Nadal guerrea, se inclina y emociona a Barcelona

El campeón de 22 grandes, sin fondo en la recta final, cede contra el enérgico De Miñaur (7-5 y 6-1, en 1h 52m) y se despide del club que le vio crecer y despegar

Nadal se despide del público de la central del RCTB, este miércoles en Barcelona.Foto: ALBERT GARCIA

Alex de Miñaur, undécimo mejor tenista del momento, ha vencido, pero este miércoles con aroma melancólico en el barrio de Pedralbes, el protagonista no es él. Todos los presentes, en pie y aplaudiendo, se giran hacia Rafael Nadal, que rectifica el paso y se dirige hacia el centro de la pista que lleva su nombre, allí donde ha ganado 12 veces —cójase aire: 2005, 2006, 2007, 2008, 2009, 2011, 2012, 2013, 2016, 2017, 2018 y 2021— y epicentro del club que le vio crecer y luego triunfar por todo lo alto. ¿Despedirse ahora? Se inclina por 7-5 y 6-1 (en 1h 52m), pero lo hace a su manera, indisociable...

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Alex de Miñaur, undécimo mejor tenista del momento, ha vencido, pero este miércoles con aroma melancólico en el barrio de Pedralbes, el protagonista no es él. Todos los presentes, en pie y aplaudiendo, se giran hacia Rafael Nadal, que rectifica el paso y se dirige hacia el centro de la pista que lleva su nombre, allí donde ha ganado 12 veces —cójase aire: 2005, 2006, 2007, 2008, 2009, 2011, 2012, 2013, 2016, 2017, 2018 y 2021— y epicentro del club que le vio crecer y luego triunfar por todo lo alto. ¿Despedirse ahora? Se inclina por 7-5 y 6-1 (en 1h 52m), pero lo hace a su manera, indisociable de ese estilo, batallando hasta al final y sin ningún arañazo en el chasis, lo que hoy por hoy vale para él un potosí: “Físicamente estoy bien, y eso es lo más importante”. ¿Adiós, Barcelona? ¿Adiós, Godó? Probablemente. “Nunca se sabe lo que te depara el futuro, y la vida probablemente te marca el camino; ahora me lo está marcando de una manera bastante clara. Lo normal es que sí. Lo he jugado como si fuera el último. No puedo más que dar las gracias”, dice.

Antes, sobre la montaña de Collserola —aquella que anticipa la climatología, cuentan los barceloneses— empiezan a asomarse las nubes, amenazando con descargar. Se contienen de la misma forma que lo hizo Nadal la tarde anterior, pero esta vez el guion exige algo bien diferente porque al adversario le sobra la insistencia. Es un cabezón en toda regla. Piernas para todo; bola adentro, una y otra vez. Hasta cierto punto, desesperante. Al alzar la vista, el mallorquín divisa al otro lado de la red un muro que repele una tras otra, infranqueable si no sube de marcha o bien arriesga en el tiro. De Miñaur, oficialmente australiano pero con el innegable cuño de la escuela española en la propuesta, podría estar peloteando hasta mañana si hiciera falta. Y él ha venido a lo suyo, circunstancias ajenas al margen. Así que de la misma forma que Nadal se había encomendado veinticuatro horas antes a la lógica de lo que se debe hacer, él detecta rápido las deficiencias e incide.

A Nadal le cuesta la arrancada hacia adelante, de modo que aprieta por ahí. También alarga el punto, consciente de que a mayor duración, sus opciones se multiplican. Plantea un escenario crudo: esto es lo que hay, amigo. El riesgo —”sin cruzar líneas peligrosas”— o la nada. Un cara a cara con la frustración, tanto por el desequilibrio entre lo que le pide el cuerpo y hasta dónde puede llegar, como porque lo que le dicta la cabeza no es correspondido por lo que ejecuta a continuación su cuerpo, la asincronía: “¡Alaaaa!”, se afea ante el error, echándose la mano a la frente. Ya ha cedido el primer turno de saque. Y se ve obligado a desbaratar una bola que hubiera sido el 3-0 adverso. Desde el principio, a contracorriente. Lo preveía, pero igualmente escuece. ¿Cómo escapar de tan difícil situación, sin ritmo, con dudas, habiendo jugado tan solo cuatro partidos en cuatro meses y con un servicio más bien de mínimos? Esta vez no hay escapatoria, pero el viejo campeón se aferra a su pedigrí.

