Nadal redobla el esfuerzo ante la incógnita de los cinco sets
El tenista español, que debutará el lunes contra el alemán Zverev, invierte tres horas diarias en la pista de entrenamiento para recuperar el ritmo perdido
A las once y media de la mañana, el perímetro rectangular de la Pista 2 de entrenamientos de Roland Garros no admite un solo cuerpo más. Culos estrictamente pegados en las sillas, larguísima fila de a uno en pie, todo el mundo bien arrejuntado para ver pelotear a Rafael Nadal, que está de vuelta y, de alguna forma, devuelve a las entrañas de los presentes el gusanillo que se perdió el curso pasado con su ausencia. Ahí abajo, el campeón de 22 grandes se desempeña a fondo con el argentino Mariano Navone, 32º del mundo, reemplazo del que teóricamente iba a ser el compañero inicial en la sesión: v...
A las once y media de la mañana, el perímetro rectangular de la Pista 2 de entrenamientos de Roland Garros no admite un solo cuerpo más. Culos estrictamente pegados en las sillas, larguísima fila de a uno en pie, todo el mundo bien arrejuntado para ver pelotear a Rafael Nadal, que está de vuelta y, de alguna forma, devuelve a las entrañas de los presentes el gusanillo que se perdió el curso pasado con su ausencia. Ahí abajo, el campeón de 22 grandes se desempeña a fondo con el argentino Mariano Navone, 32º del mundo, reemplazo del que teóricamente iba a ser el compañero inicial en la sesión: vaya por dios, diana, Alexander Zverev, el gigantón que hoy amenaza y asoma en la primera ronda del lunes, a todo o nada desde el pistoletazo de salida.
“No quería enfrentarme con él tan pronto, pero es lo que hay. Ha estado lesionado mucho tiempo, no ha jugado mucho, y su ranking es el que es. Pero en mi mente está el pensamiento de que voy a jugar contra el mejor Rafa Nadal; espero que juegue el mejor tenis que ha jugado en mucho tiempo. Recuerdo que hace un par de años llegó a aquí sin haber ganado Montecarlo, Madrid o Roma, que todo el mundo decía que era un gran interrogante, y que esto y lo otro... Y al final dominó todo el torneo, así que espero al mejor Nadal”, dirá el alemán luego, por la tarde, sin bajar la guardia un pelo porque al fin y al cabo, al otro lado de la red estará el rey de los 14 trofeos, tres derrotas en 115 partidos (97%), 19 participaciones. El tótem.
Pero resulta que Nadal aterriza en París en unas circunstancias más que complejas, habiendo competido poco —11 partidos esta temporada, ocho en tierra— y con el poso más bien negativo de su última intervención en Roma. Por eso, al esfuerzo efectuado a primera hora de la mañana se añade otro a mediodía —esta vez en la central—, y después otro por la tarde para rematar el proceso. Redobla su máxima: más y más trabajo. “El plan”, se oye estos días en los corrillos del tenis. A destajo, el tenista sigue acumulando rodaje y exprimiéndose, en busca de ese punto que le devuelva el brillo y le permita ser competitivo los próximos días, de ahí las raciones triples de esta semana: tres horas diarias de pelotazos, in crescendo.
Calibra el español su juego ante tenistas de nivel, tras la adaptación del lunes: Sebasian Korda (28º) el martes, Stan Wawrinka (ganador de tres majors) el miércoles y Daniil Medvedev (5º) el jueves. En última instancia se testea contra Navone, que hace la goma en los intercambios y rara vez araña un juego. Sufre el argentino, mientras Nadal —38 años el 3 de junio, 92 títulos en su museo y 1.299 duelos a las espaldas— se exige con una intensidad muy similar a la que ejerce entre fuego real, como si estuviera ya en plena competición: “¡No, así no!”, se afea hasta tres veces, cuando su revés se topa con la malla.
Se avecina “batalla”
Inconformista por naturaleza, Nadal intenta recuperar el tiempo perdido forzosamente por las inclemencias a las que le somete su cuerpo. No interviene en un gran escenario desde enero del año pasado, en la segunda ronda de Australia, de modo que en las pruebas va aumentando la carga para intentar llegar a tono ante un hipotético pulso de larga distancia ante Zverev, en el estreno, o ante quien sea si logra salir airoso.
“Todo el mundo está emocionado por esta dura batalla en la primera ronda; creo que él lo está, y yo también. ¿Quién ha tenido peor suerte en el sorteo? Él tiene 22 grandes… ¡Así que ojalá yo fuera tan desafortunado!”, agrega el de Hamburgo en la charla con los periodistas; “creo que, si los dos tuviéramos elección, elegiríamos algo diferente. Verdaderamente quería jugar una vez más contra él antes de que termine su carrera, porque no quería quedarme con el recuerdo de hace dos años saliendo de la Chatrier [cuando se rompió siete ligamentos en el litigio de semifinales entre ambos] en silla de ruedas; pero no ahora, en una primera ronda, sino más adelante; a ser posible en las semifinales o la final... Pero esto es lo que hay, y creo que tanto él como yo estamos preparados para una batalla”.
No parece casual la insistencia del alemán en el término bélico. Entre bastidores se augura un partido duradero, en la línea del que disputaron en 2022: sin cerrarse el segundo set, el reloj ya registraba 3h 13m. “Pero Sascha”, recuerda el hermano mayor de los Zverev, exjugador y hoy día analista de Eurosport, además de dirigir la carrera del tenista de 27 años, “se lesionó y no pudo continuar. Ahora las cosas han cambiado. Todos me preguntan qué creo que va a pasar, y siempre digo que Sascha podría y debería haber ganado ese día. Esta vez también ganará, porque Nadal se ha vuelto más lento y su forma física deja mucho que desear. Los golpes siguen siendo los mismos, pero la gran pregunta es si podrá jugar los cinco sets. Yo espero que termine en tres, pero será un partido duro, quizá no tanto físicamente, pero sí anímicamente porque podría ser el último partido de Nadal en Roland Garros”.
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