Cartas al director

Sólo una anécdota

La detención de la hija de Franco en el aeropuerto de Barajas cuando salía con unas monedas de oro ha levantado oleadas de comentarios de todos los gustos, La televisión, la radio y la prensa no han dejado de darlo con alharacas y resabios democráticos. ¡Pobre España!, cuando en tan poco tiene a la democracia.Los que llevamos dentro, profundamente arraigado, como una parte de nuestro ser, el amor a las cosas de España, con pasión de hacerla mejor, nos da mucha pena y nos entristecen estas cosas que nada tienen que ver con el sistema político en que vivimos. No se trata de justificar el acto co...

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La detención de la hija de Franco en el aeropuerto de Barajas cuando salía con unas monedas de oro ha levantado oleadas de comentarios de todos los gustos, La televisión, la radio y la prensa no han dejado de darlo con alharacas y resabios democráticos. ¡Pobre España!, cuando en tan poco tiene a la democracia.Los que llevamos dentro, profundamente arraigado, como una parte de nuestro ser, el amor a las cosas de España, con pasión de hacerla mejor, nos da mucha pena y nos entristecen estas cosas que nada tienen que ver con el sistema político en que vivimos. No se trata de justificar el acto cometido, ni de calificarlo, ni mucho menos de tipificarlo, que eso es cosa de las autoridades competentes; simplemente, de no sacarlo de quicio y hacer de él como la evidencia de lo justos, rectos y democráticos, que somos. Porque si fuera así, por qué no se meten, aunque sólo fuera para airear responsabilidades, con Matesa, Reace o Confecciones Gibraltar, como ejemplos vivos que ofendieron la sensibilidad de los españoles y pusieron un baldón sobre la justicia y la Administración... ¿Por qué no se investigan tantos y tantos títulos, mercedes, dádivas y capitales como están por ahí para escarnio de los buenos españoles?

Pretender ahora que descubrir a la hija de Franco (que de todos los familiares y allegados al dictador ha sido de los más prudentes, silenciosos y recatados) nos pone a salvo de cuarenta años de vergonzosas claudicaciones, sombrerazos, aplausos y bochorno no me parece justo, ni consecuente, ni honesto. Me gustaría saber cuántas veces los mismos que ahora han actuado tan cumplidoramente con su deber la han visto pasar -a ella o a otras muchas personas de su círculo familiar o gubernamental- sin pedirle ni un papel. Y si no lo han hecho antes de ahora, ¿por qué no registran también a los que siguen pasando por la puerta reservada a los VIP, que son también ciudadanos y a quienes obligan las leyes como al más callado de los ciudadanos? Y también me gustaría saber si en vez de haber sido la hija de Franco hubiera sido cualquier otro, ¿le habrían tomado declaración?, ¿habría podido continuar su viaje?, ¿le habrían pedido una fianza y hasta hubieran detenido a la persona?

Detener y condenar, en su caso, a la hija de Franco es un hecho personal que no demuestra que aquí haya una democracia, ni que estemos en el camino de ella: a lo máximo es un dato sin valor alguno, más que la anécdota.

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