Entrevista:

Ocho reclusas de Yeserías se mantienen en huelga de hambre

Ocho reclusas se mantenían ayer en huelga de hambre en la prisión de mujeres de Yeserías (Madrid), según confirmó a EL PAÍS la directora del centro penitenciario, Ana María de la Rocha, que se enfrenta al primer conflicto serio en el orden carcelario desde que fue nombrada, hace dos meses, para desempeñar esta misión. Cinco de las reclusas que persisten en esta actitud desde el último fin de semana son acusadas de delitos de terrorismo y se hallan relacionadas con los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). La pasada semana protagonizaron, con otras once reclusas, un mot...

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Ocho reclusas se mantenían ayer en huelga de hambre en la prisión de mujeres de Yeserías (Madrid), según confirmó a EL PAÍS la directora del centro penitenciario, Ana María de la Rocha, que se enfrenta al primer conflicto serio en el orden carcelario desde que fue nombrada, hace dos meses, para desempeñar esta misión. Cinco de las reclusas que persisten en esta actitud desde el último fin de semana son acusadas de delitos de terrorismo y se hallan relacionadas con los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). La pasada semana protagonizaron, con otras once reclusas, un motín, tras el cual la Dirección General de Instituciones Penitenciarias dispuso el traslado de siete internas a centros de Alicante y Córdoba y el confinamiento en celdas de aislamiento de otras quince, parte de las cuales son las que ahora se niegan a comer. Las tres trasladadas a la prisión de Córdoba mantienen también desde el sábado la misma actitud. Ana María de la Rocha confía en que vuelva la paz a Yeserías. Juan Cruz habló con ella.

El reciente motín de Yeserías cogió desprevenidos a los responsables de la cárcel y decepcionó a Ana María de la Rocha, directora del centro y única mujer que en este país está al frente de una institución penitenciaria.«Si yo hubiera sido reclusa», dice Ana María de la Rocha, «no me hubiera amotinado. ¿Por qué? Quizá porque soy muy respetuosa con las órdenes que recibo». El motín, protagonizado por quince reclusas, la mayoría de las cuales se hallan en prisión acusadas de haber participado en delitos de terrorismo, dejó una secuela de daños que se evalúan, aproximadamente, en unas 300.000 pesetas. Sin embargo, los daños fundamentales han sido los de la convivencia. « La paz de Yeserías se ha visto truncada, pero confíamos en que podamos recuperarla».

En una situación de paz relativa resulta extraño un motín y sobre todo parece raro en una prisión de mujeres, donde no se suelen dar estas situaciones. El motín se produjo después de un registro policial, ordenado por el juzgado central. Ese registro, que no afectó a las personas de las reclusas, sino al departamento tres, en el que viven las acusadas de terrorismo, creó una situación nueva en la prisión.

Fuentes consultadas por Efe señalan que existían sospechas de que hubiera reclusas que guardaran pequeñas cantidades de goma-2 en sus celdas. Estas sospechas resultaron infundadas, según parece. Se creía también que las supuestas pertenecientes al GRAPO tenían en su poder consignas con claves de la citada organización.

La director de Yeserías no sabe qué buscaba la policía en el departamento de las políticas, ni tampoco considera que su oficio sea averiguar el motivo del registro que desencadenó la violencia de las reclusas. ¿No debieron ser mujeres policías las que efectuaran el registro? «No, además le repito que el registro no tuvo nada que ver con los individuos, sino con el local», afirma Ana de la Rocha, en la puerta de cuyo despacho en Yeserías se advierte una secuela del machismo administrativo: director, dice el letrero que anuncia su presencia.

Libertad a las siete

Las sanciones impuestas tras el motín, en virtud de las cuales siete reclusas han sido trasladas de prisión y quince han resultado penadas en la propia cárcel, van a hacer difícil la vuelta a la normalidad carcelaria. Desde el pasado fin de semana, las cinco presas políticas sancionadas se han negado a comer, aunque la directora de Yeserías sigue sin recibir la comunicación del inicio de esta huelga de hambre. Con su actitud se han solidarizado tres reclusas comunes. Las ocho se quedaron ayer sin la paella, que, antes de ser servida en los comedores de la cárcel, fue probada ante nosotros por Ana María de la Rocha, quien no puede prever el alcance de esta huelga. De momento, la situación era especialmente tensa en la prisión, por lo que la directora consideró inconveniente que se hicieran fotografías del interior.

¿No podría haber ocurrido que las reclusas iniciaran el motín como consecuencia del trato que reciben en prisión? «Si me pregunta a mí sobre el trato que se les dispensa a las presas diría que no es ni duro ni severo. El diálogo es, a mi juicio, abierto. Las decisiones se toman en función de las necesidades de cada momento y a veces tienen que ser tajantes para evitar que unas internas coaccionen a otras.» ¿Podemos hablar con alguna reclusa acerca de esta situación? «En este momento yo no lo aconsejo.»

«Las coacciones de unas reclusas a otras existen. Después del motín, las internas más revoltosas han tratado de amedrentar a las que no les han seguido.» El control sobre estas reclusas, dijo Ana María de la Rocha, es más o menos fácil, porque para las 137 internas hay once funcionarias y una jefa de servicios por cada turno. Por otra parte, el número de reclusas es mucho menor que la capacidad que tiene Yeserías, un edificio tétrico de ladrillo, guardado como un búnquer del que será una gloria salir. «Las libertades llegan a las siete de la tarde», dice Ana María de la Rocha por teléfono a una ansiosa comunicante telefónica.

El Ministerio del Trabajo y el Ministerio de Educación hacen muy poco, afirma la directora de Yeserías, para hacer que, en efecto, la libertad sea una gloria para la reclusa. «La presa es una persona que necesita formación profesional y cultural; un ser al que en la cárcel se trata de modificar la conducta y la actitud social. Pero esas posibilidades de reforma que tratan de fomentarse aquí chocan con la falta de sensibilización de otros estamentos oficiales», como son aquellos ministerios citados.

La propia cárcel, reconoce Ana María de la Rocha, puede resultar una escuela de delincuentes. El consumo y el tráfico de drogas, por ejemplo, son comunes en las cárceles españolas. «Es normal.», dice la directora de Yeserías, «que en un medio cerrado, como es el de una cárcel, prosperen actividades como éstas, sobre las que es difícil hacer algo efectivo, cuando por otra parte hay un rechazo a todo tratamiento coactivo y no podemos ejercer otra cosa que una función de vigilancia».

«Pensar, por otra parte, que cualquier persona que ingresa en prisión no sólo redime su pena, sino que sale dispuesto a reinsertarse sin traumas en la sociedad, es una utopía», afirma la directora de Yeserías.

Comunes y políticas

Ana María de la Rocha considera que las acusadas de delitos de terrorismo relacionados con la política y las reclusas de derecho común no pueden tener una vida distinta en la cárcel, aunque después del motín de la pasada semana estima que «las reclusas acusadas de terrorismo no aceptan las invitaciones del diálogo». Unas y otras, afirma ahora Ana María de la Rocha, «deben vivir un régimen de vida igual, aunque hay determinadas cuestiones de seguridad y vigilancia que en unos casos tienen que ser más estrictos que en otros».

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