Carlos Alcaraz, ante la prueba del campeón
El número uno, el cabeza de serie más joven de la historia en Nueva York, defiende el título tras un verano irregular y ante la presión del reaparecido Djokovic
Ladea Carlos Alcaraz la cabeza cuando se dispone a servir durante el entrenamiento que transcurre en la misma pista de Flunshing Meadows que escogía en su momento Rafael Nadal, y a solo 100 metros divisa la inmensa mole de cemento apuntalada con gigantescos tubos de metal donde todo empezó, la Arthur Ashe. Ahí dentro, en la caldera, el murciano batió hace un par de años al griego Stefanos Tsitsipas y vino a decirle al mundo que aquí estaba él, sin complejos y ganador, más que dispuesto a tirar la puerta abajo y a marcar ...
Ladea Carlos Alcaraz la cabeza cuando se dispone a servir durante el entrenamiento que transcurre en la misma pista de Flunshing Meadows que escogía en su momento Rafael Nadal, y a solo 100 metros divisa la inmensa mole de cemento apuntalada con gigantescos tubos de metal donde todo empezó, la Arthur Ashe. Ahí dentro, en la caldera, el murciano batió hace un par de años al griego Stefanos Tsitsipas y vino a decirle al mundo que aquí estaba él, sin complejos y ganador, más que dispuesto a tirar la puerta abajo y a marcar una nueva era que nació oficialmente hace un año en Nueva York. En ese instante, cuando elevó su primer grande y se convirtió en el número uno más joven de la historia del tenis, todo cambió.
“Sí, muchísimo”, corrobora. “Digamos que ahora soy más famoso. Mucha gente empezó a conocerme a partir de entonces, aunque yo sigo siendo un chico normal. Siento que soy más maduro y mejor jugador, pero soy el mismo de siempre”, prosigue el español, que a diferencia de sus dos visitas previas a la ciudad, ya no puede caminar con normalidad por las calles porque se le echa la gente encima, algo que todavía trata de procesar. “A veces me gusta, y a veces no. Aquí hay muchos españoles y muchos latinos, y no es fácil caminar… A veces me gustaría que no me reconocieran, pero eso es imposible y por eso tengo que disfrutar de esa parte también”, responde.
Hoy, solo un par de años después, Alcaraz ya está muy lejos de ese Alcaraz inocentón que se destapó. Manda, dispone y ordena. Es la sensación. Con un título neoyorquino y el obtenido el mes pasado en Wimbledon bajo el brazo, con más victorias (53) y trofeos (6) que nadie esta temporada y la aureola de ser la nueva referencia mundial, el joven de El Palmar se enfrenta por primera vez a la prueba del campeón, con todo lo que ello conlleva: todavía más miradas, aún más presión. Ser el gran señalado. Y, por supuesto, Novak Djokovic echándole el aliento en el cogote otra vez. Si vence en el estreno, el serbio —contra el francés Alexander Müller; a las 2.30, Movistar— le arrebatará el trono de la ATP.
Se reencuentran ambos tras el volcánico cruce en Cincinnati y, en el caso del murciano, después de un verano traducido en una montaña rusa competitiva. De abajo arriba y de arriba abajo. Curvas y más curvas. “En el entreno del viernes se le iban larguísimos todos los reveses, y en el de ayer [por el del sábado], por eso de corregir la distancia, se le quedaban todos en la red”, analiza desde un costado de la pista un especialista.
El nuevo clásico
“Seguramente sienta la presión, pero prefiero no pensar en ello”, contesta Alcaraz a los periodistas, que se preguntan estos días cómo reaccionará el defensor del título después del éxito en Londres, teniendo en cuenta que al triunfo del curso pasado en Flushing Meadows le acompañó luego una dinámica descendente por una cuestión de relajación, según admitía él mismo. En todo caso, dice haber aprendido la lección y que pese a la irregularidad del verano, está “preparado” para el cara a cara con Djokovic, eternamente al acecho, con más ganas si cabe en un territorio que le es esquivo desde 2018 y al que regresa tras dos años de ausencia.
“No hay rencor”, se pronuncia el balcánico, excluido hasta ahora por su negativa a vacunarse contra el covid y que aspira a su cuarta corona en el torneo, que no conquista desde 2018. “Nunca se rinde”, apunta Alcaraz, el cabeza de serie más joven en la historia del US Open a sus 20 años y tres meses. “Parece que en los momentos duros está de bajón y que va a perder, pero siempre se da la oportunidad de seguir jugando y es capaz de ganar. Me quedo con eso, eso es lo que estoy tratando de incorporar a mi juego”, le elogia a Nole, con quien ha consolidado un nuevo clásico: tres veces se han medido en los tres últimos meses. París y Cincinnati favorables al serbio, Wimbledon al todavía rey, que debutará el martes (2.30, Movistar) frente al alemán Dominik Koepfer.
Un verano de curvas
Son ellos dos, y a un trecho considerable los demás. Si en Inglaterra todos los caminos conducían a priori hacia otra muesca victoriosa de Djokovic, desbordado en el desenlace final, Nueva York recoge un presente a dos voces y de resolución imprevisible. Tan favorito lo es uno como lo es el otro. Imposible pronosticar. En cualquier caso, Alcaraz sigue impregnándose de esa virtud que diferencia a los elegidos: ganar sin jugar bien. Ni en Montreal ni en Cincinnati ofreció brillos, exceptuando el careo definitivo en el segundo marco, pero empieza a dominar de verdad el oficio. Conforme más sube el listón, mejor suele responder. Y eso, se tiene o no se tiene.
“En realidad, aunque la gente no lo crea, yo también me pongo nervioso. Cada uno tiene su propia manera de manejar las emociones y tratar de estar en equilibrio óptimo emocional, mental y físicamente para rendir al máximo”, apunta el de Belgrado, mientras entre el resto de los competidores no se insinúa ninguna alternativa verdaderamente sólida. Jannik Sinner, Holger Rune, Casper Ruud, Stefanos Tsitsipas o incluso los mismos Daniil Medvedev y Alexander Zverev tienden a diluirse cuando tienen enfrente a uno de los dos, Alcaraz o Djokovic, citados en el cemento para decantar un curso en el que han sido los grandes protagonistas. Ambos marcan el ritmo y brindan un estupendo cuerpo a cuerpo todavía amable, sin asperezas, pero de máxima fricción.
Estas dos semanas, pues, fuego del bueno en la noche del salvaje Queens.
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