Cartas al director

Obsesión FN

Leo en la Hoja del Lunes de hoy que Blas Piñar ha dicho en Córdoba: «Martín Villa está obsesionado con Fuerza Nueva.» Yo no sé lo que pensará el señor Martín Villa -que como ministro de Interior debe estar obsesionado con muchas cosas, entre otras, mantenerse en el puesto, que es la primera obsesión de todos los señores Ministros de la historia-, pero sí le puedo decir lo que pienso yo: yo también estoy obsesionado. Mi obsesión con Fuerza Nueva, sin embargo, creo que es bastante distinta de la del señor Martín Villa y, desde luego, mucho más antigua. (Si los ministros de Gobernación se ...

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Leo en la Hoja del Lunes de hoy que Blas Piñar ha dicho en Córdoba: «Martín Villa está obsesionado con Fuerza Nueva.» Yo no sé lo que pensará el señor Martín Villa -que como ministro de Interior debe estar obsesionado con muchas cosas, entre otras, mantenerse en el puesto, que es la primera obsesión de todos los señores Ministros de la historia-, pero sí le puedo decir lo que pienso yo: yo también estoy obsesionado. Mi obsesión con Fuerza Nueva, sin embargo, creo que es bastante distinta de la del señor Martín Villa y, desde luego, mucho más antigua. (Si los ministros de Gobernación se hubieran obsesionado antes con Fuerza Nueva, ahora no me obsesionaría yo.) Mi obsesión nace cada vez que salgo a la calle, pues siempre me pregunto: «¿Me encontraré hoy con alguna manifestación autorizada o incontrolada -que a veces es lo mismo- de Fuerza Nueva?» Y, desde esa pregunta, mis obsesiones cabalgan unas sobre otras: «¿Qué hacer si me topo con ellos? Levantar el puño, no, pues no suelo, y además me cascarán. Pero la mano, tampoco, pues no es mi rollo. Claro que si no lanzo el brazo y estiro la mano, resultaré sospechoso. Además, tengo barba, y esto es un signo tumbativo. No llevo camisa azul, ni botas, ni cadenas, ni guardaespaldas. ¿Qué será de mí, pobrecillo?» Mis angustias van creciendo progresivamente, y voy bordeando los barrios céntricos -aquellos donde predominan las pintadas FN y de cruces gamadas y de muerte a Carrillo y de obispos rojos- Salvo como puedo, si es domingo, el atrio de las iglesias importantes, donde estos hombres se ponen a vender sus defensas de la patria, y vuelvo a casa feliz, porque hoy tampoco me pegaron. Yo le quiero preguntar al señor Piñar, si mi obsesión es para ir al psiquiatra o, por el contrario, lo que yo tengo es mucha suerte.

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