El sindicalismo ilegal sigue siendo ilegal

Tras una semana de huelga, los trabajadores de la Empresa Municipal de Transportes madrileña se incorporaron ayer a sus vehículos, poniendo así fin a un conflicto. que, en gran medida, ha marcado las líneas de actuación del sindicalismo ilegal, de una parte, y del poder, de otra, cara a una nueva etapa en las relaciones laborales inserta en el proceso general de reivindicaciones sociales,Salvando la intervención del Ejército en un conflicto que afectó a un servicio público, la represión de la huelga -que alcanzó niveles de violencia desconocidos en este sector- ha constituido la principal cara...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Tras una semana de huelga, los trabajadores de la Empresa Municipal de Transportes madrileña se incorporaron ayer a sus vehículos, poniendo así fin a un conflicto. que, en gran medida, ha marcado las líneas de actuación del sindicalismo ilegal, de una parte, y del poder, de otra, cara a una nueva etapa en las relaciones laborales inserta en el proceso general de reivindicaciones sociales,Salvando la intervención del Ejército en un conflicto que afectó a un servicio público, la represión de la huelga -que alcanzó niveles de violencia desconocidos en este sector- ha constituido la principal característica de esta prueba de fuerza que las centrales sindicales han intentado frente a la Administración.

La actuación de los líderes del movimiento obrero -líderes que carecen en su mayoría de experiencia para hacer frente a conflictos de esta clase- ha sido en todo momento impedida por la autoridad, lo que ha dado lugar a una situación de descontrol en el proceso huelguístico.

Junto a unas reivindicaciones estrictamente laborales, como pueden serlo las peticiones económicas, de jornada, etcétera, las centrales obreras se han jugado en esta huelga, de forma abierta, un prestigio entre los trabajadores que, cuando queden restablecidas las libertades sindicales, habrá de materializarse en la afiliación que las haga fuertes ante el Gobierno y la patronal, cara a la imprescindible negociación social.

El resultado del enfrentamiento ha quedado claro: la vuelta al trabajo sin condiciones. La negativa de la Administración a reconocer un sindicalismo unitario y la intervención policial contra los huelguistas son indicios suficientes para medir la actitud actual del poder ante conflictos de esta naturaleza.

Archivado En