Tribuna:

Más vale maña que fuerza

La frase «batalla en Belgrado» ha sido denominador casi común en todas las bocas tras lo ocurrido en el Yugoslavia-España y posteriormente. No dudamos que tal batalla existió, porque fuimos de los protagonistas, pero ahora, una vez pasado el temporal, convendrá no cargar las tintas. En este caso se debe perdonar y hasta olvidar, porque si no, el próximo Campeonato de Europa puede ser dramático.La FIFA decidirá ahora la sanción a los yugoslavos, y ello será el mejor ejemplo para el futuro. Ni la decepción de una derrota trascendente ni el exceso de alcohol al tercer día de fiesta nacional justi...

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La frase «batalla en Belgrado» ha sido denominador casi común en todas las bocas tras lo ocurrido en el Yugoslavia-España y posteriormente. No dudamos que tal batalla existió, porque fuimos de los protagonistas, pero ahora, una vez pasado el temporal, convendrá no cargar las tintas. En este caso se debe perdonar y hasta olvidar, porque si no, el próximo Campeonato de Europa puede ser dramático.La FIFA decidirá ahora la sanción a los yugoslavos, y ello será el mejor ejemplo para el futuro. Ni la decepción de una derrota trascendente ni el exceso de alcohol al tercer día de fiesta nacional justifican las actitudes yugoslavas dentro y fuera del campo. El fútbol, el deporte, no es eso y resulta triste que, como fenómeno sicológico, provoque sicopatías. Lo terrible es que se provocan.

En cualquier caso, como en esta vida nunca es todo bueno ni todo malo, convendrá no olvidar ciertos detalles. Si la Federación Española presenta una protesta, lo cual parece lógico, deberá reseñar, por ejemplo, que el seleccionador, Valok, se portó como un caballero y sí supo perder. Incluso censuró el pecado de dureza de sus, hombres, aunque fuese quizá el principal culpable al inculcarles el celo endemoniado de ganar al precio de cualquier pierna.

Por otro lado, convendrá también recordar que al árbitro Burns sólo -y ya fue bastante puede acusársele de no cortar la violencia yugoslava de raíz. Pero técnicamente no perjudicó a España y tampoco hubiera sido culpable de su posible derrota si Olmo o el poste no salvan los tiros de Safet Susic. España, eso sí, tuvo el gran mérito de resistir estoicamente la dureza rival y no perder casi nunca los nervios. Una vez más se ha demostrado que más vale maña que fuerza, y el haber conseguido un «silencio» tan difícil de un os jugadores españoles, normalmente protestones, ha sido, sin duda, el gran mérito de Kubala. El problema será cuando en Argentina tropecemos con rivales más mañosos. Aunque ese ya es otro cantar.

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