Livakovic, el iluminado que no paraba penaltis
Ni los técnicos croatas esperaban la exhibición de su portero en las tandas de Qatar que lo sitúa entre los mejores de la historia
El tercer portero de Croacia en la Copa del Mundo de Rusia, Dominik Livakovic, ahora con 27 años, ha emergido en Qatar como uno de los guardametas más iluminados de la historia de los Mundiales, y nadie se lo esperaba. Ni siquiera en su selección, como cuenta Nikola Jerkan, exfutbolista internacional que en España jugó en el Real Oviedo y ahora es ojeador de rivales de Croacia: “No sabíamos que podía hacer eso. No nos había dado esa impresión”.
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El tercer portero de Croacia en la Copa del Mundo de Rusia, Dominik Livakovic, ahora con 27 años, ha emergido en Qatar como uno de los guardametas más iluminados de la historia de los Mundiales, y nadie se lo esperaba. Ni siquiera en su selección, como cuenta Nikola Jerkan, exfutbolista internacional que en España jugó en el Real Oviedo y ahora es ojeador de rivales de Croacia: “No sabíamos que podía hacer eso. No nos había dado esa impresión”.
Hasta su portentosa exhibición en la tanda de penaltis contra Japón. Detuvo tres, algo que en un Mundial solo había conseguido el portugués Ricardo, en 2006, y el también croata Subasic en 2018. Apenas había material para predecir algo así. La web especializada en métricas de fútbol fbref.com dispone de datos de 268 partidos suyos, 230 con el Dinamo Zagreb (Liga, Champions y Europa League) y 38 con la selección. Y solo dos penaltis parados.
En esos 268 partidos registrados, Livakovic se enfrentó a 20 lanzamientos desde los 11 metros, dos de ellos con Croacia. El primero del que tienen noticia lo paró el 22 de octubre de 2020, en un partido de la fase previa de la Europa League, y su hazaña conservó el empate para el Dinamo Zagreb contra el Feyenoord. El otro fue el pasado 23 de julio, en la segunda jornada de la Liga croata, en un Dinamo-Slaven Belupo.
Tan insospechada era su asombrosa pericia en las tandas, como incierta había sido su presencia en Qatar. Un año antes de la Copa del Mundo, Livakovic había perdido la confianza del seleccionador, Zlatko Dalic. Tras una lesión, no terminaba de recuperar el punto y lo dejaron fuera de varios partidos de la Nations League. En ese momento difícil, Luka Modric mantuvo con él una charla que se ha hecho célebre porque la registraron las cámaras y se incluyó en la serie documental Capitanes, estrenada poco antes del torneo.
El futbolista del Real Madrid se sienta con él en una concentración y es duro y sincero: “No te estaría diciendo esto si no me preocupara por ti. No veo que progreses con la selección. ¿Es por la presión?”. “Puede ser”, contesta. Y Modric sigue: “Transmites poca confianza. Eso contagia al equipo, ¿entiendes? ¿Por qué no puedes cometer un error? Todos se equivocan. Creo que tu problema es que tienes miedo a cometerlos”.
—No llegué aquí teniendo miedo.
—Solo empeora las cosas.
—Entiendo.
—Eres un porterazo. Lo sabes, ¿verdad?
Su desempeño posterior en las tandas contra Japón y Brasil es propio de un iluminado, y lo sitúa a la altura de los más grandes de los Mundiales, los que detuvieron cuatro lanzamientos: Schumacher en 1982 y 1986, Goycochea en 1990 y su compatriota Subasic en 2018, cuando él lo contemplaba desde el fondo del banquillo, como tercera opción. En aquel torneo, los dos porteros, ambos nacidos en Zadar, aunque separados por 10 años, estrecharon su relación en el ambiente familiar de la selección croata. Pasaron juntos más tiempo que nunca, entre los entrenamientos y la concentración en Rusia.
Resulta difícil encontrar una explicación técnica a que un país disponga de dos porteros con semejante nivel de inspiración en dos Mundiales consecutivos. Jerkan atribuye el prodigio al ámbito de convicción absoluta que ha construido Croacia en estos últimos cuatro años. “Este nivel no sabemos explicarlo ni nosotros”, dice. “Pero tenemos una mentalidad impresionante, damos todos el máximo. Somos una familia, y lo sentimos tanto, y estamos tan dispuestos a dar todo por nuestro país, y estamos tan orgullosos de representarlo, que tenemos una fuerza impresionante”.
El influjo de Subasic sigue presente en el campamento croata, como contó Juranovic: “Nos felicitó por lo de Brasil y nos deseó suerte contra Argentina”.
No es difícil pensar que las exhibiciones de Livakovic tienen que ver sobre todo con lo emocional y una cabeza a prueba de todo temblor. Se trata de un portero con virtudes muy desiguales, deslumbrante en las tandas pero incompleto en otras facetas del juego. Demasiado anclado en la portería y con lagunas por alto: en el tramo final del partido contra Bélgica, se le escaparon dos centros laterales que acabaron cayendo a Lukaku, solo en el área pequeña. Croacia sigue aquí porque esos fallos sucedieron en la noche menos atinada del belga.
Pero en la guerra mental de los penaltis, en ese duelo solitario, ha sido otra persona. “Es sobre todo intuición. Y aguanta muchísimo antes de tirarse”, resalta Jerkan. En las dos tandas de desempate le han tirado siete veces y ha adivinado la dirección en cinco. A Japón le paró los tres lanzamientos. Con Brasil detuvo el de Rodrygo, adivinó el de Casemiro y no lo alcanzó y Pedro fue el primero en engañarlo y marcarle, en el sexto disparo. Luego Marquinhos también le burló, pero dio al palo.
Un gol en siete tiros a un portero que se ha convertido en el último muro de la resistencia croata cuando aguantan hasta los penaltis. A un tipo que reaccionó cuando se vio fuera y Modric le explicó por qué necesitaban otra cosa de él. “La gente no entiende cuánto trabaja y analiza los partidos. A veces demasiado”, ha dicho Petkovic. “Es alérgico a los errores. Si comete uno, seguro que no duerme”.
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