Tribuna:

"Culpable, el hombre"

Así titulábamos hace unos meses un reportaje de televisión en el que se ponían exageradamente de relieve las imprudencias temerarias que llevan en muchos casos al conductor a protagonizar terribles accidentes. Adelantamiento en cambio de rasante, no respetar la señal de stop, adelantar en curva, etc. Se intentó de alguna forma escenificar con propósitos edificantes las causas principales que motivan el lacónico comunicado semanal de la Jefatura de Tráfico.Pero las historias filmadas padecen (sobre todo en televisión) condicionantes de tiempo y de expresión y la importancia del tema nos anima a...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Así titulábamos hace unos meses un reportaje de televisión en el que se ponían exageradamente de relieve las imprudencias temerarias que llevan en muchos casos al conductor a protagonizar terribles accidentes. Adelantamiento en cambio de rasante, no respetar la señal de stop, adelantar en curva, etc. Se intentó de alguna forma escenificar con propósitos edificantes las causas principales que motivan el lacónico comunicado semanal de la Jefatura de Tráfico.Pero las historias filmadas padecen (sobre todo en televisión) condicionantes de tiempo y de expresión y la importancia del tema nos anima ahora a escribir sobre lo que sin duda quedó incompleto y torpemente explicado.

El atropello, la colisión, el patinazo en curvas, la invasión de la izquierda de la calzada y casi todas las demás faltas graves atribuibles a la tan preconizada torpeza y culpabilidad del conductor podrían resumirse -y la estadística así parece demostrarlo- en la inadecuada velocidad a que éste conduce en el medio existente.

Pero no podemos ni debemos dar por zanjadas las causas sin atribuir en un porcentaje muy alto a lo precario e insufiente del medio el protagonismo directo en los accidentes.

Alguien nos contaba hace poco cómo varios oficiales de la Guardia Civil, haciendo un recorrido en automóvil y motocicleta entre Madrid y Aranjuez, y poniendo, naturalmente, los cinco sentidos en la conducción, habían cometido todos infracciones más o menos importantes obligados por la densidad del tráfico y las condiciones de la carretera. La autovía entre Madrid y Aranjuez la firmábamos ahora mismo como modélica comparada con el resto de la casi totalidad de nuestra red viaria. ¿Quién se atrevería, por ejemplo, a hacer un viaje entre Madrid y Alicante a una media de setenta kilómetros por hora sin cometer una sola infracción?

¿Quién puede respetar la distancia de seguridad entre coches con nuestra interminables filas de camiones, que no pueden apartarse porque no tienen vías de descongestión?

¿Qué conductor no se juega cada cinco minutos el tipo al tratar de adelantara una larga fila de coches? ¿Cuántos finales de recta mal señalizados que terminan en curva retorcida que lleva sin modificar desde que las construyera Primo de Rivera? ¿Cuánta tierra echada en tiempos de hielo pasa los largos veranos esperándonos al frenar en la entrada de una curva? ¿Cuántas obras interminablemente provisionales e insuficientemente señalizadas durante la noche? ¿Por qué las 155 víctimas en el año 75 en los pasos a nivel sin guada? ¿Pero por qué seguir en lo que es público y del conocimiento de todos?

Culpable, el hombre, y no cambiamos una coma, pero culpable, como muy bien ha dicho el ministro de la Gobernación, cuando conduce, cuando legisla, cuando proyecta, cuando, inmoral y cobardemente, huye a su obligación. Culpable también cuando, como política de un largo emplea deliberadamente la riqueza común para otros fines y no sistema, planea y estructura a tiempo.

Larga, cara y difícil va, a ser la tarea; muchas parecen y son las urgencias, y mucho nos tememos que en la comisión nacional recién creada y quizás en el deseo de no ofender ha nadia se haya caído otra vez en tal multiplididad de criterio, que determinar de un modo claro siga resultando imposibe . La intención es muy buena, el ingenio y la capacidad de improvisación de nuestra raza no tienen límites.

Archivado En