"No prestamos oídos a los profetas de calamidades"

«Han existido siempre personas pesimistas que todo lo ven negro y pasan su vida anunciando calamidades», afirma el cardenal Tarancón en una carta sobre Los profetas de calamidades. «También en España, sigue diciendo el cardenal, y en cuanto al desarrollo y destino de nuestro pueblo, nunca han faltado las voces agoreras. Y algunos hechos antiguos o recientes, en los que sin duda se ha desbordado la pasión radicalizando actitudes y posturas, les hace sentar tesis catastróficas: España es un país ingobernable, dicen con énfasis. El reconocimiento de la libertad en el campo ...

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«Han existido siempre personas pesimistas que todo lo ven negro y pasan su vida anunciando calamidades», afirma el cardenal Tarancón en una carta sobre Los profetas de calamidades. «También en España, sigue diciendo el cardenal, y en cuanto al desarrollo y destino de nuestro pueblo, nunca han faltado las voces agoreras. Y algunos hechos antiguos o recientes, en los que sin duda se ha desbordado la pasión radicalizando actitudes y posturas, les hace sentar tesis catastróficas: España es un país ingobernable, dicen con énfasis. El reconocimiento de la libertad en el campo político y social nos llevará a la ruina, afirman particularmente los que gozan de cierto poder.»

«En estos momentos de transición que estamos viviendo es lógico que vuelvan a aparecer esos profetas conminándonos con todos los males si se abre un proceso democrático o se cambian de alguna manera las estructuras económicas, políticas o sociales.»

«Creo sinceramente que esa postura pesimista, quizá mantenida de buena fe por algunos, manifiesta una falta de fe y de confianza en las virtudes de nuestro pueblo, que si no se han podido manifestar abiertamente en todas las ocasiones, ha sido por falta de cauces adecuados o por falta de una maduración humana, que la poca cultura de las masas o el radicalismo de los dirigentes han propiciado.»

«La responsabilidad mayor en estos momentos -termina afirmando el cardenal de Madrid-, pesa sobre los dirigentes, no sobre el pueblo. Tanto los dirigentes políticos como los económicos -y también los dirigentes religiosos tenemos el deber de encauzar esta potencialidad de nuestro pueblo, capaz de construir un futuro mucho mejor y -más humano, más fraterno y más cristiano- para nuestra patria.»

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