Nadal, en un instante del partido contra el australiano.Albert Garcia

Ante la exigencia, muy superior a la planteada por Flavio Cobolli en la primera cita, Nadal empieza a hacer eso que decía el día previo, lo de “explorar algunos límites” para calibrar de verdad. Se prueba, y durante media hora sostenida se disfruta de la versión competitiva. Asoma el drive en los intercambios, cambia alturas y conduce a De Miñaur al terreno de lo psicológico: ¿Y si se levanta? Ahora es él que tira las dejadas y el que obliga al australiano a hacer kilometraje. Con un revés soberbio, abriendo la pista, araña el break y de la misma forma sella el siguiente juego, 4-3 a su favor. La grada se ilusiona, de la misma forma que entiende que la situación puede ser engañosa porque hoy por hoy, Nadal no está todavía para estos trotes y la aguja del combustible empieza a bajar en el desenlace del parcial. Ahí ya no se pueden disimilar las costuras. Lógico. El cuerpeo, inimaginable para él hace menos de una semana, recalca, le desgasta y finalmente cede entregando dos juegos en blanco.

“¡No hombre, no!”.

Navega el de Manacor viento en contra, pero las turbulencias del proceso no impiden deducir lo que tantas veces se ha diagnosticado: Nadal no olvida. Nadal juega de memoria. Hasta que dure la mecha. A sus 37 años —38 en menos de dos meses—, el tenista sigue rebelándose contra la madre naturaleza y peleando contra el destino irremediable, y aunque falten el físico, el voltaje y la chispa, en esta versión presuntamente terminal, sabe perfectamente cómo interpretar, cómo leer el peloteo, acertar en la toma de decisiones. Instinto hasta el final. Durante un buen rato, parece no estar pendiente de su cadera ni del psoas, y se escucha el rugido en la ejecución del golpe. Buena señal. En cualquier caso, De Miñaur —al borde del top-10, ganador este curso en Acapulco y finalista en Róterdam— sigue ahí, como un frontón, duro-duro, escupiendo una tras otra, de modo que el duelo termina decantándose por una mera cuestión de coherencia con el guion de esta realidad actual.

Combate Nadal hasta el último aliento y Barcelona, el Godó, Pedralbes, el encantador club que le moldeó y que recoge una significativa parte de esa entrada en la edad adulta, le dedican, seguramente, la última y merecida ovación. Adéu, Rafael.

“NO ERA EL DÍA PARA MORIR”

A. C. | Barcelona

A diferencia de otras ocasiones, en las que la espera suele dilatarse, Nadal atendió a los medios de comunicación solo un cuarto de hora después de finalizar el duelo. El tono del tenista desprendía una mezcla de nostalgia y satisfacción; celebra haber podido despedirse de su club, consciente de que se avecina el final, y valora también la progresión de la última semana en términos de preparación.

“Las sensaciones han sido buenas, acordes a lo que venía. Por momentos he jugado a un nivel bastante correcto. Hoy día, lo principal no es ganar, sino salir sano del torneo, más que cualquier otra cosa. A veces es difícil jugar cuando sabes que no vas a poder luchar todo el partido; hoy, porque dentro de unas semanas, seguramente sí. No es el momento para buscar heroicidades, sino para ser realista y ser prudente. Una vez que se pierde el primer set, el partido se acaba. He jugado con lo que tengo”, introdujo.

“Me duele, pero es lo que hay”, continuaba. “Me hubiera gustado poder luchar por el torneo, pero a nivel personal, de cara a lo que viene, salgo reforzado, aunque haya perdido 6-1 en el segundo set. Es lo que tenía que pasar hoy. Me voy convencido de que he dado un paso adelante y veremos lo que pasa. No era hoy cuando tenía que estar bien ni el día para dejarlo todo y morir, sino que tengo que darme la opción de hacer eso dentro de unas semanas, o al menos intentarlo. Este es mi objetivo y tengo que actuar de manera acorde a eso”.

El mallorquín apreció la progresión — “con el saque me he sentido un poco más cómodo”— y anticipó su deseo de pasar por la Caja Mágica (a partir de la próxima semana), Roma y, por supuesto, Roland Garros (desde el 26 de mayo). “Lo lógico sería intentar dar un paso más en Madrid; no ganar, porque he jugado muy poco, pero ir poco a poco a más allí y en Roma, y después, en París, que sea lo que dios quiera. Si hay que intentarlo, ahí es el momento de decir: ‘pase lo que pase, aquí sí”.

Respecto al adiós Barcelona, transmitió: “Ahora tenemos el torneo de Madrid, desde hace unos años, pero históricamente este ha sido el torneo por excelencia en España, con una gran tradición, donde los mejores jugadores de la historia han pasado por aquí. Aparte de jugar en casa, siempre he respetado mucho la historia de nuestro deporte, y este es uno de los torneos que más historia tiene. Se juega realmente en un club de tenis y tiene vida diaria, y eso lo hace muy diferente a la gran mayoría”.

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