Tribuna:

Turbio hockey sobre patines

El hockey sobre patines es, evidentemente, un deporte muy especial en España. Los incidentes continuos sucedidos en el reciente Mundial de Argentina han venido a corroborarlo. Nunca un subcampeonato del mundo ha quedado tan oscurecido por los problemas internos.El que Cataluña haya monopolizado hasta ahora, casi con absoluta superioridad, la jerarquía del deporte del patín y el stick ha sido positivo por los muchos títulos conseguidos, pero el excesivo regionalismo ha perjudicado su difusión. Hace unos años el hockey rodado parecía un asunto exclusivo lusitano-español y esto, unido a la...

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El hockey sobre patines es, evidentemente, un deporte muy especial en España. Los incidentes continuos sucedidos en el reciente Mundial de Argentina han venido a corroborarlo. Nunca un subcampeonato del mundo ha quedado tan oscurecido por los problemas internos.El que Cataluña haya monopolizado hasta ahora, casi con absoluta superioridad, la jerarquía del deporte del patín y el stick ha sido positivo por los muchos títulos conseguidos, pero el excesivo regionalismo ha perjudicado su difusión. Hace unos años el hockey rodado parecía un asunto exclusivo lusitano-español y esto, unido a la corta extensión internacional de la especialidad, suponía que los títulos fuesen casi despreciados, tomados como triunfos normales. Los enfrentamientos, en realidad, eran lusitano-catalanes, por lo que aún talaban menos en el resto de España. Sólo Asturias aporta desde hace poco un suplente a la selección y tiene dos equipos en la División de Honor.

El problema grave está planteado desde que un directivo no catalán, el gallego Antonio González, ex presidente del Coruña en su mejor época primerdivisionista, está al frente del hockey nacional. La presión catalana no pudo impedir -curiosamente, eso sí, como en otros deportes- que fuese elegido en su puesto tras las versallescas elecciones democráticas de hace un año. Su talante es el de tantos dirigentes actuales del deporte nacional, que guardan los resabios de épocas absolutistas ya trasnochadas. Su desgracia es que el hockey catalán no le admite y también es injusto, al menos en parte. Nadie es del todo culpable.

Al presidente se le pueden censurar intromisiones en el trabajo de sus colaboradores o de los periodistas, como Francisco Riojo de 4-2-4. Si no sabe lo que es la libertad de expresión deberá leerse ya el artículo veinte de la Constitución y aprender a encajar las críticas. Si algo no le gusta, ahí están los tribunales ordinarios. Pero en el tema del jugador Villacorta, colaborador en el diario barcelonés Mundo Diario y que empezó a escribir desde Argentina, sí cabe la puntualización ética. Al margen de libertades, no se puede ser juez y parte.

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