Cartas al director

Defensa de la acracia

Debo manifestar mi desagrado y desacuerdo por el artículo titulado «Los ácratas», Firmado por R. M. P.. publicado en EL PAIS de ayer, página 3 1. El análisis de su conténido puede hacerse a tres niveles:No se puede confundir la actuación de unas personas que están en una caseta con la labor editorial que está por detrás. Y prejuzgar su trabajo por «ese afán de libertad, mezclado a la fascinación helénica ... », es o ligereza o mala intención. El autor omite todo comentario acerca qe lo que estas editoriales aportan: temas, autores, colectivos, precios, etcétera, y, sin más análisis, establece ...

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Debo manifestar mi desagrado y desacuerdo por el artículo titulado «Los ácratas», Firmado por R. M. P.. publicado en EL PAIS de ayer, página 3 1. El análisis de su conténido puede hacerse a tres niveles:No se puede confundir la actuación de unas personas que están en una caseta con la labor editorial que está por detrás. Y prejuzgar su trabajo por «ese afán de libertad, mezclado a la fascinación helénica ... », es o ligereza o mala intención. El autor omite todo comentario acerca qe lo que estas editoriales aportan: temas, autores, colectivos, precios, etcétera, y, sin más análisis, establece su anatema.

2.º Me parece bien que el autor no acepte el ideario libertario. Pero dar una versión ridícula y sectaria del mismo es un acto de desprecio a la libertad de pensamiento. Lo que un movimiento, cuyas raíces están muy atrás en la Historia de la Humanidad, plantea no se puede reducir a cuatro lugares comunes. No es seno hacerlo. El autor del artículo tendría que emplear mucha tinta y mucha sustancia gris para demostrar la validez de su resumen. Y creo que no lo iba a conseguir.

3.º En la Feria del Libro hay muchos gestos y de muchos signos. No todos son patrimonio de la caseta 114, ni la gente que está allí tiene la exclusiva de «esos barbudos desaseados acompañados de mozas sin sujetador». La toma de posición del autor me hace pensar que si es hombre se afeitará con «hoja de doble filo» y si es mujer llevará sus pechos embutidos en algún «cruzado mágico» al uso.

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A algunas personas ciertos gestos les resultan ridículos pero el mismo efecto le producen a otras gestos de otro tipo: azafatas ataviadas con trajes de vistosos coloridos y rotundos gorritos, caballeros encorbatados y enclíaquetados vendiendo enciclopedias en cómodos plazos. ¿Qué es más ridículo: el señor que se pone un gorro de wikingo o la señorita a la que colocan un modelito de gorro con visera? Es una materia opinable, pero hay un criterio: el primero lo hace porque quiere; la segunda, probablemente, no tiene otra alternativa si quiere ganarse un dinero.

Los gestos ácratas tienen como mínimo un valor: ante tanto hieratismo, ante tanta rigidez mental, ante tanta invasión televisiva, el gesto, la mueca, la burla es, muchas veces, la única posible y la mejor de las respuestas. Por eso a muchos Gundisalvo como el autor se les eriza la pluma, sacan las cajas de los dogmas y se disponen a pontificar. Pienso que lo hacen porque en el fondo sienten que pierden el «asidero de su identidad».

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