El amor por un hermano, el as en la manga del filosófico Tsitsipas
El griego, adversario de Alcaraz en los cuartos, asoma como el tenista más amenazante del torneo en la red: “Jugar el dobles me hace ser más agresivo”
En París, de repente, un oasis: increíble pero cierto, sale el sol. Y ahí delante, en dos pistas contiguas del complejo Jean Bouin —a 500 metros escasos del complejo de Roland Garros—, Carlos Alcaraz y su rival de este martes en los cuartos de final (no antes de las 20.15, Eurosport) disfrutan del calorcito y se afanan en la volea durante sus respectivos entrenamientos, derecha-revés, derecha-revés, derecha-revés… “¡Una más!”, le pide el murciano a su hermano mayor, el...
En París, de repente, un oasis: increíble pero cierto, sale el sol. Y ahí delante, en dos pistas contiguas del complejo Jean Bouin —a 500 metros escasos del complejo de Roland Garros—, Carlos Alcaraz y su rival de este martes en los cuartos de final (no antes de las 20.15, Eurosport) disfrutan del calorcito y se afanan en la volea durante sus respectivos entrenamientos, derecha-revés, derecha-revés, derecha-revés… “¡Una más!”, le pide el murciano a su hermano mayor, el fortachón Álvaro, quien bombea para que el número tres del mundo pula una última vez un golpe que, tal vez, pueda resultar determinante en el cruce contra el griego, al que ha derrotado las cinco veces que han medido sus fuerzas. La red, el territorio de los intrépidos, espacio diferencial; los espadachines afinan el florete. Se explica el de Atenas, y va de hermanos la historia. También de amor.
“Somos tenistas, pero también somos personas con sentimientos”, comentaba el sábado la española Paula Badosa, refiriéndose a la relación sentimental que mantiene con él, inscrito esta edición en las tres modalidades: individual, dobles y dobles mixto. “Bueno, todo es por amor, y combinar el amor con el tenis es bastante excepcional”, argumentaba Tsitsipas, tenista especial, tipo singular; amor, sí, pero hasta cierto punto. A estas alturas y con el duelo contra Alcaraz a la vista, no conviene forzar y de ahí la renuncia de última hora al tercer formato. “Bueno, cada jugador es de una manera. Yo, primero tendría que ponerme en la situación de si tuviera novia, pero… Estamos en un torneo de tenis y, personalmente, miraría la parte profesional, pero si él está bien físicamente… ¿Por qué no? Adelante. Nadie es quién para decirle a otro que no haga algo”, opinaba Alcaraz.
El caso es que Tsitsipas no solo ha saltado a la pista junto a su hermano Petros, dos años menos, sino que además el nexo funciona bien. Progresan en París —este lunes derrotaron al dúo Dodig-Krajicek, campeones el curso pasado— y, a priori, también deberían competir de la mano en los Juegos Olímpicos de este verano. “Él y Pavlos [18 años, el menor de los tres hermanos; Elisavet, la cuarta, tiene 16] quieren ser profesionales, así que trato de ayudarles porque sé cómo llegar aquí. Y Petros ha decidido centrarse en el dobles”, afirma el griego, mientras en la fiesta tenística de París, todo el mundo se pregunta el porqué de la decisión, eso de simultanear. Y él razona: “Nadie lo hace. ¿Por qué yo sí? Piensas y te das cuenta de que estás en una fase de la vida en la que el tenis te aporta alegría y placer, y quieres pasar tiempo con tus seres queridos”.
Coinciden técnicos y expertos en subrayar los jugosos beneficios que reporta una modalidad en la que el tenista afila los reflejos y volea, el juego en la red. Experimenta Tsitsipas desde hace un tiempo y, a juzgar por los datos que ofrece el torneo, la apuesta no le ha ido mal. En concreto, el ateniense, noveno mejor del mundo en la actualidad, es el segundo jugador que mejor porcentaje de acierto (76%) cuando merodea la malla, con la diferencia de que el italiano Jannik Sinner (79%), al frente del listado, la visita con mucha menos frecuencia; 87 aproximaciones por parte de uno, 141 de otro. Alcaraz, pues, se huele por dónde pueden ir los tiros y se predispone al duelo con unas cifras también reseñables (71%, 65/91), buen felino él, dispuesto a afrontar el cuerpo a cuerpo, pero sin perder el orden.
“Sé cómo tengo que jugarle”, anticipa el de El Palmar. Y profundiza Tsitsipas en la exposición, Stef, que le dicen algunos en el circuito. “Estoy siempre muy centrado en mis cosas, así que estar aquí y ser un poco más libre de espíritu, por decirlo de alguna forma, me ayuda a tener una interacción más dulce con mi juego, a amarlo más”, contesta con trazos existencialistas. “He tenido varias experiencias positivas en el pasado cuando compaginé individual y dobles, y creo que me han hecho mejor. Me hace ser más agresivo, acercarme más a la red”, prosigue el campeón de Montecarlo y finalista en Barcelona, a la vez que anuncia: “Quiero salir ahí y demostrar lo que tengo dentro. El objetivo es molestar y desafiarle lo máximo posible. Siento que estoy en buena forma y creo que hasta ahora he jugado un buen tenis sobre tierra”.
Aunque ahora adquiera relieve mediático, seguramente por figurar de antemano en los tres cuadros, su incursión en el mundo del dobles viene de lejos —desde los ITF y los challengers, torneos preprofesionales— y ha ido haciendo apariciones más o menos esporádicas desde 2018. Este curso, la hoja de servicios refleja 11 partidos, con un balance de cuatro victorias y siete derrotas; cedió en la primera ronda del Open de Australia y en la gira sobre arcilla probó con idéntico resultado en el Godó, Madrid y Roma. “Tengo un sueño con Petros, que es el de que seamos uno de los pocos hermanos que han jugado juntos en los Juegos Olímpicos, especialmente en tenis. No hay nada más fuerte que ese sueño, y realmente quiero hacerlo posible para los dos”, recapitula el griego soñador, articulado hoy día sobre el principio de todos los principios: amor para todos, en este caso por su querido compañero.
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