gestos, acciones o agresiones, pero terminando por ese mal llamado público. Las vallas en baloncesto son aún prematuras -sé dan casos, pero aislados- y, sobre todo, complicadas para la visión del juego por la pequeñez de las canchas. Pero ya está bien que una entrada dé derecho a unos cuantos desalmados para ofender y desahogarse impunemente de problemas o pasiones personales. Esos se solucionan en casa o en los tribunales de justicia.

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