Tribuna:TRIBUNA LIBRE

Las cosas claras

Secretario general de Alianza PopularNuestro país está lleno estos días de voces que resuenan en todas direcciones. Es importante aclarar su sentido, y evitar la confusión. Conviene fijar unos criterios de clarificación en torno a los cuales todos nos aclaremos.

Lo primero es: ¿queremos más libertad?. Se entiende, para todos. No para los amigos; no para administrarla uno mismo. Definición: los que venimos pidiéndola, y ampliándola de hecho, desde los años sesenta, pedimos más libertad. Límites: la libertad de los demás, definida por la ley.

Lo segundo: ¿queremos democracia?...

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Secretario general de Alianza PopularNuestro país está lleno estos días de voces que resuenan en todas direcciones. Es importante aclarar su sentido, y evitar la confusión. Conviene fijar unos criterios de clarificación en torno a los cuales todos nos aclaremos.

Lo primero es: ¿queremos más libertad?. Se entiende, para todos. No para los amigos; no para administrarla uno mismo. Definición: los que venimos pidiéndola, y ampliándola de hecho, desde los años sesenta, pedimos más libertad. Límites: la libertad de los demás, definida por la ley.

Lo segundo: ¿queremos democracia? Es decir, predominio de la voluntad de la mayoría, debiendo ésta respetar a las minorías, con arreglo a la ley. Lo que es también delcir: no se puede decir que esta mayoría vale y ésta otra no.

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Lo tercero: ¿queremos un Estado de derecho? Pues ya sabemos lo que quiere decir: ley discutida públicamente; decretos-leyes sólo en casos de excepción y verdadera urgencia; justicia, no sólo independiente, sino que sólo interviene en cuestiones claramente jurídicas, y no políticas; y respeto de todos a la ley, aún imperfecta, mientras no, sea modificada. El reservarse el derecho, de acatar y cumplir la ley o no, de tomarse la justicia por la mano, no es de recibo.

Cuarto: ¿queremos jugar en serio a la política, o de modo, pi caresco, tirando a tramposo? Veo demasiada gente despreciando el juego limpio, utilizando toda clase de oportunismos, guiñando demasiados ojos a la vez. El país tiene un limitado número de posturas reales y serias; de nombres que signifiquen algo. Es hora de que en los registros no se inscriban ficciones, sino cosas reales.

Quinto. Forma del Estado: La Monarquía. La República ha fracasado dos veces. En cuanto a la Monarquía, sólo puede ser una Monarquía constitucional, es decir, arbitral.

Sexto. Administración pública. Ha de ser la de los países civilizados, es decir, profesional, estable, imparcial, ajena a los vaivenes políticos.

Séptimo. Autonomías: cuantas hagan falta para integrar mejor, no para desunir. Jugar con otras palabras, tales como autodeterminación, nacionalidad o incluso federalismo, es altamente peligroso.

Octavo. Constitución: no se puede tomar este tema a broma. Ya hemos fabricado demasiadas: 1812, 1831, 1845, 1869, 1876, 1931; e innumerables intentos más, refor mas, actas adicionales, etcétera. Un nuevo período constituyente sería igual que los anteriores: mucho ruido y pocas nueces. Es mejor proceder por reformas sucesivas, sin alborotar ni enfrentar al país. Lo esencial ya lo tenemos: la Monarquía, Ias Cortes democráticas y una Justicia independiente. Un buen sistema de partidos no se hace por decreto. Dejemos al conjunto equilibrarse por sí mismo.

Noveno. Sindicatos. Libertad. Independencia de los partidos. Sin ella, ni cumplirán su función ni podrán luego entenderse entre sí; no podrán pactar, sino al dictado.

Décimo. Sistema económico, y social. Hay dos: la libre empresa y la empresa burocrática. La segunda es menos eficiente, pero permite controlar mejor a la gente; produce menos riqueza y menos libertad. En la economía social de mercado puede haber también abusos; es mejor corregir los abusos que romper el sistema.

Undécimo. Moral y cultura. Unos creemos que la moral cristiana sigue siendo la mejor, a pesar de lo poco que la respetamos muchos cristianos. Otros creen que está superada, y prefieren la pública exhibición de toda clase de pornografías (y no sólo sexuales). Hay que escoger. Libertad privada muy amplia, pero no libertad de escándalo público.

Duodécimo. Religión. Es un hecho social capital, independientemente de sus aspectos personales y trascendentes. Hay que tomar postura. Somos partidarios de una actitud favorable del Estado a la religión, de una total no interferencia mutua; de un reconocimiento de la realidad sociológica; de una cooperación de buena fe desde la mutua independencia. Y de la emancipación total y definitiva de los disidentes, dentro del orden público.

Trece. La mujer. Emancipación, promoción, igualdad de oportunidades. Reconocimiento del trabajo familiar, a todos los efectos. Fuera las últimas discriminaciones legales. Pero nada de enfrentamientos; nada de quitar la belleza y la poesía de este pobre mundo.

Catorce. La juventud. Basta de adúlarla, corromperla y engañarla. Se es joven poco tiempo, por desgracia; la juventud no es una clase social, Todas las facilidades para estudiar y un empleo; nada de evasión de la realidad. Rebajar la mayoría de edad.

Quince. Mundo del trabajo. Formación profesional continuada; seguridad en, el empleo, permitiendo un control de productividad: política eficaz de vivienda, seguridad social completa, para todos los ciudadanos Participación a todos los niveles.

Dieciséis. El campo. Máxima priorididad. Empresa agraria sólida. Ayuda decisiva de los demás sectores. Nivelación de la balanza de pagos agropecuaria. Administración única responsable de todo lo agrario y la alimentación.

Diecisiete. Ordenación territorial a fondo; planificación de la ciudad y el campo; política enérgica del suelo.

Dieciocho. Administración pública más eficaz; más cerca del público; más desconcentrada (hasta el nivel comarcal) y más descentralizada. Estabilidad y profesionalidad.

Diecinueve. Lucha contra la corrupcion; sin paliativos, y caiga quien caiga.

Y veinte. Entrega total. Nada de pillerías. Matarse por el país en estos años decisivos.

Y poner cara de hacerlo, en serio y con ganas. Y que Dios reparta suerte.

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