Tribuna:

Escuchar a los demás

El fútbol de esta temporada sufre también las consecuencias de las verdades. Hace ya algún tiempo que esto sucede y en un país donde el camino hacia la democracia ha afectado lógicamente a todos los campos resulta lamentable que no se sepan aceptar las opiniones de los demás.El Barcelona se siente perseguido por una campaña centralista de no muy claras directrices. El Madrid, su presidente, echa la culpa a la prensa de los malos resultados que consigue. Dos clubs grandes, intocables en otros tiempos, declaran ser maltratados por la prensa.

A unas acciones desafortunadas de varios protag...

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El fútbol de esta temporada sufre también las consecuencias de las verdades. Hace ya algún tiempo que esto sucede y en un país donde el camino hacia la democracia ha afectado lógicamente a todos los campos resulta lamentable que no se sepan aceptar las opiniones de los demás.El Barcelona se siente perseguido por una campaña centralista de no muy claras directrices. El Madrid, su presidente, echa la culpa a la prensa de los malos resultados que consigue. Dos clubs grandes, intocables en otros tiempos, declaran ser maltratados por la prensa.

A unas acciones desafortunadas de varios protagonistas en el caso del Barça se le quiere dar todavía hoy unos aires de confabulación casi ordenada por computadora. Una desastrosa campaña madridista por falta de planificación, jugadores, esquema y entrenador centrado se trata de disculpar con los goles no marcados (?) a base de teclear en las máquinas de escribir.

Desde un periódico que presenta en su cabecera la palabra independiente no queda más remedio que sonreír ante esos temores de los clubs de fútbol sobre favoritismos o ataques. Nadie está libre de tener sus preferencias, como tampoco nadie -incluidos los periodistas- puede presumir de no errar nunca. Cada uno obra según su conciencia. Lo queningún club gránde podrá, cada día menos, es coartar la información objetiva, equivocada o no, de un profesional íntegro.

Es muy bonito, pero falso, apuntarse a la democracia deportiva y querer tener razón sin escuchar las razones de los demás. El problema es que quizá más de uno no hubiese querido que llegara nunca la ocasión de apuntarse.

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